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Sábado, 20 de marzo de 2004

NOVEDADES EN CIENCIA

Novedades en ciencia

Science
Hilos de acero
Lo pequeño está de moda. No porque se desdeñen las magnánimas construcciones que quitan el aliento como las pirámides de Egipto, la Torre Eiffel o el Empire State y se deje a un lado todo proyecto arquitectónico muy década del veinte, en la que todo tenía que ser grande, monumental, vasto. La tendencia a lo minúsculo se aprecia hace rato entre los chiches tecnológicos nuestros de todos los días, que acaparan más halagos cuanto más puedan hacer en menor espacio. Así es como el campo científico vedette del momento no es otro que el de la nanotecnología, en donde no suele faltar el anuncio mensual de una nueva ruptura de la barrera de la pequeñez. El agraciado del mes es un tal Alan H. Windle (Universidad de Cambridge, Gran Bretaña) quien –junto a su equipo, claro está– desarrolló un nuevo método para hacer fibras de nanotubos de carbono similares (figurativamente hablando) a hilos extraídos de una bola de algodón. Y voilà: acaban de dar a conocer las fibras de nanotubos más largas del mundo: de 100 cm. Quizá no parezca mucho, pero realmente lo es si se tiene en cuenta que estos tubitos de carbono son más fuertes que el acero y mejores conductores que el cobre.
Windle logró este nuevo record al inyectar una combinación de etanol y los catalizadores ferroceno y tiofeno en un chorro de gas de hidrógeno que transportó las moléculas de carbón al centro de un horno a 1000ºC. Las altas temperaturas quiebran al etanol y los átomos de carbono se realinean en nanotubos, cada uno de un micrón (1x10-6 m) de extensión. Al poco tiempo, estos filamentos flotan en una corriente de hidrógeno y se acoplan unos a otro en lo que Windle llama “humo elástico”. Es de ahí de donde los científicos ingleses extraen las fibras (ver imagen) rotándolas para que adopten su apariencia de hilos, pero 5 mil veces más finos que un cabello humano.
Obviamente, ya piensan cómo sacarles el jugo (económico) a estas microfibras ultrarresistentes. Y las ideas van desde venderlas como material de suspensión para la construcción de puentes, confeccionar ropa indestructible, hasta la planificación de un superascensor que comunique las bases terrestres con la estación espacial internacional.

Archaeology
Gordos y vegetarianos
Russell Crowe se habrá entrenado mucho para hacer de Maximus, el protagonista de la fantástica película Gladiator, pero, según parece, tanto levantamiento de pesas habría sido completamente en vano: un científico vienés acaba de hacer público, para asombro de mucho, que los gladiadores romanos eran en realidad gordinflones vegetarianos que vivían casi exclusivamente a base de huesos, leguminosas y muchos granos. A tal conclusión llegó el antropólogo forense Karl Grosschmidt (Universidad de Viena) luego de realizar un análisis ultradetallado de los huesos de más de 70 de estos luchadores encontrados en una fosa del siglo II o III recientemente hallada cerca de Efeso (Turquía), la capital romana en Asia Menor que albergaba a 200 mil ciudadanos.
Grosschmidt cree que los gladiadores romanos no lucían ni por asomo como los boxeadores o levantadores de pesas modernos, sino que más bien llevaban con holgura voluminosas barrigas que les brindaban una capa protectora adicional contra los golpes. El análisis químico de las piezas óseas reveló que los gladiadores no comían carne (se encontraron altas concentraciones de estrontio y bajas de zinc, señal de vegetarianismo) y que a la hora de luchar lo hacían descalzos (muestras en sus huesos indican tendones más grandes que lo normal).
En el cementerio, Grosschmidt halló también tumbas con epitafios en latín y griego que detallaban las ciudades en donde el difunto gladiador había peleado, las victorias conseguidas y el nombre del último contrincante. Además estas inscripciones indican que la mayoría de los luchadores morían en el primer año de sus carreras, en el que las posibilidades de sobrevivir eran de 3 a 1. Algunos tienen en su haber hasta 150 victorias; otros, ninguna. Al entrar a la arena, parafraseando a Julio César, la suerte estaba echada.

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