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Domingo, 3 de marzo de 2002

EL SISTEMA FINANCIERO EN PROCESO DE AUTOLIQUIDACION

El bocado de un banco nacional

La extranjerización agudizó la crisis y no fue su amortiguador, como se propagandizó en los 90 desde el Banco Central. Pese a esa experiencia, se alienta la venta del Galicia a la banca del exterior.

Por Javier Artig

El sistema financiero tal como está, moldeado durante la década del 90 con la matriz ultraliberal del CEMA, está agonizando. Contra lo que se cree y frente al discurso dominante irradiado desde la city, la extranjerización y concentración de la banca ha agudizado la crisis. Y no sólo ha profundizado la debacle, al alentar la fuga y a girar todos los dólares posibles a sus casas matrices con la cancelación de líneas externas y remisión de utilidades, sino que ha reclamado y defendido el corralito, que no es otra cosa que el acta de defunción del sistema. El drenaje constante de depósitos y al mismo tiempo la cancelación de créditos han definido un proceso de autoliquidación de los bancos, con consecuencias devastadoras para la economía.
Desde la instauración del corralito, en los últimos tres meses los bancos han perdido unos 7000 millones de depósitos, mientras que la columna de préstamos al sector privado ha descendido alrededor de 3000 millones, debido a la cancelación de cuotas o directamente el pago total de créditos (varias empresas líderes aprovecharon la oportunidad de aplicar bonos públicos desvalorizados tomados al ciento por ciento para pagar deudas). La diferencia, unos 4000 millones, corresponde a una activa asistencia financiera del Banco Central vía pases y redescuentos a las entidades en ese período. Este es el costo que asume el fisco en ese proceso de autoliquidación del sistema que, en definitiva, implica una estatización de facto. Según los últimos datos disponibles, el auxilio del Central a los bancos asciende a unos 15 mil millones, socorro que va creciendo a un ritmo de 1500 a 2000 millones mensuales.
Ante esa dinámica de autoliquidación y estatización de hecho del sistema financiero resulta un absurdo o una picardía cómplice, según cómo se mire, la indiferencia del Gobierno al destino final del Banco Galicia. La célula activa del CEMA que quedó en el Banco Central, que domina la estratégica superintendencia de bancos, manejada por la dupla Guillermo Lesniewier y Alejandro Henke, impulsa la ambición del británico HSBC para quedarse con el Galicia. Uno de los máximos ejecutivos del HSBC es Emilio Cárdenas, abanderado de la dolarización, en la misma línea del cemista Pedro Pou.
Acentuar la extranjerización del sistema, sea con el HSBC o con cualquier otra entidad del exterior, se parece a ese torpe que tropieza dos veces con una misma piedra y se pone contento. Sería un premio exagerado, para no decir injusto, para una banca que violó el contrato con sus clientes, al no devolver en la moneda original (dólares) los depósitos, escudándose en las restricciones establecidas por el Estado con el corralito, cerco reclamado por ella misma. Las casas matrices de esos bancos se hicieron las distraídas por la suerte de sus filiales argentinas.
Con el saldo de la experiencia de la extranjerización de los 90, dejar que el Galicia termine en manos de bancos del exterior resulta, por lo menos, una imprudencia de política económica.

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