futuro

Sábado, 12 de julio de 2003

HISTORIA DE LA CIENCIA

Robert Hooke, el gran enemigo de Newton

Por Leonardo Moledo

Newton fue, casi seguramente, el científico más espectacular de los tiempos modernos, aquellos que van desde la revolución científica hasta hoy, pero también era una mala persona. O por lo menos, los rasgos de su personalidad sirvieron para oscurecer la memoria (y sin duda la vida) de otras grandes figuras del siglo XVII: una de sus víctimas, y la que quedó probablemente peor parada, fue el químico, astrónomo, físico e incluso geólogo Robert Hooke.
No había, hasta hace poco, pista alguna sobre la apariencia física de Hooke, ya que Newton, cuando presidió la Royal Society (después de la muerte de Hooke), hizo sacar (y seguramente destruir) el único retrato que existía y que estaba precisamente allí, aunque por referencias contemporáneas sabemos que era de constitución débil (debido a la viruela y probablemente a una temprana escoliosis, que permitió a Newton mofarse de él llamándolo “gnomo”), y cuenta la leyenda que hasta veinte años después de la muerte de Hooke, Newton era incapaz de oír su nombre sin ponerse furioso. Como presidente de la Royal Society, rechazó el legado que Hooke había dejado a la Sociedad, y se ocupó de que su biblioteca y aparatos desaparecieran. Sus discípulos se encargaron de que las obras científicas de Hooke se editaran de manera tardía y oscura, y de que su nombre fuera silenciado.
Y sin embargo, Robert Hooke (1635-1703) fue sin duda uno de los científicos más notables de su tiempo, calificado por muchos de sus contemporáneos como “el hombre de más inventiva que haya existido”; sus contribuciones y sus múltiples intereses abarcan varios campos de la naciente ciencia moderna (que tendría, precisamente, en los Principia de Newton, de 1687, su piedra fundacional). Había asistido a la universidad de Oxford (en una condición muy parecida a la que ocupó Newton en Cambridge), donde conoció a Robert Boyle, el gran renovador de la química, y se convirtió en su asistente. Boyle y Hooke desarrollaron la bomba de vacío recientemente inventada y espectacularmente probada por Otto Von Guericke en su célebre experimento de los hemisferios de Magdeburgo en 1657. En 1662 fue nombrado curador de experimentos que semanalmente se ofrecían al público en la recién fundada Royal Society, y poco después ascendió a secretario.
Prácticamente investigó en todos los campos que estaban a su alcance: en su Micrographia de 1665, esbozó una teoría ondulatoria de la luz, en la misma línea de Christian Huygens (y en contra, precisamente, de la teoría corpuscular que desarrolló Newton); en su Esbozo para probar el movimiento de la Tierra, abogó por una teoría puramente mecánica sobre el movimiento de los planetas y la esbozó. No tuvo rival en su época como inventor y diseñador de instrumentos científicos: el microscopio compuesto, un barómetro de ruedas, construyó el primer telescopio reflector, fue el primero en observar la rotación de Marte y de Júpiter, así como en observar la mancha roja del planeta gigante y en dar uno de los primeros ejemplos de estrella doble. Se le debe la “ley de Hooke”, piedra de toque de la elasticidad (que relaciona la fuerza aplicada sobre un resorte con su elongación), y, entre otra cosas, la palabra “célula”, que él sugirió observando bajo el microscopio cortes de corcho, que describió como compuestos de “celdillas”, sugiriendo la palabra como denominación, aunquesin suponer, naturalmente, la universalidad que adquiriría. Como si esto fuera poco, se destacó como arquitecto, junto a Christopher Wren, en la reconstrucción de Londres tras el gran incendio de 1666.
Hooke, por su parte, tampoco era un ángel: sostuvo una polémica agria y desgraciada con Huygens sobre la prioridad de la teoría ondulatoria de la luz y el reloj de péndulo, pero sin duda fue el enfrentamiento con Newton el que lo puso en aprietos entonces y en los trescientos años que este año se cumplieron desde su muerte.
El paso en falso también fue sobre la luz. En 1672, Newton escribió un trabajo con su demostración de que la luz blanca era un compuesto de los otros colores y lo sometió a la Royal Society, pero fue criticado ásperamente por Hooke, que adhería a una teoría ondulatoria. Fatal; Newton, no toleraba las críticas, y amenazó con retirarse de la Sociedad; su prestigio ya era enorme, y el secretario Henry Oldenburg pidió disculpas “por el ataque de uno de los miembros”, al que no nombraba.
Pero la confrontación definitiva fue en 1684, y nada menos que alrededor de la ley de gravitación, que andaba en el aire y era motivo de discusión en los ambientes científicos. Tras la controversia lumínica, en 1679, Hooke y Newton intercambiaron cartas apaciguadoras sobre el problema de la trayectoria de un objeto que cayera a tierra bajo el efecto de la ley de gravitación. Newton sugirió, erróneamente, que sería una espiral. Hooke se apresuró a anunciarlo a la Royal Society. Newton se enfureció, sosteniendo que Hooke no tenía derecho a hacer público un error privado, e interrumpió toda correspondencia; sin embargo, Hooke le escribió una nueva carta, en la cual exponía su teoría de la gravitación: “Mi suposición es que la atracción actúa en razón inversa al cuadrado de la distancia”. El contenido de esta carta, cuando se estaban por publicar los Principia de Newton, fue la base del reclamo que hiciera Hooke para que, aunque fuera, Newton lo mencionara como precursor, o eventualmente coautor de la Ley de Gravitación, pero Newton se negó absolutamente: el nombre de Hooke no aparece en los Principia.
Newton era implacable: siguió el retiro del retrato, la dispersión de la biblioteca y el rechazo del legado. Incluso esta misma nota, pensada como un homenaje a Hooke lo coloca desde el inicio como una víctima del odio de Newton, como si ese hubiera sido su mayor mérito. Nihil Obstat: Hooke sigue presente en cada célula, en cada resorte, y en cierto modo, en la ley de gravitación.

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Una de las únicas imágenes que quedaron de R. Hooke. Iglesia St.Helen, Londres.
 
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