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Sábado, 24 de mayo de 2003

NOVEDADES EN CIENCIA

Novedades en ciencia

Grandes peces en peligro

nature Los tiburones, atunes, bacalaos, y otros grandes peces están en peligro: una investigación publicada en la revista Nature, indica que sus poblaciones se han reducido drásticamente durante las últimas décadas. Y que la culpa es de las grandes flotas pesqueras.
Durante los últimos diez años, Ransom Myers (Universidad Dalhousie, Nueva Escocia, Canadá) y Boris Worm (Universidad de Kiel, Alemania), han recopilado los registros de las principales compañías pesqueras del mundo, correspondientes a los últimos cincuenta años. Y los cotejaron con datos y estimaciones sobre las cantidades originales de los tiburones, atunes, peces espada, peces vela, bacalaos, hipoglosos y otros grandes peces que pueblan los océanos del mundo. Los resultados fueron catastróficos: según Myers y Worm, dentro de los primeros 15 años de operaciones, las flotas pesqueras redujeron en un 80 por ciento las poblaciones de estos animales. La cifra es un promedio, pero hay varios ejemplos: en el golfo de Tailandia, el 60 por ciento de los grandes tiburones y rayas desaparecieron durante los primeros cinco años. Por otra parte, ahora, los atunes promedio tienen sólo la mitad del peso que tenían hace dos décadas; y los peces vela, la cuarta parte. Y la lista sigue. “Desde 1950, con la arremetida de las compañías pesqueras industrializadas, el recurso se ha reducido al 10 por ciento –dice Myers– y esto es válido desde los trópicos hasta los polos.” Para revertir este desastre, los autores del estudio piden urgentes medidas de control, cooperación global y una inmediata reducción del 60 por ciento en la pesca. “Si todo sigue igual –concluye Myers–, los grandes peces seguirán el camino de los dinosaurios.”

Antiguas monedas recicladas

Discover Hace casi dos mil años, los britanos habrían recurrido a un astuto truco: fundir las monedas romanas, que despreciaban, y usarlas para fabricar toda clase de baratijas que luego les vendían a los soldados del imperio. Esa es la historia que cuentan setenta monedas y restos de bronce fundido, recientemente encontrados en el norte de Inglaterra por un grupo de arqueólogos de la Universidad de Newcastle, encabezados por Lindsay Allason-Jones.
Cuando los romanos invadieron las islas británicas, sus habitantes debieron adaptarse a un nuevo sistema monetario, e incluso, estuvieron sometidos al pago de duros impuestos (un tema que provocó grandes revueltas en el sur de Inglaterra). Y teniendo en cuenta el flamante descubrimiento de Allason-Jones y su equipo, parece que muchos de ellos fundían esas piezas (muchas veces muy desgastadas). Y con ese bronce fabricaban dijes, prendedores, y adornos que luego vendían a sus propios invasores. “Es probable que, además, estos mismos objetos les sirvieran como forma alternativa de pago para sus impuestos”, dice la arqueóloga inglesa en la revista Discover. Y agrega: “Los britanos miraban con desconfianza esas monedas, quizás del mismo modo que la gente actual desconfió, al principio, de las tarjetas de crédito; pero nuestros hallazgos sugieren que no les tomó mucho tiempo darse cuenta de que las podían utilizar para su propio beneficio”.

Inviernos neptuninos

NewScientist Para algunos, los inviernos pueden parecer una eternidad (y en cambio, los veranos resultan tan fugaces como un suspiro). Sin embargo, duran apenas tres meses. En verdad, casi nada si se los compara con los inviernos, otoños, primaveras y veranos de Neptuno que pueden llegar a extenderse cada uno por 40 años (terrestres). Por lo menos así lo sugieren científicos de la Universidad Wisconsin-Madison (Estados Unidos) y del Jet Propulsion Laboratory de la NASA quienes advirtieron –en una serie de imágenes captadas durante seis años por el telescopio espacial Hubble– un aumento progresivo en la luminosidad de las nubes del hemisferio sur del octavo planeta desde el Sol. Para Lawrence Sromovsky, del Centro de Ciencias Espaciales de la Universidad de Wisconsin, tal incremento no es más que la prueba de que Neptuno atraviesa, como la Tierra, por cuatro estaciones climáticas, aunque con una pequeña salvedad: debido a que Neptuno tarda 165 años en dar una vuelta al Sol, la primavera, por ejemplo, puede durar por lo menos cuatro décadas.
Efectivamente, esto también estaría respaldado por el hecho de que el eje de rotación respecto del plano de la órbita del gigante gaseoso (descubierto en 1846 por el astrónomo alemán Johann Gottfried Galle) alrededor del Sol es de 29 grados, lo cual hace que un hemisferio esté mucho más cerca del Sol durante diferentes partes de su órbita que la Tierra, cuya inclinación es de sólo 23,5 grados.
Aun así, el clima neptunino, como cabe esperar, es muy diferente al terrestre: a casi 4,5 mil millones de kilómetros del Sol (40 veces más lejos que la Tierra), se cree que la temperatura promedio en la superficie es de -218ºC con vientos que llegan los 2400 kilómetros por hora, con la única ventaja de que la intensidad de la radiación solar es mucho menor de la que llega a nuestro planeta. Además, la atmósfera de Neptuno está compuesta por hidrógeno, helio y metano, elemento químico que le da su distintivo color azul, que puede llegar a inspirar a más de un poeta.

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