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Domingo, 6 de julio de 2003

AGRO

Triunfo de los “ecologistas”

Europa aprobó el etiquetado de los transgénicos

Por Susana Diaz

Finalmente, los ambientalistas triunfaron en una de sus tradicionales demandas. Esta semana, el Parlamento Europeo aprobó el etiquetado de los alimentos transgénicos. La pregunta inevitable es quiénes se benefician del triunfo de la lucha “ecologista”. Responder esta cuestión puede echar luz sobre un debate en el que se juega mucho más que el tradicional “salvar a las ballenas” que tan buenos resultados, en términos de donaciones, aportó a la causa.
Argentina exporta a la Unión Europea alrededor de 2000 millones de dólares anuales. Es también el segundo productor mundial de alimentos transgénicos. La escala y productividad de la producción local, supera holgadamente a la de los países europeos, la que merced a los menores rindes de terrenos agotados y a los mayores costos inherentes a subsidios millonarios, no está en condiciones de competir internacionalmente.
El debate en Europa es estratégico. A pesar de la ineficiencia económica del sector agrario se decidió mantener a cualquier costo las producciones locales. Si se tratase de países en desarrollo es probable que los programas de ajuste estructural del FMI hubiesen aconsejado abandonar la actividad. Sin embargo, a contrapelo de todas las prédicas de la OMC fuera de los países centrales, no se ahorró ninguna medida “herética”. Cuando no fueron las lisas y llanas restricciones y cupos a las producciones más competitivas, los principales instrumentos para cerrar sus mercados fueron las trabas arancelarias y paraarancelarias. Es dentro de estas últimas medidas donde se encuadra la cuestión de los OGM (organismos genéticamente modificados). A pesar de la inexistencia de cualquier tipo de prueba seria que muestre la peligrosidad de estos productos, Europa consiguió estigmatizarlos, y lo que es más relevante en términos prácticos, ahora serán encarecidos a través del etiquetado y probablemente dejados de consumir.
La medida alcanzará no sólo a los transgénicos como materia prima, por ejemplo la soja o el maíz, sino a sus derivados, como harinas y aceites, e incluso los alimentos elaborados a partir de sus ingredientes, ya que será necesario identificar la carne y los lácteos provenientes de animales alimentados con transgénicos. Al margen de los innumerables problemas de aplicabilidad que generará la ley, las costos económicos para la Argentina pueden ser impredecibles. Y no sólo por el valor del etiquetado, sino por la potencial pérdida de ventas. Es probable que la publicidad negativa se traduzca en que muchos consumidores europeos, aunque sólo tengan una idea difusa del porqué, dejen de consumir los productos etiquetados.

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