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Sábado, 4 de diciembre de 2004

ENTOMOLOGIA: LAS HORMIGAS TACURUES Y SUS CONSTRUCCIONES MAGNIFICAS

Ingenieras del suelo

Por Viviana Serantes

Un tacurú es un hormiguero de tierra dura, de hasta dos metros de altura y que puede llegar a permanecer en pie 25 años en campos abandonados. La hormiga que lo construye, la Camponotus Punctulatus, es nativa de Argentina y en el nordeste es habitual observarla a los costados de las rutas. Lo cierto es que por la densidad de sus nidos ocasiona serios problemas a los productores agrícolas con graves pérdidas económicas.
En la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), dentro del Programa de Investigaciones en Interacciones Biológicas se desarrolla el proyecto sobre “La colonización y control ecológico de las hormigas formadoras de tacurúes, Camponotus Punctulatus, en arroceras recientemente abandonadas en Argentina” en busca de una solución. La bióloga Patricia Folgarait dirige el equipo que investiga las posibles causas de la “explosión tacurú”, con el propósito de encontrar un plan de manejo que prevenga su aparición sin necesidad de utilizar productos químicos. Si bien la hormiga es nativa de la zona, sus nidos nunca fueron tan numerosos ni tan grandes.

VOLCANES ORGANICOS
Los tacurúes, debido a las características de la tierra de la región, adquieren al secarse una dureza increíble que los hace muy resistentes a la rotura mecánica. Tener que destruir esos hormigueros tan altos y tan duros con maquinaria especializada eleva a tal punto los costos que los beneficios del cultivo se ven drásticamente disminuidos. De esta manera, los productores deben resignarse exclusivamente a la ganadería una vez que las hormigas los invaden. Por su parte, los grandes productores agrícolas prefieren utilizar nuevas tierras antes que invertir en la reparación de las máquinas. Y así, el tiempo pasa con el agravamiento del problema. Los tacurúes ahí quedan y son eliminados lentamente sólo por los agentes erosivos y los animales.
Al tomar conciencia de que el control de los tacurúes existentes era una batalla perdida, el equipo de la UNQ se orientó hacia la búsqueda de un método preventivo. La etapa clave de la investigación pasó a ser el momento en que el campo deja de ser cultivado y las hormigas pueden invadirlo. Lo único que sabían al empezar era que esta hormiga construye los tacurúes de hasta 1,10 m de altura y 2 m de diámetro, y que parecían explotar demográficamente en los predios agrícolas apenas se suspendían los cultivos. El término “explosión” nunca fue mejor utilizado, ya que la densidad de los nidos se eleva hasta 2000 nidos por hectárea en los campos que fueron utilizados para el cultivo de arroz, mientras que en otros campos la densidad es de 40 nidos por hectárea. Para la construcción de sus hormigueros, las Camponotus utilizan tierra que remueve de la superficie del suelo.
Dentro del hormiguero se distinguen tres zonas: corteza móvil, centro del tacurú y una base. Los tacurúes tienen una concentración alta de materia orgánica y nutrientes que pueden aprovechar las plantas, y a medida que un tacurú crece se da una sucesión vegetal que finaliza con una inmensa comunidad de plantas. Así es como los tacurúes se transforman con el tiempo en verdaderos ecosistemas albergando a comunidades de microorganismos.

CHIQUITA Y FURIOSA
La hormiga Camponotus comparte muchas de sus características con las hormigas exóticas que invaden comunidades preestablecidas. Curiosamente, es una hormiga omnívora (aunque no se alimenta de hojas) y es muy competitiva. Y aunque en colonias maduras hay una sola reina, se hanregistrado casos de nidos de reciente formación con varias. En realidad, parece ser que esta hormiga es la única especie que ha encontrado una ventaja ante un disturbio agrícola en la zona. El primer planteo de la investigación fue que la existencia de ciertas condiciones del suelo favorecerían su establecimiento, pero no el del resto de las hormigas ni la macrofauna del suelo. La ingeniera Norma Gorosito realiza actualmente su doctorado en este tema con un experimento manipulativo a largo plazo en Corrientes. La investigadora partió de la pregunta respecto de cuáles son las condiciones ambientales que permiten que esta especie de hormiga pueda alcanzar niveles de densidad de hasta 2000 nidos por hectárea en suelos que son utilizados para el cultivo de arroz cuando lo habitual es 40/70 nidos por hectárea.
Gorosito investigó si existe algún impedimento físico, químico o biológico que frene la colonización del resto de los “ingenieros del suelo”. También realizó un censo de nidos durante la campaña de invierno de 2000, en una parcela experimental. Para investigar esta problemática planteó la evaluación de numerosos parámetros de suelo en un experimento a campo (9000 m2) con cinco tratamientos que pretenden alterar las restricciones físicas y químicas del suelo.
Por otro lado, Folgarait, en colaboración con el grupo de investigación del doctor Patrick Lavelle del IRD-Bondy de la Universidad de París VI, realizó un estudio comparativo de predios ex agrícolas con diferentes edades de abandono y un análisis descriptivo detallado de las características físicas y químicas del suelo y su macrofauna. Hasta ahora se comprobó que no hay limitaciones de colonización, físicas o químicas para la macrofauna que invadió los predios post-agrícolas, aunque la comunidad sigue una sucesión diferente a la registrada en los suelos sin disturbar.
Mientras tanto, la estudiante Romina Martínez Ruiz Díaz encaró el problema desde otro ángulo y se planteó si esa ventaja ante el disturbio se manifiesta en el comportamiento de la especie durante la invasión. Si este estudio descubre el mecanismo de invasión, eso sugerirá una forma de detener esa invasión que provoca grandes pérdidas económicas a nuestro país.

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La invasión de tacurues puede llegar hasta 2000 nidos por hacienda en corrientes.
 
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