futuro

Sábado, 6 de marzo de 2004

EL JUEGO ELECTRóNICO QUE ATRAVESó LA CORTINA DE HIERRO

Tres Tristes Tetris

 Por Federico Kukso

Es completamente adictivo y no es una droga. Lo juegan grandes y chicos, hombres y mujeres, gordos y flacos, quiosqueros y presidentes, y a todos los vuelve completamente locos al punto tal de soñar con sus bamboleantes figuras geométricas y transpirar ante los catódicos rayos del televisor. Su nombre es Tetris y no hay computadora, consola de jueguitos electrónicos y ahora teléfono celular de última generación por donde no haya pasado y arrasado.
La historia de este clásico del video game, que ya lleva a cuestas 65 millones de unidades vendidas en 70 países, es una de buenos contra malos, con enfrentamientos ideológicos, embates comerciales, estudios neurológicos y cortinas de hierro, con millones de billetitos verdes en el medio. Y lo peor de todo es que nadie comprende aún cómo Hollywood dejó escapar esta mina de oro de ceros y unos para hacer una de sus habituales películas hipertaquilleras que se olvidan en el preciso instante en el que se abandona el cine.

De Rusia con amor
Todo comenzó en el frío. Era junio de 1985, el hit del momento era Like a Virgin de Madonna, y en plena Guerra fría un joven y barbudo programador ruso llamado Alexei Pazhitnov no encontró mejor manera que estrenar y probar una nueva computadora con pantalla blanco y negro, la Electronica 60, con un programita simple, valiéndose sólo de un puñado de caracteres de texto, en el Centro de Ciencias de la Computación de la Academia de Moscú, punta del iceberg de la inteligencia entonces soviética. En la primera versión, siete formas construidas a partir de bloques cuadrados (de ahí el origen del nombre Tetris, que viene del griego tetra, cuatro) caían desde la parte superior de la pantalla negra y los jugadores debían rotarlas y combinarlas para que se ordenaran en líneas horizontales. Si se completaban sin dejar espacios en el medio, estas líneas desaparecían, a medida que la velocidad crecía. Cuanto más rápido y eficientemente se ordenaran las piezas, más tiempo se podría jugar. Pero cuando el pozo se llenaba, la típica pantallita de Game Over aparecía y la partida concluía.
El virus tétrico se había incubado y en un santiamén la epidemia comenzó a propagarse a través de los viejos disquetes floppy negros y flexibles de 5 1/4. Lo único que lentificó su paso firme fue la “cortina de hierro”, pero no por mucho tiempo. A los oídos de los empresarios de las compañías estadounidenses Atari y Nintendo, habían llegado los rumores de que en el Este había nacido “el juego de los juegos”. Debía ser suyo, aun a costa de Ronald Reagan y Margaret Thatcher. Los capitalistas tuvieron suerte, los aires de la Perestroika de Mijail Gorbachov limpiaron toda traba y las negociaciones se entablaron en el Kremlin, pero no con Pazhitnov sino con Evgeni Belikov de Elrog (abreviatura de Elektronorgtechnica), el ministerio soviético de exportación de software. Pazhitnov quizás haya inventado el juego, pero la idea no le pertenecía; la Unión Soviética -donde nadie había oído hablar de derechos de autor– era dueña de Tetris. Los dólares entraron hasta en carretas, pero Pazhitnov no vio ni un solo Adams o Franklin. Al final, después de varios tire y afloje entre Atari y Nintendo, la compañía de Super Mario Bros se alzó con el gran premio. Como sucede con las ideas geniales, no faltaron las batallas legales y quienes proclamaron suyo el juego, así como miles de versiones no originales que coparon todos los mercados. Entretanto, Pazhitnov siguió trabajando en su frío laboratorio mientras veía por la ventana cómo la oportunidad monetaria de su vida se le había escurrido entre las manos. Cuando la cortina de hierro se derrumbó, el autor del jueguito electrónico más famoso de la historia se mudó a la tierra del Tío Sam, Micky Mouse y las apple pies, invitado por el dueño de la patente, Henk Rogers, con el que formó en 1996 The Tetris Company LLC y Blue Planet Software en un intento de reclamar todos los royalties del juego. Al final, Alexei Pazhitnov, que describió a Tetris como “un juego pacífico que encabezaba una nueva era en las relaciones entre las superpotencias y su actitud ante la paz mundial”, salió ganando y comenzó a recibir dinero por los derechos de autor. Hoy vive una vida bastante holgada y se entretiene llenándole aún más las arcas a Bill Gates, como uno de los más importantes diseñadores de rompecabezas para Microsoft.

Mosaicos en cascada cerebral
Principiantes o avezados, todo el mundo se pregunta qué es lo que hace tan adictivo a este juego que está al borde de los veinte años. “Nadie lo sabe”, dijo Pazhitnov en una entrevista realizada en el 2001. “Hay varias teorías. Una sostiene que el motivo está en la necesidad humana de vivir en orden y armonía. Uno tiene una situación aleatoria, caótica, y la misión es crear orden”, se explayó el programador ruso.
La hipótesis de Pazhitnov no calmó las dudas y no faltaron los estudios científicos que pretendieron adentrarse en los misterios del Tetris. Según un estudio de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard, Estados Unidos, la dinámica del juego estimula centros neuronales de la corteza cerebral que involucran el reconocimiento de formas y la coordinación motriz. Robert Stickgold y su equipo sostienen que dos tercios de las personas que juegan al Tetris experimentan antes de irse a dormir la rara sensación de ver fichas que empiezan a caer. Según los científicos estadounidenses, esto indicaría que el juego tiene algún correlato neurológico con los desórdenes de estrés postraumático. También comprobaron que el consumo de glucosa por parte del cerebro aumenta considerablemente cuando la gente entra en contacto por primera vez con el jueguito.
Las evidencias no son concluyentes. Lo único que es seguro es que la magia vuelve a comenzar cada vez que el marcador se pone en cero y las figuras geométricas empiezan a caer.

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Tetris viene por más. Ahora, en teléfonos celulares.
 
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