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Domingo, 31 de julio de 2016

DEBATE › ¿EL DéFICIT FISCAL ES LA PRINCIPAL Y úNICA CAUSA DE LA INFLACIóN?

Errores de diagnóstico

Los programas de ajuste fiscal no constituyen una solución a los principales problemas que provocan inflación. Más bien restringen su proliferación, como consecuencia de la gran recesión que tienden a generar.

 Por Mauricio Canziani

Desde hace unos años el debate económico se encuentra centrado en los determinantes principales de los elevados niveles de inflación que afectan la actividad económica del país.

La Argentina ha experimentado en la última década un considerable crecimiento económico, con tasas entre 2003/2011 que alcanzaron a 7,5 por ciento promedio anual, impulsado principalmente por el proceso reindustrializador y la posterior conformación de un importante mercado interno que permitió el acrecentamiento de los niveles de actividad y el mantenimiento de los mismos en momentos donde los mercados externos constituían una considerable traba para la economía.

Si bien los mercados internacionales, principalmente a partir de la crisis financiera de 2008, han obstaculizando el crecimiento económico argentino, la situación en el mercado local dista de ser diferente. La aparición de elevados niveles de inflación –en torno al 25 por ciento promedio anual– ha contribuido en forma determinante al deterioro de la actividad económica. Sus efectos se dejan ver en la reducción del poder de compra y su impacto sobre la demanda local; la distorsión de precios y el posterior desincentivo en inversión productiva; la consecuente inflación de costos, atraso cambiario y su influencia negativa sobre los sectores exportadores; desaliento al ahorro en pesos con efecto determinante sobre la depreciación del mismo.

Ciertos sectores de la política económica opinan que la situación externa, a través del incremento de los precios de los commodities, presiona al alza los precios internos favoreciendo la aparición de la puja distributiva, que hoy en día actúa como mecanismo de propagación y profundización de los niveles de inflación. Otros sectores agregan que la concentración en la cadena de distribución de los alimentos contribuye agravando la situación recientemente planteada. Actualmente el debate se inclina a favor de los que sostienen que la elevada monetización del déficit fiscal es la principal causante del crecimiento sostenido y generalizado de los precios internos. A decir verdad, las distintas posturas tienen y no tienen algo de razón.

Diversos autores han manifestado su preocupación por el déficit fiscal del Estado, y su financiamiento mediante emisión monetaria, y a considerarlo como la principal causa de los elevados niveles de inflación existentes. La consecuencia inmediata es el pronunciamiento a favor de programas económicos que traen consigo inminentes efectos adversos sobre el desarrollo económico del país.

El problema de esta postura radica en el equívoco de sostener que los desbalances de las cuentas fiscales, y su consecuente monetización, representan la principal y única causa de la inflación. La búsqueda de exactitud en una realidad poco exacta enceguece la visión e impide observar que los verdaderos problemas de la economía argentina se encuentran radicados en la estructura productiva y en su propia dinámica, la cual se encuentra lejos de ser exacta.

Esto último no busca justificar la inexistencia de vínculos directos entre la monetización del déficit fiscal y la inflación, sino que busca aclarar que los desequilibrios fiscales surgen como consecuencia de la dinámica productiva del país contribuyendo, con su aparición, a la profundización del proceso inflacionario.

Cuando se pone el énfasis en la estructura productiva, se hace referencia a las formas de producción existentes y a sus interrelaciones. La reindustrialización que surge como consecuencia de las fallidas políticas neoliberales de los ‘90 provoca la reaparición de los ya conocidos desequilibrios productivos: la elevada dependencia del sector industrial de las divisas necesarias para la adquisición de insumos y bienes de capital importados, que resultan indispensables para el mantenimiento e incremento del proceso productivo y la expansión de la capacidad instalada.

