futuro

Sábado, 20 de diciembre de 2003

LA BúSQUEDA DE AGUA CONTINúA

¿Luna seca?

 Por Mariano Ribas

Que sí, que no: el tema del agua en la Luna viene dando vueltas desde hace unos cuantos años. Claro, a primera vista nuestro satélite parece un lugar extremadamente hostil para su presencia (carece de atmósfera, y la temperatura diurna supera holgadamente los 100º C). Y sin embargo, algunos astrónomos han especulado, una y otra vez, con la posibilidad de que existan ciertos “refugios” para el agua. La idea suena un tanto rara, pero, al fin de cuentas, es bastante razonable: el continuo impacto de cometas, que afectó a toda la familia solar hace más de 4 mil millones de años, debe haber descargado millones de toneladas de hielo en la Luna (los cometas tienen un alto contenido de agua congelada). Casi todo ese hielo se habría perdido inmediatamente, al evaporarse por acción del calor del Sol. Pero una parte aún podría estar a salvo, en lugares donde la luz solar nunca llega: el fondo de los profundos cráteres ubicados en las zonas polares de nuestro satélite. Podría ser. Y de hecho, en los años ‘90, dos naves espaciales obtuvieron ciertos indicios que apuntaban en esa dirección. El caso, lógicamente, tuvo una enorme repercusión mediática. Al fin de cuentas, era una gran noticia: agua en la Luna; congelada, pero agua al fin. Sin embargo, un flamante estudio de radar –realizado con el radiotelescopio más grande del mundo– parece indicar lo contrario. Y a la vez, pone en evidencia que el misterio del agua lunar no es tan fácil de resolver.

Clementine y Lunar Prospector
Más allá de las especulaciones, los primeros indicios medianamente sólidos de la presencia de hielo en la Luna llegaron en 1994, de la mano de la sonda Clementine (NASA). En uno de sus experimentos, la pequeña nave orbitadora envió una serie de pulsos de radar hacia el cráter Shackleton, cerca del Polo Sur de nuestro satélite. Y al estudiar la forma en que rebotaban esas ondas, los científicos de la misión creyeron detectar –con cierto grado de probabilidad– masas de hielo en las oscuras paredes del cráter (el hielo daría un “rebote” característico). Cuatro años más tarde, y esta vez utilizando un espectrómetro de neutrones, la Lunar Prospector (otra nave de la NASA), confirmó la existencia de abundantes átomos de hidrógeno en varios cráteres de ambas zonas polares. Y eso fue interpretado como una “pista indirecta”: al fin de cuentas, las moléculas de agua contienen hidrógeno. Los sugerentes resultados de Clementine y Lunar Prospector fortalecieron la teoría del agua lunar, pero no aportaron pruebas concluyentes. Y desde entonces, la pelota quedó picando... hasta ahora.

El estudio de Arecibo
Y ahora, una nueva investigación parece patear la pelota hacia afuera. Esta vez, los datos no provienen de naves orbitando a la Luna, sino del gigantesco radiotelescopio de Arecibo, Puerto Rico. Utilizando el potente transmisor de esta gigantesca antena de 300 metros de diámetro, un grupo de científicos encabezados por Bruce Cambell (Centro de Estudios Planetarios y de la Tierra, del Smithsonian Institution) enviaron ondas de radio –de longitudes de onda de 12,6 y 70 cm– hacia los cráteres Shoemaker y Faustini (en el Polo Sur lunar), y Hermite y Peary (en el Polo Norte). La idea era que esas ondas penetraran el suelo de los cráteres hasta los 5 metros de profundidad, y que su rebote delatara, por sí o por no, la existencia de hielo. Se hicieron varios intentos, pero no hubo caso: “En ninguno de esos lugares detectamos señal alguna de la presencia de agua”, dice Campbell. ¿Luna seca? ¿Caso terminado? Para nada.

Incertidumbre
Según Campbell, esta investigación no da por tierra con la hipótesis del hielo de la Luna. Más bien, descarta la posibilidad de grandes y compactas masas heladas, al menos, en las zonas exploradas con el radiotelescopio de Arecibo. “Si realmente hay hielo, debe estar desparramado en bajas concentraciones y en capas muy finas, mezcladas con las rocas y el polvo de la superficie”, dice el astrónomo. En términos bien terrestres, sería algo más parecido a la tundra que a los glaciares. Entonces: ¿cómo resolver de una vez y para siempre este misterio? El científico norteamericano aporta una lógica respuesta: “la única manera de saber si efectivamente hay agua congelada en la Luna es ir hasta allí y analizar muestras del suelo”. Las sucesoras de Clementine y Lunar Prospector tendrán, seguramente, la última palabra. Húmeda, o seca, ya veremos.

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