futuro

Sábado, 23 de septiembre de 2006

“¿Y TU QUE SABES?”

Injuria cuántica

 Por Federico Kukso

Olvidarse del argumento, de los actores y de las circunstancias de una película suele ser más la regla que la excepción. Aun así, hay algo que perdura: una especie de huella perceptiva empujada por la sensación que para bien o para mal despierta todo film. Ocurrió desde los orígenes del cine hace más de cien años y ocurrió con la trilogía Matrix que, quiérase o no, llamó más la atención por poner en tela de juicio el carácter real de la realidad que por sus efectos especiales de última tecnología. La disrupción fue tal que, además de legiones de fans (y detractores), produjo un tendal de documentales que recogieron el tema científico-filosófico-psicológico-existencialista y ahondaron en él, cada uno a su manera. Uno de estos documentales, y tal vez el que más hizo ruido, es ¿Y tú qué sabes? (o en el original, What the Bleep Do we Know?) de William Arntz, Betsy Chasse y Mark Vicente, originalmente del 2004 y recientemente estrenado en la Argentina.

Mezclando la estética del documental (o más bien, el “docudrama”) con la de los comerciales informativos, ¿Y tú qué sabes? cuenta la historia de la fotógrafa Amanda (Marlee Matlin) que sufre una crisis de vida y se interna en una experiencia tipo Alicia en el país de las maravillas, en la cual cuestiona las bases de su realidad. Más bien, el argumento sirve de excusa para un desfile de físicos, neurólogos, biólogos, psíquicos y “maestros espirituales” (que aparecen sin especificar su nombre y especialidad hasta el fin de la película), quienes abogan por un “cambio de paradigma”: dejar de pensar que el mundo exterior es más real que el interno y comenzar a creer que lo que ocurre adentro de uno creará lo que ocurra afuera. Tesis como ésta no hacen más que acentuar la veta new age de este atisbo de docudrama, aquella que asegura siempre, como marca de distinción, cierto sentimiento reconfortante, plácido y esperanzador en el espectador. Pero a diferencia de otros autores de esta corriente (como los siempre sospechosos Deepak Chopra u Osho), los guionistas de esta película abrazan cierto discurso cientificista que encuentra en la física cuántica su disparador. Sin explicarla nunca del todo, los entrevistados (algunos serios, otros ridículos) se basan en ella para especular una respuesta tentativa a las preguntas básicas del tipo ¿quiénes somos?, ¿qué es la realidad?, ¿qué son los pensamientos?, ¿quién/qué es Dios?, ¿qué son las emociones?, ¿qué es el alma?, ¿por qué estamos aquí?, etcétera.

El resultado, en verdad, es más dispar que instructivo. Sobre todo cuando, como todo documental, incita a creer sí o sí en una verdad, suposiciones alentadoras como que “uno es el creador de su propia vida”, “que los pensamientos cambian la realidad”, “que el sufrimiento no es más que una adicción”, que la “meditación transforma al mundo” o que “la felicidad es sólo una decisión”, enunciados marketineros entrelazados con otros más científicos como saber que para el cerebro no hay diferencia entre lo que se ve en el entorno y lo que recuerda, la hipótesis del universo-holograma, los universos alternativos, que el cerebro procesa 400 mil millones de bits de información y sólo está consciente de 2 mil, y el misterio de la dirección del tiempo. Enunciados lo suficientemente interesantes como para recordar y olvidar todo el resto.

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