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Domingo, 11 de noviembre de 2007

E-CASH DE LECTORES

Boicot al tomate

El llamado de varias organizaciones a los consumidores para que se abstengan de comprar (no nos gusta la palabra boicot) aquellos productos cuyos precios crecieron desmesuradamente ha resultado efectivo para, en el corto plazo, reestablecer ciertos equilibrios dentro de la lógica de funcionamiento del mercado. También ello ha demostrado que cuando los consumidores organizados asumen actitudes similares concentran un poder que puede hacer retroceder ciertas pretensiones, aun provenientes de grandes empresas transnacionales, como ocurriera con Shell dos años y medio atrás. Pero hemos sostenido también que: “El ejercicio de poder por parte de los consumidores organizados no puede limitarse a acciones que se desarrollen solamente en el marco de las relaciones de mercado. Las organizaciones de consumidores debemos buscar mecanismos de participación institucional, política y social, que nos permitan incidir en la elaboración de normas, en el diseño de las políticas, en la ampliación de los mecanismos democráticos, en la representación institucional de nuestro sector” (Consumo Sapiens Nº 2, marzo 2007). No está de más decir que el tomate es un producto natural, que está sujeto a un ciclo productivo, que presenta una marcada estacionalidad (escasa oferta) en los meses de septiembre y octubre, lo cual se traduce en oscilaciones de los precios al consumidor en determinadas épocas del año. Es por ello que las exitosas acciones que llevaron adelante las asociaciones de consumidores deberían complementarse hoy con el impulso de otras medidas destinadas a garantizar hacia el futuro un nivel de producción suficiente para abastecer la demanda de los consumidores a precios razonables. La duda que subyace detrás de estas consideraciones es si los productores que vieron afectados sus ingresos como consecuencia de las adversas condiciones climáticas (que se sumaron a la estacionalidad mencionada) estarán dispuestos, anímica y económicamente, a iniciar un nuevo ciclo productivo, u optarán por la siembra de algún otro producto que les otorgue mayor seguridad y rentabilidad. Como consumidores no podemos pretender que si siempre comemos “ensalada mixta”, ésta tenga siempre el mismo precio, cuando sus componentes tienen marcada estacionalidad en su oferta. Por lo tanto, es una tarea pendiente de las organizaciones y del Estado encarar acciones para que el consumo de los productos naturales se acerque lo más posible a sus ritmos y oscilaciones de producción. Los problemas de abastecimiento que hubo con el tomate y los fuertes desequilibrios entre la oferta y la demanda también se apreciaron estos últimos meses, y en algunos casos perduran, en otras verduras y hortalizas, como la papa, la remolacha, la lechuga, el zapallo, la acelga, la espinaca, etc. Esto nos habla de una problemática más generalizada. En definitiva, ha quedado demostrado que los consumidores tienen un gran poder de mercado cuando adoptan formas de comportamiento conjunto a favor de sus intereses. Pero también queda claro que no resulta lo mismo su ejercicio contra empresas poderosas que tienen capacidad económica y financiera para afrontar contratiempos, que en situaciones que involucran a productores medianos y pequeños. En estos últimos son necesarias acciones y medidas cooperativas que garanticen el bienestar futuro de productores y consumidores. Eso es lo que ahora hay que encarar para que, entre otros objetivos, la abstinencia de compras y consumos siga siendo un instrumento válido y poderoso de los consumidores.

Américo García y Luis Katz
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