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Domingo, 12 de febrero de 2006

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De acá a la China

 Por Marcelo Zlotogwiazda

China creció 10,1 por ciento el año pasado y había crecido 9,9 en 2004: un descomunal 10 por ciento promedio. La Argentina es lo que más se le acerca en el mundo entero, con apenas un punto menos en el bienio. Más sólo en las variaciones recientes de sus respectivos PBI ambos países se parecen. Por ejemplo, si se considera el tema de coyuntura macroeconómica de moda por estos pagos, la diferencia es enorme y en ciertos aspectos como dos imágenes en espejo. Mientras que acá lo que preocupa es que la inflación no se espiralice y desborde, en la segunda potencia mundial los pronósticos apuntan hacia la deflación (en 2005 los precios al consumidor subieron sólo 1,8 por ciento). El máximo responsable del organismo estadístico oficial del gigante asiático, Li Deshui, afirmó días atrás que “una de las dos máximas amenazas para la economía china es la deflación”.

Lo interesante para una lectura desde la Argentina es la otra gran amenaza mencionada por el burócrata: la excesiva capacidad de producción. En palabras del experto en ese país del banco de inversión Morgan Stanley, Andy Xie, “China sufre una seria sobrecapacidad de producción”. No es una circunstancia desvinculada de la deflación, sino precisamente su principal causa. Lo mismo que para la Argentina los cuellos de botella productivos por falta de inversión son los desencadenantes claves del actual peligro inflacionario. Peligro que podrá ser alejado y suavizado mediante los acuerdos de precio, pero de ninguna manera desactivado hasta tanto no se reequilibren oferta y demanda en varios sectores. Y nunca está de más recordar que no resulta indiferente si el equilibrio se logra fundamentalmente por la vía de la inversión y la expansión, o del ajuste recesivo.

Siguiendo con China, Oded Shenkar, gerente de Negocios Globales de la Ford Motor Company y profesor en varias universidades, publicó un más que atractivo libro titulado El siglo de China, del que surgen las siguientes desmitificaciones a varios sobreentendidos en política económica:

1. Para comenzar con uno de estricta actualidad, dado el asesinato de un periodista por parte de fuerzas de seguridad y la asfixiante censura a sitios de Internet que ocurrieron la semana que pasó, China demuestra acabadamente que la democracia no es una condición necesaria para el crecimiento.

2. Otro mito vinculado al anterior es la creencia de que a los Estados Unidos les importa nada, y seguramente menos que a los europeos, la violación a los derechos humanos. Sin embargo, desde la masacre de Tiananmen en EE.UU. se prohibieron los subsidios a la inversión de sus compañías en China y esto hizo que varias perdieran pulseadas frente a las firmas europeas.

3. Su experiencia revela que no necesariamente el desarrollo industrial se da en etapas, comenzando con la elaboración de bienes sencillos y más tarde dando paso a manufacturas más complejas. China es líder mundial en rubros tan básicos como juguetes y textiles, pero en forma rápida se convirtió también en número uno en varios sectores de tecnología de punta (exporta de esto último más que la Argentina en su menú completo).

4. Otro mito que tambalea es el de la seguridad jurídica. China es el paraíso para la piratería y la falsificación, al punto de que se estima que como mínimo una décima parte de su PBI tiene origen en esas prácticas (algunos estiran la proporción al 30 por ciento). Como datos ilustrativos sirvan que cinco de cada seis motos Yamaha que circulan no son auténticas, y que existen más de cien fábricas de autos que no pagan las regalías que deberían.

5. La distancia perdió enorme importancia, ya sea como barrera o como ventaja por cercanía. Víctimas de esto último son por ejemplo los fabricantes de textiles mexicanos, que en el 2000 exportaban a EE.UU. mucho más que el doble que los chinos, pero que en dos años fueron largamente sobrepasados. No pudieron sostenerse ni con las preferencias del Nafta. Ni siquiera en sostenes: los corpiños mexicanos acaparaban la mitad de todo el mercado estadounidense en 2001 y para 2004 la participación ya había caída al 6 por ciento, mientras los de origen chino subieron en ese lapso del 5 al 67 por ciento.

6. Si bien es innegable que los bajos salarios son un elemento que les potencia la competitividad, la superioridad china en artículos masivos, como por ejemplo textiles, se apoya también de manera decisiva en su mejor integración vertical y en su mayor capitalización.

7. Por último, vale desmontar lo que todavía algunos creen sobre la baja calidad de los productos chinos. Una encuesta citada en el libro refleja que el primer atributo que los estadounidenses valoran de los bienes importados de ese origen es el precio, pero inmediatamente lo sigue una excelente consideración respecto de la calidad.

Sería irreverente referirse a China sin consignar al menos alguno de esos típicos datos desmesurados. Para evitarlo téngase en cuenta que sólo Wal Mart adquiere en China alrededor de 20.000 millones de dólares por año.

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