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Sábado, 6 de noviembre de 2004

ASTRONOMIA CULTURAL: CONSTELACIONES DE BUENOS AIRES, UN NUEVO ESPECTACULO DEL PLANETARIO

Un cielo distinto

 Por Federico Kukso

Hace poco más de dos mil años, entre guerras, masacres y hambrunas cotidianas, una costumbre narrativa quedó en desuso. Como por arte de magia, en hombres, mujeres y niños se oxidó aquel movimiento reflejo de alzar el cuello y extender hacia el infinito la mirada. El mundo se había olvidado del cielo y sus encantos, y la vieja estratagema de hacerse uno con el universo plagando la bóveda celeste de animales, objetos encantados, héroes de leyendas empolvadas y dioses (lejanos pero protectores), descarrió hacia la vacuidad del olvido. Al parecer, de nada sirvió el desgaste imaginario de generaciones de egipcios, asirios, babilónicos, chinos, griegos y romanos que, cada cual a su manera, colmaron el zoológico cósmico de una fauna profusa trazando –como chicos– líneas imaginarias entre soles distantes y antiguos.
Aunque tal vez las más conocidas sean las doce del zodíaco, las constelaciones son muchas, y tienen su historia: Homero reconoció las constelaciones de Orión, Pléyades y el Boyero; en la Mesopotamia, los asirios catalogaron en las tablas de Mul-Apin estrellas, planetas y lo que llamaron “el camino de la Luna” o sea, las 18 constelaciones por las cuales discurre la Luna su ciclo; el poeta griego Arato de Solilos describió en su libro Phaenomena unas 44 constelaciones, a las que luego sus compatriotas le sumaron otras cuatro; los antiguos chinos divisaron unas 28 “xiu” (o constelaciones, como mao –las Pléyades–, kui –Andrómeda–, wei –Escorpio–, kang –Virgo– y jiao –Spica–); y el gran astrónomo Tolomeo en el siglo I recopiló en su obra magna Almagesto 48 constelaciones.
Y entonces nadie imaginó más: salvo algún que otro compilado de líneas imaginarias trazadas por los primeros exploradores europeos del siglo XVI que zarparon con el objetivo de cazar y aniquilar dragones y cíclopes en las esquinas del mundo, no hubo más constelaciones.
Por más que diccionarios y enciclopedias gasten páginas en explicar que estos grafos estelares sirven (y sirvieron alguna vez) para localizar estrellas, planetas, cometas, y meteoritos, lo cierto es que las constelaciones no se agotan en su función guía: cada una de ellas, en verdad, narra la intimidad de una cultura, sus héroes (Hércules, por ejemplo), sus monstruos (Dragón, Hydra, Leo), sus leyendas y sueños. Por eso: si hoy, ahora, en este momento, cada país, cada ciudad tuviera que elegir sus constelaciones, ¿cómo serían las de Buenos Aires?, ¿qué héroes (y heroínas) ocuparían el cielo porteño?, ¿qué historias contarían? El Planetario Galileo Galilei se aventuró en la idea y a partir de hoy presentará, en el marco del megafestival científico Buenos Aires Piensa, el espectáculo “Constelaciones de Buenos Aires”, una historia de fantasía –con guión de Leonardo Moledo, imagen de Claudio Creta, música de Pablo España, asesoramiento de Mariano Ribas y producción ejecutiva de Esteban Tablón– que presenta una recorrida por la historia de Buenos Aires (desde los originarios querandíes hasta las Madres de Plaza de Mayo) y reemplaza las constelaciones tradicionales de origen grecorromano por personajes iconos de acá nomás, cada una de ellas dibujadas por Rep.
Así están la constelación del Riachuelo, la de Tita Merello, Gardel, Troilo, Borges, Los siete locos, Cortázar, Houssay, Leloir, Milstein y las Madres de Plaza de Mayo: la constelación del pañuelo. Todo con relato y locución de Alejandro Dolina, Quique Pesoa, Jorge Dorio, Antonio Carrizo, Javier Calamaro, Betty Elizalde y Nora Cortiñas, de la agrupación Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora. En definitiva, una radiografía nítida que, como un pasaje de la obra atestigua, no carece de la melancolía y la nostalgia tan porteñas:

Milonga de Buenos Aires
Milonga del arrabal
Que guardará para siempre
un secreto y un puñal.

Milongas que nos recuerdan
Oscuras mitologías
Y nacen como esas flores
Que vemos junto a las vías.

Milonga de Buenos Aires
De truco tango y cuchillo
los ojos de un malevo
Bajo un farol amarillo.

Milonguitas que recitan
Las viejas en el zaguán
Se ignora de dónde vienen
No se sabe a dónde van.

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