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Domingo, 21 de febrero de 2016

ESCENARIO › UNIóN INDUSTRIAL ARGENTINA

Pasado y presente

 Por Diego Rubinzal

“La Argentina está aislada del mundo” fue una de las consignas centrales de la campaña electoral macrista. Los datos del comercio exterior (intercambio comercial muy superior al de la década del noventa) o la activa participación argentina en diferentes foros internacionales (el G-20, las distintas instancias de integración latinoamericana, designándola para ocupar la vicepresidencia del GAFI Latino desde el 2016,) desmienten ese eslogan. La declamada “integración al mundo” es un eufemismo utilizado para promover una estrategia económica asentada en la liberalización comercial y financiera. Ese camino refuerza la especialización productiva centrada en producción primaria, manufacturas de origen agropecuario y algunos commodities industriales.

En la página web del más importante think tank macrista (Fundación Pensar), las propuestas referidas al desarrollo industrial brillan por su ausencia. Las únicas referencias disponibles aluden al sector agroindustrial. En esa línea, el presidente Mauricio Macri manifestó que “tenemos que dejar de ser el granero del mundo para pasar a ser el supermercado del mundo”.

Las medidas anunciadas por el mandatario en la Conferencia Industrial de la UIA (eliminación de derechos de exportación, supresión de las declaraciones juradas anticipadas de importación (DJAI), desmantelamiento del régimen de información de precios, producción y rentabilidad dispuesto por el anterior secretario de Comercio) fueron bien recibidas por la cúpula fabril. Por el contrario, las pequeñas y medianas empresas (calzados, textiles y metalúrgicos) observaron con recelo la eliminación de las DJAI.

El conglomerado de empresas que integra la entidad fabril es muy heterogéneo. Por otro lado, la UIA tiene distintas categorías de socios (plenarios, activos, adherentes y honorarios). Los representantes de los socios plenarios y activos integran la asamblea. La categoría de socios activos comprende a entidades gremiales empresarias de primer grado. Por su parte, las entidades de segundo grado son socios plenarios. En ese sentido, Ramiro Coviello explica en El posicionamiento de la Unión Industrial Argentina durante el conflicto agropecuario de 2008 que “muchas de las grandes empresas ligadas con el sistema de los agronegocios... hallan múltiples vías de representación en la UIA. Algunas, como Molinos Río de la Plata y Cargill, participan incluso en varias cámaras con representación en la asamblea de la UIA, de modo tal que, si imponen en cada una de ellas su posición, multiplican su voz en el órgano máximo de la entidad”.

El año pasado, la designación del nuevo Presidente –Adrián Kaufmann (gerente de Relaciones Institucionales de Arcor)– provocó algunos forcejeos. Esa movida fue leída como una apuesta fuerte de la Asociación de Empresarios Argentinos (AEA) liderada por el eje Arcor-Techint-Clarín. La historia de la UIA se remonta a su creación en 1887 (cuando se unieron el Club Industrial y el Centro Industrial). Su trayectoria nunca fue lineal pero siempre primó un fuerte rechazo al intervencionismo estatal. Por ejemplo, se opuso al anteproyecto de Ley Nacional de Trabajo impulsado por el ministro de Interior de Roca, Joaquín V. González, a partir del célebre Informe Bialet Massé. El argumento corporativo fue que se trataba de una “extrema” intromisión estatal. La entidad fue férrea opositora de la política laboral impulsada por el coronel Perón. En las elecciones de 1946, la UIA financió la campaña electoral de la Unión Democrática. La investigadora María Cecilia Miguez sostiene en La Unión Industrial Argentina y el gobierno de Illia. Los sectores civiles y el golpe de estado de 1966 que la institución tuvo “un origen elitista vinculado a sectores tradicionales del país, y mantuvo posiciones liberales, ya que el control de la entidad quedaba en manos de los grandes empresarios que proveían de fondos a la institución, expulsando de algún modo a los pequeños empresarios”.

La periodista María Seoane cuenta en su libro El enigma Perrota que José B. Gelbard planteó a Perón: “lo más aconsejable, General, es armar una nueva entidad empresarial, una UIA nacionalista que ayude al gobierno a implementar el plan económico y social. Pero también es aconsejable que no tenga el rótulo de peronista y que pueda incluir a todos, hasta a los opositores del gobierno”. La Confederación General Económica (CGE), creada en 1953, ocupó ese espacio. Ese año, el peronismo decretó la disolución de la UIA acusándola de violar su condición no política. La autodenominada Revolución Libertadora devolvió la personería jurídica a la UIA y disolvió la CGE.

El politólogo Guillermo O’Donnell sostuvo en El Estado burocrático autoritario. Triunfos, derrota y crisis que, a comienzos de los sesenta, la UIA “estaba integrada por, y voceaba los intereses de, las franjas mono u oligopólicas, y más transnacionalizadas de la industria”. Por esos años, la entidad criticó con dureza la política intervencionista de Arturo Illia. Las principales críticas se centraban en la prohibición a la importación de ciertos bienes de consumo, la aplicación de la Ley de Abastecimiento, la sanción de la Ley del Salario Mínimo, Vital y Móvil y el control de cambios. En su Memoria y Balance 1963-1964, la entidad fabril diagnosticaba que “la mayoría de los factores negativos que disminuyen la eficacia del esfuerzo empresarial derivan de la falsa noción de que la necesidad de asegurar una distribución equitativa de la riqueza es cronológicamente previa a la creación de mayores bienes. En esta equivocada concepción está el origen de las distorsiones sufridas por nuestro desarrollo económico”. El derrocamiento de Illia fue abiertamente apoyado por los representantes de la UIA.

La política económica diseñada por José Alfredo Martínez de Hoz también contó con el respaldo del principal agrupamiento interno de la entidad (el Movimiento Industrial Argentino (MIA) creado en 1975). Más cerca en el tiempo, la UIA apoyó las transformaciones estructurales de matriz neoliberal realizadas por el menemismo. La cúpula empresaria local participó de la “comunidad de negocios” que aprovechó el programa de privatizaciones. La historia reciente es más conocida.

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@diegorubinzal

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