futuro

Sábado, 6 de septiembre de 2008

BIOTRATAMIENTO DE LOS SUELOS

Limpiando la casa

Un fantasma corpóreo recorre el mundo: la contaminación. Aire, mares, ríos, arroyos, lagos, suelos, nada escapa a ese ubicuo espectro. Tres de los cuatro elementos que para los antiguos formaban todas las cosas están, de algún modo, contaminados. Por ahora, sólo se salva el fuego. ¿Es irreversible este statu quo ambiental?

 Por Juan C. Benavente

La contaminación es, más bien, un problema moderno, con toda la carga histórica y sociológica del término. ¿Pudo haber un camino más limpio para la industrialización? En un mundo sin vida sería incomprensible la noción de desperdicio. Toda forma de vida genera desperdicios.

La naturaleza posee la capacidad de autodepuración y biodegradación de compuestos, dependiendo de la cantidad y tipos de desechos. Pero sobrepasada en esa capacidad, ya no puede hacer sola la limpieza. Le toca al hombre arremangarse y aplicar el desarrollo que contaminó para revertir, en parte, el problema.

En la realidad dialéctica, la otra cara de la moneda tecnológica proporciona remedios eficaces para resolver algunos problemas de contaminación. A partir de la observación y la experimentación, surgieron novedosas técnicas para degradar petróleo o sustancias complejas en otras más simples, extraer metales pesados de lodos de ríos y arroyos, y concentrar materiales radiactivos en hongos y plantas.

DE BICHOS Y FLORES

La biorremediación, un área prometedora de investigación y desarrollo creciente de la biotecnología, aprovecha la capacidad de los microorganismos y las plantas de metabolizar, como parte de sus procesos vitales, sustancias y compuestos contaminantes. Así de sencillo. Ahora bien: ¿Es cuestión de largar unos miles de millones de bacterias desaforadas al río, o de plantar tomates o álamos y listo? En ese aspecto, la cosa no es tan fácil.

Cualquier diseño de sistemas de biotratamiento implica una serie de etapas de trabajo: investigar y caracterizar la contaminación, analizar y elegir las medidas biocorrectivas más convenientes, efectuar el control y el seguimiento de los procesos y evaluar los resultados. Además, para asegurar el crecimiento adecuado de los microorganismos descontaminadores, deben darse las condiciones ambientales (temperatura, oxígeno, nutrientes) propicias. De hecho, para mejorar o hacer más eficiente la degradación de los contaminantes se están desarrollando microorganismos y plantas modificados genéticamente.

Según la “materia prima” utilizada en los procesos de descontaminación y detoxicación (conversión de moléculas tóxicas en no tóxicas), se puede hablar de fitorremediación si se usan plantas o árboles –incluso algunas especies comunes como el álamo, el sauce o el girasol–; remediación microbiana, si los agentes son bacterias y hongos; y degradación enzimática si el limpiador consiste en enzimas (proteínas que facilitan y aceleran reacciones químicas) producidas por bacterias.

Ahora bien: ¿cómo hacen su trabajo estos superagentes biológicos? Tomando por caso la remediación microbiana, los microorganismos limpiadores (autóctonos o injertados en el medio) ingieren contaminantes para obtener el carbono, vital para su metabolismo. Además, consumen otros nutrientes (como fósforo y nitrógeno) presentes en el ambiente o adicionados para favorecer su crecimiento, técnica conocida como bioestimulación o fertilización.

Estos “glotones” microscópicos transforman los contaminantes de un modo natural; el banquete produce una degradación parcial, denominada transformación, de sustancias complejas en simples, o una mineralización, conversión de compuestos orgánicos en inorgánicos, quedando agua y dióxido de carbono.

LA INFANTERIA ECOLOGICA

Existe una amplia variedad de microorganismos que pueden acometer la depuración del entorno. Ciertos tipos de bacterias (microorganismos unicelulares), hongos y algas son los principales cruzados contra el petróleo y sus derivados (tolueno, benceno, entre otros). Algunos microorganismos, incapaces de degradar los metales pesados como uranio y cadmio, tienen, sin embargo, la capacidad de concentrarlos para luego facilitar el confinamiento y eliminación del contaminante.

Las bacterias más antiguas vivieron cuando la Tierra era la “morada de Lucifer”, hace casi 3900 millones de años. Desde entonces, mutaron y se multiplicaron bastante más que los panes y los peces bíblicos. En la góndola planetaria hay para todo gusto y ocasión: desde el uso letal en armas químicas (como el ántrax) hasta el aprovechamiento para limpiar el ambiente, la oferta es grande.

Algunas bacterias utilizadas en biorremediación son denominadas extremófilas, pues viven en condiciones extremas de temperatura, presión, radiación o ambientes ácidos, insoportables para otros seres vivos. Un buen ejemplar de esta familia es el Acidithiobacillus, del ejército biorremediador, exenta de modificaciones genéticas por ahora, cuyo prontuario indica: bacteria acidófila (crece en medios ácidos); oxido compuesto de azufre (thio); y tiene forma de bastón (bacilo).

La variante ferrooxidans fue identificada en 1947 en unas minas españolas como la responsable de la excesiva degradación de los elementos metálicos de las instalaciones.

CON LOS PIES EN EL BARRO

Los fatigados cursos de agua del Area Metropolitana (CABA y conurbano) son receptores de aguas residuales sin tratamiento, provenientes de establecimientos industriales, vuelcos clandestinos y escurrimiento pluvial, entre otros. Si bien el Riachuelo se lleva todos los galardones de contaminación, otros tienen reservado un lugar en el podio. Uno de los problemas derivados de ello es la altísima concentración de metales nocivos en los lechos, por ejemplo el cromo, producto de desecho de las curtiembres.

Frente a esta situación, los científicos opinan que la tecnología de recuperación de metales a partir de residuos y lodos puede llegar rápidamente a la implementación industrial, claro está, considerando puntualmente cada caso. El optimismo descansa, entre otras razones, en la factibilidad de extrapolar procesos de biolixiviación utilizados en minería (tecnología que usa bacterias para facilitar la extracción de metales de los minerales) en la recuperación de metales en residuos.

Aplicando este proceso, es posible el tratamiento previo de los lodos a fin de reducir la carga de metales tóxicos y luego proceder a la disposición final, incluso como fertilizantes para uso agropecuario. En el sector del río Reconquista que atraviesa el partido de San Martín, investigadores de la Unsam (Universidad Nacional de San Martín) toman muestras cuatrimestrales de agua y sedimentos y analizan el contenido de metales, la biodisponibilidad (recuperación por biorremediación) y los riesgos que implicaría el dragado y la limpieza rápida del río en relación con la liberación de metales pesados.

La paradoja es que en casos como éste, el remedio sería tan malo como la enfermedad, pues si los sedimentos se dragan y disponen en condiciones no confinadas podrían liberar metales y acisdificar la zona. En cambio, en condiciones controladas y cerradas, el sedimento se puede remediar “naturalmente”. ¿Surgirán aquí? En otros países ya existen emprendimientos de plantas piloto para el tratamiento de barros originados en la depuración de residuos cloacales.

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EQUIPO DE LA UNSAM REALIZANDO UN TRABAJO DE CAMPO EN EL RIO RECONQUISTA.
Imagen: Prensa UNSAM
 
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