Las divisas son generadas por los sectores exportadores, que en el caso de nuestro país coincide con el sector primario. El sector industrial, de baja productividad por encontrarse en los primeros estadios de desarrollo, depende determinantemente del mercado interno, por lo cual no puede conseguir por sí mismo las divisas necesarias para la importación de insumos y bienes de capital. Cuando el sector primario experimenta un crecimiento de sus ventas al exterior –sea por mejora de los precios internacionales, incremento de la productividad, etc.– mejora la situación económica del país por dos motivos: por un lado se genera un balance comercial superavitario que logra una mayor disponibilidad de divisas para el sector industrial, el cual se ve beneficiado por el aumento de las importaciones; mientras que por otro lado provoca la aparición de un superávit fiscal producto del incremento de la recaudación del Estado vía los Derechos de Importación y Exportación, permitiendo un mayor dinamismo al gasto público, principalmente en obras de infraestructura social.

Ambos efectos, denominados en la jerga económica Superávit Gemelos, logran que la producción y el empleo del país se acrecienten generando un círculo virtuoso como consecuencia de la creación de un importante mercado interno. La recaudación estatal tiende a acrecentarse aún más gracias al accionar de otros impuestos: a las Ganancias de las Empresas, al valor agregado.

No obstante, la situación comienza a revertirse cuando la producción industrial insume mayor cantidad de divisas de las que genera el sector agroexportador. Cuando la actividad industrial se profundiza, las importaciones de insumos, materias primas y bienes de capital se incrementan. Llega un determinado momento de la coyuntura económica del país donde las divisas generadas por el sector primario no logra saciar la demanda de la industria, lo que conlleva a una desaceleración de la actividad industrial y de la inversión en bienes de capital, mientras que la demanda local de bienes finales se mantiene sin modificación alguna. Es así que aparecen signos de incrementos de precios propiciados por la denominada “Restricción Externa” que, en conjunción con el shock externo inicial provocado por los altos precios de los commodities, contribuye con el fenómeno inflacionario, a su posterior propagación mediante puja distributiva y a favorecer la reversión del fructífero ciclo económico.

La situación económica se vuelve más delicada cuando el declive de los mercados internacionales ejerce presión sobre el sector externo del país, como sucede actualmente con la recesión existente en los principales mercados Europeos, el menor crecimiento de la economía china y la expectativa de una menor inflación internacional que presione al alza los precios de los principales Commodities de exportación ante la reversión de los programas de expansión monetaria de la FED y el incremento de la tasa de referencia. Los ingresos por ventas externas de bienes primarios tienden a decaer profundamente generando un parate más pronunciado sobre la producción industrial y acentuando, de esta manera, los efectos sobre los incrementos de precios. Los ingresos obtenidos por el Estado se ven afectados no sólo directamente por los menores tributos obtenidos del comercio exterior sino también indirectamente por la merma de la actividad económica. El superávit comercial, que dio lugar al superávit fiscal inicial, tiende a revertirse conllevando a un déficit fiscal.

Existe una elevada correlación entre las exportaciones e importaciones argentinas. En la medida que las exportaciones crecen, las importaciones, principalmente industriales, tienden a crecer.

En resumen, encuadrados en este contexto, el déficit fiscal resulta una consecuencia de la retracción del sector externo y de sus efectos sobre la actividad industrial. Por lo tanto, su posterior monetización actúa más como un mecanismo de propagación y profundización del proceso inflacionario que como principal causante del proceso mismo. Es por eso que los programas de ajuste fiscal no constituyen una solución a los principales problemas que provocan inflación sino más bien actúan restringiendo su proliferación, y el impacto positivo sobre la misma sólo tiene lugar como consecuencia de la gran recesión que tienden a generar.

El menor poder de compra de las exportaciones termina afectando las cuentas del Estado por la menor actividad económica propiciada por la falta de insumos importados; y este menor crecimiento de los ingresos fiscales se corresponde con la evolución de determinadas partidas del gasto que acompañan los niveles inflación vigentes.

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Alfonso Prat-Gay, ministro de Hacienda, centra su análisis en la cuestión fiscal.
Imagen: Leandro Teysseire
 
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