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Sábado, 17 de octubre de 2009

PALEOANTROPOLOGIA: LA HISTORIA SIN FIN

Ardipithecus ramidus, un nuevo tipo de ancestro

Primero fue Lucy, después otro, después otro, y ahora el buen Ardi, que viene a chusmearnos algunas cosas más sobre nuestro no tan limpio linaje. Mezclas y dudas, ramificaciones que se pierden en la noche de los tiempos. Ardi es un millón de años más viejo (¿o más joven?) que Lucy y nos cuenta cosas distintas. Futuro quiere a los fósiles. Le encantan. Muestran una y otra vez que no somos sino una rama lateral de una evolución que nos ignora. Aquí, Ardi.

 Por Martin Cagliani

La ciencia suele arrojar descubrimientos cada tanto, que cambian todo lo que se venía pensando hasta la fecha sobre algún tópico. Por lo general son pequeños descubrimientos, que luego se van engrandeciendo a la luz de los estudios para confirmarlos, e ir aumentando el conocimiento que aportan. El caso del Ardipithecus ramidus es bastante más espectacular. Primero se descubrió un diente que llenaba de dudas a la comunidad paleoantropológica, seguido por un silencio de radio que duró 17 años. Luego de no saber nada sobre este enigmático homínido, explota la bomba con once artículos científicos y un video publicados al mismo tiempo que patean el tablero de la evolución humana.

Para que nos hagamos una idea, este fósil es el más antiguo de la rama evolutiva humana. Tiene 4,4 millones de años, y representa algo totalmente nuevo.

PATEANDO EL TABLERO EVOLUTIVO

Hasta ahora entre nuestros ancestros había tres tipos de adaptaciones, estaban los Australopitecos gráciles, los Australopitecos robustos y los humanos, dentro de los cuales ubicamos no sólo a los Homo sapiens, sino a sus ancestros, el Homo erectus y el más antiguo Homo habilis.

Los australopitecos eran los más antiguos y primitivos, eran todo lo que uno se podía imaginar para un ancestro de los humanos. El más famoso australopiteco es una mujer, Lucy, con 3,2 millones de años, que era bastante parecida a un chimpancé, sólo que tenía pies similares a los nuestros, o sea, más adaptados al caminar bípedo.

Así los paleoantropólogos creían que si íbamos más lejos en el tiempo, encontraríamos al primate que dio origen tanto a esta rama evolutiva humana, como a la rama evolutiva que derivó en los monos actuales como el chimpancé.

Mayoritariamente se pensaba que ese antepasado común no habría sido muy diferente de los chimpancés actuales, lo que ha llevado al error popular de asumir que descendemos de un mono como los de hoy en día. El Ardipithecus ramidus echa por tierra esa visión, ya que es uno de los más antiguos y más cercanos al antepasado común, y no tiene absolutamente nada que ver con un chimpancé actual.

¿Qué nos dice esto? Que el nuevo fósil era más arbóreo que los monos actuales, que se caracterizan por ser más terrestres, al igual que nosotros y nuestros antepasados del género Homo. Esto permite imaginar que el ancestro común habría sido del todo arbóreo, y habría dado lugar a dos líneas evolutivas diferentes, pero ambas terrestres: una caminó sobre sus dos patas, y la otra no. Ardipithecus caminaba en dos patas, pero no de la forma que lo hacían los australopitecos y nosotros.

LES PRESENTAMOS AL ARDIPITHECUS RAMIDUS

La nueva especie fósil del árbol evolutivo humano fue descubierta entre 1992 y 1994, en Aramis, Etiopía. En total son 110 fragmentos de hueso fósiles, que corresponden a unos 35 individuos. Pero la estrella es el fósil de una mujer apodada Ardi.

Ardi es el individuo más completo y lo es en un grado más que importante, lo que ayudó mucho a conocer cada aspecto de esta nueva especie. Está igual de completo que la famosa Lucy, una Australopithecus afarensis que era la estrella de la paleoantropología hasta la fecha.

Se han recuperado ambos brazos de Ardi, ambas manos, los dos pies, la pierna derecha, parte de la pelvis, unas cuantas vértebras y un cráneo casi completo, con dientes y todo. Un fósil tan completo es algo rarísimo en la paleoantropología; los casos como éste se pueden contar con los dedos de una mano. Muchas veces apenas si se tiene algún diente, o un único fragmento de hueso.

