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Sábado, 12 de junio de 2004

NOVEDADES EN CIENCIA

Novedades en ciencia

NewScientist
Las sombras de la Atlántida
Los conjuradores de mitos atlánticos –aquellos que cuando les prestan un libro de historia se quejan por la omisión de la próspera civilización de la Atlántida– pusieron el grito en el cielo cuando hace unas semanas leyeron (tal vez en este suplemento) que un equipo científico de élite planeaba para dentro de unos meses escalar el monte Ararat y mostrarle al mundo que allí, hecha un cubito de hielo, descansaba desde hace siglos la bíblica Arca de Noé. De ningún modo podían dejar que un botecito eclipsara a lo que para ellos fue una isla entera, tierra de gran abundancia, de enormes bellezas naturales y habitada por una civilización avanzada, que había sido mencionada en el 350 a.C. por Platón en sus diálogos Timeo y Critias (y negada por su discípulo Aristóteles que llegó a decir que “el hombre que la soñó la hizo desaparecer”). El honor de la Atlántida estaba en juego y alguien tenía que salvarlo. Y así fue: el defensor que saltó para dar pelea es un tal Rainer Kuhne, científico alemán de la Universidad de Wuppertal, quien asegura haber dado con los restos de esta (supuesta) ciudad perdida, que no sería una isla sino una costa española.
La única prueba con la que cuentan el doctor Kuhne y los suyos es una serie de fotos satelitales del sur de España que muestran, en la zona conocida como Marisma de Hinojos, cerca de la ciudad de Cádiz, lo que se cree que son estructuras rectangulares y restos de varios anillos concéntricos que podrían haberlas rodeado. “Platón describió, más allá de las columnas de Hércules (Gilbraltar), una isla de 925 metros de diámetro, rodeada de varias estructuras circulares –anillos concéntricos–, algunos de ellos hechos de barro y otros de agua”, dijo un alegre Kuhne que ahora se la pasa criticando a los traductores del gran filósofo griego ya que es muy probable que hayan confundido la palabra egipcia para designar “costa” con la palabra “isla”. Así, todo cuadraría y la Atlántida, en opinión de Kuhne, habría sido simplemente la región de la costa del sur de España, destruida por una inundación entre el 800 y 500 a.C., lo cual, dicho sea de paso, entraría en contradicción con la leyenda que reza que cegados por su propio poder y esplendor, los atlánticos desafiaron a los mismos dioses, por lo que fueron destruidos en un día y una noche, allá por el año 9.500 a.C. Pero a Kuhne eso mucho no le importa pues, al final de cuentas, logró su objetivo: poner una vez más a la Atlántida en boca de todos y borrar de la memoria colectiva esa arca, ese zoológico ambulante a la deriva hecho crucero.

SCIENTIFIC AMERICAN
Los genes de la infidelidad
Los abogados expertos en divorcios y rupturas matrimoniales ya abrieron bien las orejas y se disponen a incluir como estrategia de litigio un reciente descubrimiento científico: investigadores del St. Thomas’s Hospital de Londres (Reino Unido) sugieren que la infidelidad, entre otros factores, podría estar influenciada directamente por los genes.
El equipo, dirigido por el reumatólogo Tim Spector de la Unidad de Investigación de Mellizos de dicha institución, estudió el comportamiento social de más de 20 parejas de hermanos y concluyó que algunas personas pueden presentar una predisposición genética a engañar a su pareja. Spector afirmó que si una hermana gemela tiene una historia extra conyugal, las probabilidades de que la otra sea infiel son superiores en un 55 por ciento, debido a la extraordinaria similitud de sus genes.
Pero el científico inglés no se quedó ahí: tomó las estadísticas como argumento y aseguró que el 23 por ciento de las mujeres sin un par idéntico son infieles. “No creo que un solo gen tenga una influencia clavepero es muy posible que haya un grupo de genes que participe en esto”, dijo en su defensa.
Desde que el zoólogo Richard Dawkins publicó en 1976 El gen egoísta, la imagen del ser humano controlado por su propio ADN se reproduce sin señales de desaceleración. En el ya clásico libro, Dawkins sugería que los genes controlan a los seres humanos (vida y acciones) con el único fin de propagarse y subsistir. Sin duda si Spector y su equipo no quieren ser quienes vayan a desaparecer, tendrán que rever sus conclusiones e incluir en la ecuación ese todo llamado sociedad.

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