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Sábado, 29 de octubre de 2011

MINERALOGIA: AVENTURAS DEL TUNGSTENO EN LA ARGENTINA

Un pueblo escondido y una mina olvidada

Floreció en la época en que la extracción de tungsteno era rentable. Pasó definitivamente al olvido cuando China copó el mercado mundial. Hoy es una aislada meca para el turismo aventura enclavada en las sierras de Córdoba.

 Por Guillermo Goldes

La zona es agreste y hace honor a su nombre: Cerro Aspero. Se puede llegar a pie o en vehículos todo terreno. Se encuentra unos 60 km al Oeste de la Central Nuclear de Embalse, provincia de Córdoba, y 20 km el Este de la puntana Villa de Merlo. Las instalaciones de extracción y procesamiento de tungsteno de Pueblo Escondido se encontraban en la confluencia de tres arroyos serranos cuyas aguas eran vitales para el lavado de los minerales, que se extraían sin el uso de productos químicos.

En su época de esplendor había en Pueblo Escondido decenas de trabajadores, instalaciones de molienda, concentración y separación de minerales por medios mecánicos, una usina propia, hospital, viviendas para mineros y jefes, teléfono. También un cablecarril de 300 metros de longitud para bajar el mineral hasta la planta y un surtidor de combustibles, entre otras facilidades. Pero no había geólogo. Sí mineros expertos, muchos traídos de Chile y Bolivia.

ILUMINADOS POR EL TUNGSTENO

El tungsteno es raro en la corteza terrestre. En la naturaleza no se lo encuentra puro sino combinado con otros elementos, formando dos tipos de minerales, llamados scheelita y wolframita. La mina del Cerro Aspero proporcionaba wolframita, que contiene hierro, tungsteno y manganeso. La wolframita tiene color negro con aspecto y brillo metálico.

De todos los metales, el tungsteno es el que se funde a mayor temperatura, unos 3410 grados Celsius. También es el que requiere de mayor temperatura para evaporarse: 5930 grados. Como comparación, el hierro se funde a 2100 grados y se evapora a 3300. Eso explica varios de los usos por los cuales el tungsteno aún es codiciado: la construcción de filamentos de lámparas incandescentes, de resistencias eléctricas y electrodos, y de herramientas para corte a altas velocidades, como discos abrasivos y puntas de mechas. Esas aplicaciones generan temperaturas elevadísimas, que se deben soportar sin mella. Una bombita incandescente –de las que ya casi no se comercializan en nuestro país– trabaja a unos 2900 grados Celsius.

UN POCO DE HISTORIA

El geólogo Jorge Sfragulla, de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad Nacional de Córdoba, relata los orígenes de la mina: “El yacimiento fue descubierto en 1894 por Guillermo Bodenbender, uno de los padres fundadores de la geología argentina. Era un geólogo alemán que vino como discípulo de Luis Brackebusch, a quien Sarmiento había traído a la Academia de Ciencias de Córdoba durante su presidencia. Bondenbender vivió 58 años en Argentina y su obra fue amplísima”.

“La mina de Cerro Aspero funcionó desde finales del siglo XIX hasta 1969. Cerró al bajar el precio internacional del tungsteno, mientras al mismo tiempo el mineral de mayor calidad se iba agotando. Pero la sentencia de muerte del yacimiento se dio por la entrada en el mercado mundial del tungsteno de la República Popular China, en la década de 1980. En la actualidad, el 85 por ciento del tungsteno que utiliza la industria mundial proviene de China, un 5 por ciento de Rusia, un 3 por ciento de Canadá, y el 7 restante de un puñado de países. La mayor concentración de minas de tungsteno en el mundo se encuentra en el sureste de China”, agrega Sfragulla. Con algo de nostalgia, recuerda que cuando visitó Cerro Aspero como estudiante, las instalaciones estaban ya cerradas, pero aún intactas. Hoy son una ruina.

Antes del aluvión chino, Argentina era exportadora de tungsteno. En esa época, alrededor del 70 por ciento de la producción nacional provenía de la zona de Concarán, en San Luis, mientras que el 30 restante se extraía de Córdoba.

En nuestro país el mineral de tungsteno se encuentra dispuesto formando “ojos” de algunos centímetros, contenidos en vetas de cuarzo, que es sumamente duro, de hasta un metro de espesor. Por ese motivo la extracción se hacía desde galerías cavadas en la roca, que seguían la veta hasta los 35 metros de profundidad. Se volaban con dinamita. Aún hoy pueden encontrarse algunas galerías con sus bocas abiertas. Por contraste, en China el mineral de tungsteno es arrastrado por los ríos, lo que hace que obtenerlo sea mucho más barato.

En la mayor parte de Europa las minas de tungsteno también cerraron con la irrupción del gigante chino. La última que aún continúa en producción es la de Panasqueira, en Portugal. En los últimos años, el tungsteno comenzó de nuevo a remontar sus precios internacionales debido a restricciones impuestas por China, con lo cual hubo expectativas de reabrir algunas minas. Esa idea no llegó, sin embargo, al Cerro Aspero.

ES LA GUERRA...

Pero el uso por el cual el tungsteno realmente se considera estratégico es la realización de aleaciones de acero muy resistentes al calor y al impacto, para la industria bélica. Por ejemplo, blindajes para vehículos y proyectiles de cañón. La máxima demanda mundial de tungsteno, que dio importante vida al Pueblo Escondido, se produjo durante la Segunda Guerra Mundial. Las grandes vedettes fueron allí los acorazados en alta mar y los tanques en los combates terrestres.

Para que no queden dudas sobre ello, Sfragulla muestra un gráfico revelador: la producción argentina de tungsteno en toneladas a lo largo de los años. Los máximos coinciden con las épocas de grandes guerras: la Primera Guerra Mundial (1914-1918), la Segunda (1939-1945), la guerra de Corea (19501953), la guerra de Vietnam (1965-1975). El máximo absoluto corresponde a la Segunda Guerra Mundial, con más de mil quinientas toneladas al año producidas y exportadas por nuestro país.

Pero todo eso es historia. El Pueblo Escondido cambió su ritmo hace décadas. El afiebrado ajetreo de los mineros en las oscuras galerías dio paso al andar de caminantes en busca de silencio serrano. Y así, el oasis tecnológico que había florecido al son de los tambores de la guerra recuperó su paz.

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