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Domingo, 8 de abril de 2007

E-CASH DE LECTORES

Bank Boston

El martes pasado, cuando los clientes del BankBoston concurrieron a alguna de las 87 sucursales que tiene en el país se encontraron con que en las marquesinas de entrada en vez del centenario logo de la entidad norteamericana apareció otro que decía “Standard Bank”. Y no se trata de un simple cambio de nombre, sino que el propietario del BankBoston, que desde hace unos años es el Bank of America, vendió todos los activos monetarios y las propiedades al grupo constituido por el banco sudafricano Standard Bank (70 por ciento) y las familias Werthein y Sielecki (30 por ciento). La venta de la filial local del BankBoston se efectuó en 180 millones de dólares y la operación fue aprobada a fines de diciembre por el Banco Central. En el contrato se estableció que el viernes 30 de marzo el BankBoston cesará sus operaciones y dejará el país y a partir del primer día hábil de abril (el martes pasado) comenzará a operar sus casas con la nueva denominación. Pero tanto las partes como el Banco Central acordaron no difundir la transacción –que es una de las más relevantes jamás efectuada en el país– hasta el mismo martes para evitar posibles corridas bancarias. Y no es para menos, ya que uno de los aspectos que tendrá mayor repercusión es que los adquirentes de la filial local del BankBoston no se harán cargo de los “pasivos contingentes” que tenía la institución. Es decir que todos los juicios que tenía la entidad norteamericana serán afrontados por el vendedor –el Bank of America– que no tiene sede comercial en la Argentina, por lo que en casos de ejecución habrá que recurrir a sus sucursales en Estados Unidos. Este hecho tiene una importancia enorme para todos los clientes de la institución que reclamaron a través de amparos deudas del BankBoston y aún para aquellos que por daños y perjuicios y otras circunstancias tengan créditos pendientes de pago por parte de banco norteamericano. Durante los últimos meses los abogados del BankBoston dilataron con maniobras procesales todos los juicios a fin de asegurarse previamente la salida del país, y dificultar de esa manera a sus acreedores la cobranza de sus créditos. En muchos de los varios centenares de juicios que tramitan en los tribunales nacionales los derechos de los demandantes podrán tornarse ilusorios, ya que la cobranza en los Estados Unidos podrá resultar sumamente dificultosa y cara. Este es el fin de una entidad que fue prestigiosa, pero que termina abandonando en forma prácticamente subrepticia el país, dejando un tendal de deudas impagas.

Alberto Rodríguez
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