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Domingo, 14 de agosto de 2011

OPINIóN › REFLEXIONES SOBRE LA CRISIS MUNDIAL

Concentración y distribución regresiva

 Por Miguel Teubal *

A comienzos de este milenio, la crisis argentina fue interpretada como una del neoliberalismo. La actual crisis mundial también puede ser considerada consecuencia de políticas neoliberales. La flexibilización de mercados laborales, las desregulaciones del sector financiero, privatizaciones, la apertura al exterior, los ajustes en salud, educación, vivienda, son todas medidas inducidas en el marco del neoliberalismo económico. Se trata de iniciativas que privilegian a grandes empresas transnacionales, fundamentalmente a las del sector financiero, en detrimento de los trabajadores, de la mediana y pequeña empresa, y actividades vinculadas con servicios públicos, como los de salud, educación. En última instancia, y esto es su marca esencial, se trata de políticas profundamente regresivas en materia de distribución de los ingresos: promueven una enorme concentración económica y del poder en pocas manos, por una parte, y la desarticulación de los vestigios del todavía existente Estado benefactor que favorecía a la mayoría de la población asalariada y de bajos ingresos, por la otra.

Las políticas neoliberales tienen sus consecuencias. La regresividad creciente induce al estancamiento económico. Ello ha sido destacado por numerosos economistas heterodoxos: una política de bajos salarios genera indefectiblemente una “crisis de realización”, cuando la producción no puede ser vendida por falta de demanda. Según los economistas neoliberales, la forma de abordar este problema, sin modificar la esencia del modelo, es promoviendo nuevas actividades financieras. El impulso dado a ese tipo de actividades en años recientes es una de sus consecuencias. Tiene su razón de ser en la necesidad de encontrar nuevos desemboques para la actividad económica en general. Se trata de un sistema de creciente endeudamiento.

Sin embargo, cuando las burbujas financieras (capital ficticio) aumentan mucho más que la actividad real de la economía, se genera lo que el economista heterodoxo Hyman Minsky denominó “una creciente fragilidad financiera del sistema en su globalidad”. La perspectiva de que estas burbujas estallen se hace cada vez más factible. Y es esto lo que estamos presenciando en la actualidad. Las crisis de los últimos años comienzan con el sector financiero. La actual comenzó con la crisis del subprime en los Estados Unidos y rápidamente se extendió a Europa. Por diversas razones, en los países de Europa creció el endeudamiento de particulares, empresas y los Estados nacionales. En Grecia, Letonia, Islandia, y también en Irlanda, Portugal, Italia, la deuda externa va creciendo, superando en algunos casos el PBI a nivel nacional. Abordar la crisis con grandes ajustes a nivel interno a fin de obtener nuevos préstamos multimillonarios conlleva a su profundización, ya que tales medidas no son anticíclicas. Lo único que se puede esperar con lo que está pasando en el Viejo Continente y en los Estados Unidos es una profundización de la crisis, con la desocupación alcanzando altos niveles. El panorama no augura nada bueno para el futuro de estas regiones. No es de extrañar entonces que en este contexto surjan y se extiendan los movimientos de “indignados”

* Economista, investigador superior del Conicet-UBA.

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