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Domingo, 15 de mayo de 2016

MITOS ECONóMICOS › EMISIóN Y SUBA DE PRECIOS

Pequeña joroba en la inflación

 Por Andrés Asiain

La “exitosa” salida del “cepo” tuvo entre sus consecuencias una fuerte devaluación del dólar oficial. La mayor cotización de la moneda norteamericana aceleró la inflación dando por tierra con la profecía de campaña de Prat Gay según la cual, la devaluación no debía impactar en los precios dado que ya estaban ajustados al valor del paralelo. Ante la evidencia, el ministro de Hacienda intentó minimizarla señalando que se trataba de “una pequeña joroba en la inflación”. En palabras del conductor del equipo económico: “Capaz no es la sensación que tiene uno cuando va al almacén, pero nosotros estamos viendo que el salto de la inflación por la salida del cepo ya lo hemos superado y estamos aterrizando en la primera quincena de enero hacia niveles similares a los que teníamos en septiembre y octubre últimos”.

Los niveles de inflación mensual de septiembre y octubre de 2015 fueron del 1,7 por ciento para la Ciudad de Buenos Aires, y del 2,4 y 1,4 por ciento, respectivamente, para San Luis. Los niveles de inflación de los meses subsiguientes fueron en la Ciudad de Buenos Aires: 2 por ciento noviembre; 3,9 diciembre; 4,1 enero; 4 febrero; 3,3 marzo; 6,5 abril. Para San Luis las subas de precios fueron de: 2,9 por ciento en noviembre; 6,5 diciembre; 4,2 enero; 2,7 febrero; 3 marzo. Los pronósticos para mayo no bajan del 3 por ciento. De esta manera, la “pequeña joroba en la inflación” que observaba Prat Gay en enero es indicador de un grave problema oftalmológico del ministro. El mismo es consecuencia del uso indebido de anteojeras ideológicas ortodoxas, que suelen ocasionar un daño irreversible para el análisis de las causas de las subas de precios.

Para el actual equipo económico, la inflación es un fenómeno monetario ocasionado por el financiamiento del déficit público mediante la emisión monetaria. Bajo ese dogma, la política del Banco Central de sacar billetes de circulación mediante la colocación de Lebac junto al financiamiento parcial del déficit con deuda externa, debían ser suficientes para controlar la inflación. Sin embargo, los precios argentinos no se dejan domar fácilmente y hacen caso omiso de esas teorías monetarias por más respaldo académico y mediático que tengan. Así, en lo que va de la gestión PRO la base monetaria disminuyó un 3 por ciento en términos nominales, mientras que los precios se incrementaron un 25 por ciento en el mismo lapso.

La aparente paradoja de una inflación en ascenso con una emisión en descenso se resuelve cuando se dejan de lado las anteojeras monetaristas y se utilizan los más apropiados lentes estructuralistas. Bajo ese prisma, especialmente diseñado para la observación de subas de precios en países latinoamericanos, la inflación en Argentina tiene desde hace varios años un fuerte componente inercial. Esto es, que los contratos de alquiler, de crédito, las negociaciones salariales, acuerdos con proveedores, entre otros, incorporan cada año un piso de inflación correspondiente a los aumentos observados en los últimos meses que, de esa manera, se proyectan hacia el futuro.

La inflación inercial se eleva cuando se producen saltos repentinos en precios claves de la economía, como las recientes subas del dólar, naftas y tarifas de servicios públicos. Si la consecuente aceleración inflacionaria es incorporada en los nuevos contratos de alquiler, de créditos, salariales y de proveedores, se transforma en un nuevo piso inflacionario más elevado que se proyecta hacia el futuro. De esa manera, la “joroba” en la inflación nunca se produce y los jorobados somos los consumidores argentinos.

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