El estudio de estos restos, más los de los otros individuos, les ha permitido a los paleoantropólogos ver a una especie totalmente diferente de lo que se venía observando entre los homínidos, que son los fósiles pertenecientes a nuestra rama evolutiva.

Su rostro era más vertical que el de los chimpancés, o sea más cerca de como es nuestra cara. La mandíbula se muestra menos protuberante que la de un chimpancé, y no tenía dientes incisivos filosos, como la mayoría de los monos actuales. Los dientes de Ardi y sus compañeros también tienen bastante que decir sobre su sociedad.

Es que entre los chimpancés actuales, como en el caso de otros monos, los machos suelen tener los dientes más grandes que las hembras, cosa que no ocurría entre los australopitecos o los humanos. Los Ardipithecus tenían los dientes sorpresivamente menos afilados, y menos diferenciados entre sexos, lo que nos dice que su estructura social no era como la de los monos actuales, sino más parecida a la que tendrían nuestros ancestros más directos.

Otro dato llamativo es que la base del cráneo era corta, lo que le permitía balancearse sobre la espina dorsal. Esto es indicador de que caminaba sobre dos patas. Evidencia apoyada por la forma de la pelvis y de los pies.

Pero estos últimos no eran ciento por ciento los pies de un bípedo, ya que tenían un pulgar oponible, o sea eran más parecidos a una mano que a un pie, lo que le permitía agarrarse a las ramas de los árboles.

Ardi vivía en un medioambiente boscoso, con pequeños parches selváticos densos. Lo surcaban arroyos, y no muy lejos había áreas más abiertas tipo pradera. Pero donde vivió Ardi era un paisaje cerrado, que compartía con animales como loros, búhos, tigres diente de sable, hienas, osos, nutrias, otros primates, y un largo etcétera.

¿COMO SABEMOS TODO ESTO?

Estos datos tan completos son el fruto de 17 años de estudios. En 1994 se dio a conocer el descubrimiento de uno de los dientes de Ardi; por un momento fue el homínido más antiguo, después desapareció y no se habló más de él hasta ahora. Sólo circulaban historias en el mundo de la paleoantropología, pero no se publicó nada hasta que Science incluyó once artículos, resultado de un estudio llevado a cabo por decenas de científicos de todas partes del mundo y diferentes campos de la ciencia.

Es un hecho sin precedentes en paleoantropología. Esos once artículos científicos dan una cobertura completa a la anatomía, el paleoambiente y las interpretaciones evolutivas de Ardi. Se han estudiado los restos fósiles de todas las maneras posibles, y no sólo eso, sino que han estudiado todo el paleoambiente de los yacimientos donde fueron descubiertos, para saber con qué animales convivía y qué tipo de vegetación había.

Todo este trabajo fue coordinado por Tim White, de la Universidad de California, descubridor de los primeros restos. White también formó parte del grupo que descubrió a la otra estrella de la paleoantropología: Lucy.

Se ha escrito por allí que este increíble esfuerzo científico es, para el pequeño campo del estudio de la evolución humana, como si White hubiese estado construyendo un súper colisionador de hadrones como el LHC bajo nuestras narices. Pero esta es la forma en que se hace ciencia, cocinando a fuego lento para hacerlo bien. No como se hizo hace poco con el famoso fósil Ida, el Darwinius masillae, que salió con bombos y platillos para terminar mostrado que no era sino una serie de errores científicos sin evidencias para probar nada de lo que decían.

Como siempre se dice en el campo del estudio de la evolución humana, esto apenas acaba de empezar. Recién se dio a conocer todo lo que estos científicos han descubierto sobre Ardi, ahora es el turno de que otros estudien los resultados y tengan sus propias interpretaciones.

Pero lo que sí sabemos es que Ardi ha llegado para patear el tablero del estudio de los orígenes evolutivos de nuestra especie. Ha cambiado todo lo que se pensaba hasta la fecha sobre cómo sería ese ancestro que dio origen tanto a nuestra línea evolutiva como a la de nuestros parientes los monos...

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