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Domingo, 15 de marzo de 2015

ESCENARIO › CRECIMIENTO DEL TURISMO INTERNO

Democratizar el ocio

 Por Diego Rubinzal

Los elevados niveles de ocupación hotelera en plazas turísticas dieron cuenta de un verano excepcional. Los datos preliminares proyectan un incremento interanual cercano al 7 por ciento para toda la temporada estival. La costa atlántica, Córdoba y la Patagonia fueron los destinos con mayores porcentajes de crecimiento. Los funcionarios del Ministerio de Turismo de la Nación estiman que, en el período diciembre 2014-marzo 2015, se registrarán 30 millones de arribos a las principales localidades turísticas del país. El dinámico turismo interno fue uno de los ítem destacados por la Presidenta en su discurso de apertura del 133º período de sesiones ordinarias del Congreso nacional. Cristina Fernández de Kirchner señaló que el crecimiento “exponencial” era “producto de las paritarias, la inclusión y actualización jubilatoria y del poder adquisitivo de los salarios”. Además, la mandataria aprovechó para destacar la performance de Aerolíneas Argentinas, que pasó “de la bancarrota absoluta” a un fuerte incremento en vuelos (102 por ciento), pasajeros transportados (80 por ciento) e ingresos (71 por ciento). Un dato muy auspicioso es que, en los últimos años, se produjo un sostenido aumento turístico de las franjas poblacionales de menores ingresos. El ministro Enrique Meyer destacó que la brecha social vacacional (cantidad de viajes de familias de mayores ingresos versus menores ingresos) descendió de 11 (año 2006) a 4 veces (2012).

La democratización del ocio fue una de las características distintivas de los dos primeros gobiernos peronistas. “La política turística no fue un elemento secundario en la planificación peronista, sino que constituyó un aspecto significativo y explícito. Se centró no sólo en lo que concierne a la ampliación de la infraestructura y la capacidad hotelera, sino que también incluyó estímulos para el desplazamiento masivo, desde descuentos en tarifas de transporte hasta la organización del turismo popular y/o social administrado por el Estado, los sindicatos y la Fundación Eva Perón”, sostiene Gabriel Comparato en su trabajo Matices populistas: la política turística de Getulio Vargas (1937-1954) y de Juan Domingo Perón (1946-1952). Así, los veraneantes en Mar del Plata pasaron de 380.000 (año 1930) a 1.400.000 personas (año 1955).

El golpe de Estado de 1955 avanzó en la desarticulación del turismo social. Oscar Fernández Balzano relata en El turismo en la República Argentina. Desde la Fundación Eva Perón hasta la creación de una secretaría específica que “se quemaron sábanas, frazadas, alfombras, cortinas... por el solo hecho de llevar el sello ‘Fundación Eva Perón’. La depredación llegó incluso a las unidades de alta montaña: Puente del Inca y Las Cuevas, donde se llegó a tirar al río Mendoza vajilla y cristalería importada de Finlandia y Checoslovaquia”. El posterior gobierno de Onganía intentó transferir infructuosamente los hoteles nacionales de turismo (en Corrientes, Paso de los Libres, San Luis, La Rioja, Catamarca, Andalgalá, Ancasti, Villa de Soto) por ser altamente deficitarios. Más allá de los retrocesos, la “democratización del ocio” había llegado para quedarse.

En los setenta, el historiador Félix Luna bautizó como “neoturismo” las crecientes prácticas de viaje de muchos jóvenes a explorar destinos no convencionales. Un estudio oficial de 1970 revelaba que el 10 por ciento de los jóvenes (entre 18 y 24 años) radicado en Buenos Aires, Córdoba, Mendoza y Rosario había vacacionado “sin la compañía de miembros de su familia”. El trabajo respaldaba la hipótesis de la incipiente ruptura del paradigma de las vacaciones familiares. El impulso que movía a los mochileros era su “deseo de conocer su país, asumirlo como propio y tratar de cambiarlo”, señalaba Luna. La investigadora Valeria Manzano sostiene en “Argentina Tercer Mundo: Nueva izquierda, emociones y política revolucionaria en las décadas de 1960 y 1970” (Revista de Desarrollo Económico Nº 212) que “miles de jóvenes se lanzaron al camino, muchas veces en búsqueda de encuentro directo con la Argentina Tercer Mundo. Mientras que esos encuentros tomaron diversas formas de circuitos turísticos, muchos jóvenes canalizaron su “deseo de tratar de cambiar el país” mediante el despliegue de trabajo social y político en áreas empobrecidas, cercanas o lejanas a sus lugares de origen. Viajes y trabajo social fueron, en muchas ocasiones, prácticas complementarias... (que) ayudaron a afianzar el tercermundismo como un componente clave de la cultura política revolucionaria en la década de 1970”.

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