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Domingo, 5 de septiembre de 2004

EL BAúL DE MANUEL

El baúl de Manuel




Pero bueno ...

Caso AMIA: todos los acusados absueltos de culpa y cargo; pero bueno, quedaron en evidencia procederes de algunas dependencias del Estado. A pesar de lo declarado por el distribuidor de las coimas del Senado, nadie quedó procesado; pero bueno, se dejó sin efecto la controvertida ley laboral. Después de una sucesión de muertes de pasajeros, que aún continúan a razón de dos accidentes graves cada día, el Estado rescindió el contrato con una concesionaria ferroviaria ... por unos días, ya que no se presentó a la audiencia de conciliación y debió restituir la concesión, y además pactó hacerse cargo de comprar locomotoras y vagones, reparar las vías y olvidarse de los cánones impagos; pero bueno, ahora sabemos algo más de los transportes y las privatizadas. Se ajustó el salario mínimo, elevándolo de 350 a 450 pesos nominales, con lo que su poder adquisitivo es ahora menor que cuando se fijó en 350; pero bueno, mínimamente se amortiguó el descenso. Fernanda Aguirre no aparece; pero bueno, ahora sabemos mejor que hay una ruta de la prostitución infantil y de narcotráfico. Se filmó el ofrecimiento de coimas por una gerenciadora del PAMI, y el sistema de gerenciadoras sigue; pero bueno, ahora sabemos por dónde se va el dinero de los jubilados. El país sigue con 50 por ciento de pobres y 20 por ciento de desocupados; pero bueno, es el precio de desmantelar la industria, importar manufacturas y primarizar la exportación. El pero bueno –una conjunción adversativa, nacida de la disconformidad con algún hecho, unida a una interjección que denota resignación o adaptación al hecho nuevo– se nos ha metido en el hablar cotidiano. La frase, repetida como muletilla, refiere muy rápidamente una situación que necesitaría una explicación más extensa. Todos procuramos alcanzar un óptimo, que satisfaga nuestra estructura de preferencias. Si alguna restricción se introduce, tal que no sea posible satisfacer alguna de las condiciones para el óptimo, aunque las demás condiciones sean alcanzables, dejan de ser deseadas. Este teorema del “segundo óptimo” fue enunciado por Lipsey y Lancaster en 1956, y parece revelar algo de lo que encierra el pero bueno. Es el emergente lingüístico de una sociedad golpeada, reducidas sus defensas, que no ve satisfechas sus aspiraciones y se ve bajoneada, limitada a mirar manipulaciones que no aprueba, pero es impotente para cambiarlas.

Empleos

El capital humano es la acumulación de conocimientos y habilidades en un determinado individuo o en una población, de resultas de la mayor o menor educación, pero también de la experiencia laboral. En nuestra historia ha habido profesores de Economía con actuación en altos cargos públicos, como ministros de la Nación, incluso ministros de Economía, y aun presidentes de la Nación. Es natural pensar que una experiencia laboral, ya en el ámbito privado o en el público, enriquece la enseñanza del profesor de Economía. Y recíprocamente, que la experiencia docente y el constante manejo de trabajos académicos tiene que llevar racionalidad y sistema a laexperiencia laboral. Rivadavia, creador de la enseñanza de Economía, al parecer entendía que el catedrático de esta materia debía haber pasado por la función pública y tener manejo de Estadística (vocablo que en su tiempo se buscaba asociar con el Estado), además de merecer la confianza del hombre de Estado: por ello nominó a Vicente López y Planes como primer profesor de Economía de la UBA y lo designó director del Registro Estadístico, aunque finalmente se negó a ocupar la cátedra. Quien lo hizo fue el creador de la primera moneda (1813), Pedro José Agrelo, que había sido antes ministro de Hacienda en Entre Ríos. Pero sus actuaciones, en la Revolución de Mayo y posteriormente, eran en el campo jurídico y le fue mal en la cátedra. Su sucesor, Dalmacio Vélez Sarsfield, una de las mayores eminencias nacidas en América, era doctor en ambos derechos y a la fecha de enseñar Economía era representante por San Luis al Congreso Constituyente que sancionó la Constitución unitaria de 1826. Sus ausencias a la cátedra por tal motivo hicieron que su paso apenas se sintiera. Posteriormente sería ministro de Relaciones Exteriores y autor del Código Civil. La figura notable fue Nicolás Avellaneda, quien dejó la cátedra de Economía para ocupar un ministerio con Adolfo Alsina y luego el Ministerio de Instrucción Pública con Sarmiento. Como Presidente, le tocó enfrentar la crisis de 1874, tema en el que era experto por sus lecturas de estudios muy recientes, y a las que consideraba “inherentes al estado actual de los negocios en el mundo”. Asimismo debió resolver el problema militar del “desierto”, y el problema económico de incorporar inmigrantes y capitales europeos para combinarse con las tierras por conquistar.

 

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