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Domingo, 26 de agosto de 2012

ENFOQUE

Reformas de segunda generación

 Por Claudio Scaletta

Si se sobrevuela la agenda económica aparecen rápidamente tres dimensiones de análisis.

- La primera es el mundo de los medios, la parafernalia de mensajes asustando con El Perseguidor de la AFIP, El Bloqueador de importaciones de Comercio Interior, con cepo cambiario incluido, el Gran Hermano Estado ahogando a los emprendedores con presión tributaria y la supuesta imparable declinación de la economía empujada por el “mal clima” de negocios, el resultado inevitable de no avenirse a la voluntad de los poderes financieros que conducen el capitalismo global.

- La segunda dimensión, bajo la hojarasca, es el mundo de los indicadores, el que surge del análisis sereno de los datos, entre los que se destacan el freno de la industria en el segundo trimestre como espejo de la lenta recuperación del superávit comercial, o al revés, es decir; incluyendo el debate sobre si la economía se frenó porque se importa menos o viceversa. A ello se suma la indagación de si el problema es de praxis interna, de mundos que se caen o de simples precios y volúmenes de cosechas.

- La tercera dimensión es la estructural. Bajo el actual modelo sería el camino hacia lo que el economista Aldo Ferrer sintetiza como “densidad nacional”, la resultante del desarrollo de un entramado industrial más complejo e integrado, con sus demandas tecnológicas y de mano de obra más capacitada. La puerta para un mayor valor agregado y el camino lógico para una mejora estructural de la distribución del ingreso. Este es, o debería ser, el mundo de los hacedores de política alineados con el objetivo.

El gran problema es que estos mundos no pueden separarse más que analíticamente, son capas de una misma realidad. Contra lo que puede creerse, los gobiernos no son entidades únicas. Al interior del aparato del Estado no existe un solo poder, sino una pluralidad de poderes. Esto sucede aunque las burocracias tengan jerarquías. Se trata de una consecuencia de la división del trabajo de gobierno. Y aunque el objetivo sea común, las distintas agencias –ministerios, secretarías– pueden estar más concentradas en las distintas dimensiones de la realidad. Se necesita la indispensable visión del estadista para que las tres dimensiones se unifiquen en un mismo foco. Más cuando las medidas de política económica siguen conservando un componente de ensayo y error.

Por ejemplo, los indicadores de actividad industrial comenzaron a recuperarse luego de algunos meses de caída, aunque el acumulado de los primeros siete meses del año todavía muestre una leve baja del 1,2 por ciento. La causa principal del cambio de tendencia, según coinciden las fuentes empresarias y surge del desagregado sectorial de datos del EMI-Indec, fue la recuperación de la venta de autos en Brasil, lo que traccionó las exportaciones de vehículos y partes producidas en Argentina. También, en mayor medida, las importaciones de insumos para esta producción. De hecho son las únicas importaciones que no caen en el ICA-Indec, indicador que en julio pasado mostró una recuperación interanual del superávit externo de más del 50 por ciento. Quienes viven enfrascados en el mundo de los medios, pero observan los indicadores, consideraron esto un éxito de las medidas cambiarias y de restricción de importaciones. No sólo la industria empezó a recuperarse tras el tropezón, sino que se alejó el fantasma de la restricción externa. Además, también mejoró el consumo por la inesperada vía del gasto de los excedentes que ya no pueden dolarizarse salvo en el mercado ilegal. Sin embargo, para los más concentrados en el objetivo de la densidad nacional, las cosas no están mal, pero son menos brillantes.

En materia de restricción externa, el sector primario y de Manufacturas de Origen Agropecuario seguirá siendo la principal fuente de divisas. El positivo cambio en la política energética tardará todavía un tiempo en madurar hasta dejar de ser un rubro considerable de las importaciones. Las entradas de divisas de origen primario seguirán presionando el tipo de cambio, más allá del desaliento a la compra de dividas en el mercado abierto. Estos procesos no son neutros en materia de incentivos sectoriales y regionales, más en un contexto de mayores costos en moneda dura.

La única política de mediano y largo plazo para evitar la restricción externa es el desarrollo activo de políticas industriales con más sustitución. No existen proyectos nacionales de los llamados de “industrialización tardía”, desde Brasil al sudeste asiático, pasando por China, donde estos procesos se hayan producido prescindiendo de la activa intervención del Estado en la planificación y el financiamiento. Se trata de esas transformaciones que el mercado por sí sólo nunca produce. El Gobierno avanza aquí en la dirección correcta, por ejemplo a través del redireccionamiento del crédito hacia la industria impulsado recientemente por el BCRA, pero todavía son medidas tímidas. Será necesario elegir sectores y, quizá, crear finalmente un banco de desarrollo para impulsarlos. Ello supondrá fortalecer a empresas nacionales, preferentemente mixtas, para su desarrollo a gran escala en mercados internos ampliados, como el Mercosur y, aquí sí, siguiendo el modelo de empresas brasileñas. En el camino, también será necesario desoír los cantos de sirena, como la tentación de regresar al endeudamiento público. El actual endeudamiento en divisas de alrededor de 8 puntos del PIB, con bajos vencimientos a partir de 2013, brinda un importante alivio para profundizar la inversión pública.

Estas son “las reformas de segunda generación” para la continuidad y profundización de un modelo de desarrollo heterodoxo. Como las dimensiones son por lo menos tres, en el camino será necesario seguir de cerca los indicadores y el ruido mediático, datos que también son consecuencia de pujas distributivas. No debe olvidarse que buena parte de las divisas para el desarrollo seguirán originándose en el agro y sus derivados

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Imagen: Rafael Yohai
 
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