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Domingo, 5 de septiembre de 2010

FINANZAS › EL BANCO CENTRAL MODIFICó LAS PROYECCIONES DEL PROGRAMA MONETARIO

Al ritmo del crecimiento

El ajuste en las metas del programa responde a una mayor demanda de dinero por parte del sector privado que, de no ser abastecida, generaría tensiones y enfriamiento de la economía. Críticas a las críticas ortodoxas.

 Por Cristian Carrillo

El Banco Central actualizó el programa monetario para este año a partir de una nueva estimación del crecimiento de la actividad económica. Esos cálculos contemplan un aumento del Producto de entre 8,9 y 9,5 por ciento, cuando el dato original era de 2,5 por ciento. También prevé una fuerte mejora en los préstamos al sector privado y una menor salida de capitales. Economistas ortodoxos alertaron sobre el riesgo inflacionario que implica la creación adicional de circulante. Sin embargo, el ajuste en las metas del programa responde a una mayor demanda por parte del sector privado que, de no ser abastecida, generaría tensiones y enfriamiento de la economía.

El programa monetario es una herramienta que estima la evolución de la demanda de dinero basada en proyecciones de comportamiento de variables macroeconómicas. Mediante ese ejercicio se definen bandas sobre las que se moverán los principales agregados monetarios, como el circulante en poder del público y las cuentas a la vista. La aceleración del crecimiento del PIB en los últimos meses obligó a actualizar los cálculos de principio de año.

El principal argumento en contra a esa medida fue que la intención del BC es incentivar la demanda inyectado “irresponsablemente” liquidez al sistema. Ese tipo de críticas responde a la concepción monetarista de que la oferta de dinero es una variable exógena que, por lo tanto, puede ser controlada por el gobierno. Según esta corriente, aun cuando la creación de crédito esté a cargo de bancos comerciales, el Central tiene la capacidad de expandirlo o contraerlo mediante mecanismos de regulación. Esa idea comenzó a ser cuestionada entre los académicos y lentamente reemplazada por la concepción que sostiene que la oferta monetaria se genera fundamentalmente a partir de los requerimientos de crédito de los sujetos económicos. “Se trata, por consiguiente, de una variable endógena vinculada a la necesidad de fondos para producir”, detalla el docente de la Universidad de Buenos Aires Guillermo Gigliani. Esta visión está presente en trabajos de economistas como Kaldor, Goodhart, Lavoie y Godley, y recientemente en Foley, Moudud, Shaikh, Duménil y Lévy.

Este cambio de enfoque determina que la creación de dinero no está determinada por la voluntad del gobierno. Esto no quiere decir que las bancas centrales se mantengan ajenas a esa variable. A pesar de que el origen es el mercado de crédito, el gobierno puede influir en el ritmo de creación. Tal como sucede de manera restrictiva con los programas de ajuste que receta el Fondo Monetario. “En la concepción endógena la relación causal corre desde el lado de la producción hacia el dinero, y no a la inversa”, señala Gigliani. Cuando comienza una fase de crecimiento hay demanda de circulante para la producción. Los bancos comerciales extienden préstamos que cubren esas necesidades y cubren las suyas con liquidez en forma de redescuentos del Banco Central. Hasta los propios economistas monetaristas reconocen la existencia de una base monetaria “prestada” que no es autónoma. Esta es la que obligó al Central a elevar las metas del programa monetario. “Lo que se hizo es adecuar el programa para no esterilizar el crecimiento”, explicó la titular del BCRA, Mercedes Marcó del Pont, en la apertura de las Jornadas Monetarias y Bancarias.

También se acusó al BC de querer utilizar emisión para financiar al Estado. De hecho, la emisión de dinero con destino a cubrir cualquier desequilibrio de las cuentas públicas “no responde sólo a políticas deliberadas, sino que también está influida por el ciclo económico”, explica el experto. Esta situación es mucho más evidente en economías en desarrollo, a diferencia de lo que sucede en países como los Estados Unidos, que puede expandir su base monetaria y transferir su efectos al resto del mundo

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El Banco Central estima que la economía crecerá de 8,5 a 9,5 por ciento en 2010.
Imagen: Bernardino Avila

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