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Domingo, 8 de marzo de 2015

ENFOQUE

Marzos

 Por Claudio Scaletta

Difícil la tarea del economista al que se le demandan predicciones. Para retratarlo alcanza solamente con mirar un poco al pasado. ¿Alguien en marzo de 2013 imaginaba el relativo descontrol de las variables de marzo de 2014? Quizás eran previsibles las turbulencias, pero no la sensación de vacío de los meses que siguieron a la devaluación de enero. ¿Y alguien en marzo de 2014 imaginaba la calma económica del presente? El “joven, inexperto y descorbatado” ministro Axel Kicillof y su equipo demostraron temple para controlar las variables fundamentales en un escenario de presiones extremas, desde las demandas megadevaluatorias del poder económico a las operaciones de la embajada y los fondos buitre, con su permanente campaña de desprestigio articulada con la prensa hegemónica local. No fue sólo temple. Hubo diagnóstico, es decir teoría, y mucho respaldo político, un factor clave no siempre explicitado. La economía es política. De nada sirve tener la teoría justa si no hay cohesión en el staff gubernamental. En el camino no se habitó un mundo perfecto. A pesar de las ideas claras existió al principio, precisamente por razones de cohesión política, mucho de ensayo y error. Ocurrió con la escapada del tipo de cambio en los primeros meses de la nueva gestión y con el nivel de tasas a comienzos de 2014. Una vez más, quedó claro que las devaluaciones no solucionan ningún problema, transfieren ingresos y son recesivas. Luego, se tardó en ofrecer opciones financieras que aportaran seguridad frente al tradicional refugio en divisas. Pero finalmente se encontró el rumbo.

Como suele ocurrir en economía, fueron necesarias algunas tareas ingratas que, se sabía, llevarían al freno del PIB. Dado el contexto, la escasez de divisas para seguir con el anterior nivel de políticas expansivas era el único camino posible. La primera tarea fue evitar que se dispararan las paritarias 2014 a niveles similares a las de años anteriores. Se suponía que ésta sería la faena más conflictiva, especialmente por la ruptura previa de la alianza con algunas centrales sindicales que se habían mostrado muy agresivas, pero finalmente prevaleció la sensatez de los trabajadores frente al riesgo cierto de perder lo conseguido en la última década. La segunda tarea desagradable fue sentarse sobre las divisas y retacear al máximo posible los dólares para importaciones. En el sector automotor, con amplia incidencia en el conjunto de la industria, esto tuvo un efecto más potente que la caída de la demanda brasileña o el shock de precios sobre el consumo interno.

Si el diagnóstico heterodoxo del equipo económico era que la inflación se origina en la puja distributiva y posee un fuerte componente cambiario, era esperable que la estabilización del dólar y el freno del PIB contendrían los aumentos generalizados y, con ello, moderarían la conflictividad social. Precios Cuidados, en tanto sistema de precios de referencia, complementó la tarea. Dicho de otra manera: en un contexto de escasez relativa de divisas, alta inflación y dificultades de financiamiento de corto plazo, un freno moderado del crecimiento resultaba hasta necesario. Se trató de la subordinación del ciclo económico a los recursos disponibles. Pero “necesario” entendido como paso intermedio a lo deseable: volver a contar con los recursos para políticas expansivas.

Mientras esto sucedía puertas adentro, el mundo seguía su curso. La demanda global y con ella los precios de prácticamente todas las principales commodities de exportación cayeron el último año. Pero no todas fueron desgracias. En contrapartida, también cayó el precio de los hidrocarburos, lo que compensó parcialmente la reducción del saldo comercial. La sumatoria de factores expuestos explica la calma macroeconómica del presente, con inflación en baja, dólar estable, brecha cambiaria en retroceso, pero también menor crecimiento.

Podría ironizarse sobre la sumatoria de pronósticos fallidos de los opositores políticos disfrazados de economistas, pero basta recordar un solo punto: a raíz del bloqueo judicial estadounidense sobre los pagos de la deuda pública, ninguna de las amenazas buitre se cumplió, demostrando que no era en absoluto imprescindible “sentarse sin chistar” a acatar el fallo amañado de un poder extranjero según sugiriera el alcalde de la principal ciudad del país. Sin forzar mucho los argumentos, puede agregarse que el fallo del juez neoyorquino Thomas Griesa, y su ratificación por las dos instancias judiciales superiores, fue una bendición que permitió salir de la lógica del endeudamiento en los mercados tradicionales y llevó, por ejemplo, a alternativas más saludables de financiamiento, como el acuerdo estratégico con China.

La calma macroeconómica conseguida también explica colateralmente la relevancia del factor Nisman en la agenda pública. Al margen del peso propio del lamentable y oscuro suceso, la oposición político-mediática se había quedado sin el flanco débil principal para atacar al oficialismo, algo que le provocaba desesperación en un año electoral y, una vez más, dejaba flotando en el vacío espacial la idea de “fin de ciclo”.

Frente al redoble del asedio mediático, pero con las variables macroeconómicas bajo control, el oficialismo mantuvo su ritmo tradicional de acción. En lo estrictamente económico, los acuerdos con China garantizarán la continuidad del gasto en infraestructura y, también, servirán de pilar para la recuperación de la red ferroviaria y la creación de la nueva Ferrocarriles Argentinos. Otra vez la reestatización del patrimonio enajenado en la década infame de los ’90 no respondió al particular ADN kirchnerista, sino que fue fruto del fracaso de la administración privada. La breve y reciente gestión pública de algunos ramales permitió al Estado redescubrir lo previsible: que podía hacerlo mejor, más barato y, sobre todo, con una visión estratégica de desarrollo. Con FF.AA., YPF y Aerolíneas Argentinas, más Aguas y Correo, entre otras firmas, el Estado Nacional recuperó buena parte de lo dilapidado bajo el neoliberalismo. Quizá pronto haya nuevas sorpresas en materia de bancos y financiamiento público del desarrollo.

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Imagen: Joaquín Salguero
 
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