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Sábado, 4 de septiembre de 2004

NOVEDADES EN CIENCIA

Novedades en ciencia



SEÑAL DE AJUSTE

Discover Cuando un avión se desvanece, estalla por los aires o se estrella contra el suelo –o edificios, algo no tan inusual desde 2001–, los investigadores corren alocadamente hacia la granja, cancha o campo donde cayó desplomado el bólido para desenterrar de todo aquel cúmulo de fierros, asientos y miembros cercenados una caja. Y no una caja cualquiera, sino una caja negra que registra todos los datos mecánicos y técnicos de la nave y devela las causas del siniestro. La maravillosa eficiencia de ese pequeño cubo de control (que no es negro, valga aclarar) asombró desde siempre a los ingenieros estadounidenses Greg Kovacs, Carsten Mundt y Kevin Montgomery, quienes al comienzo de cada reunión celebrada en la NASA se hacían la misma preguntaba: ¿por qué no podemos hacer algo así pero para seres humanos?
Después de tres años de idas y venidas, lo que era un especulación tirada al aire tomó forma de un ramillete de cables y sensores (ver foto) llamado CPOD (Dispositivo de Observación Fisiológica de la Tripulación), capaz de registrar en forma ininterrumpida los signos vitales (ritmo cardíaco, cantidad de oxígeno de la corriente sanguínea, presión arterial y temperatura), así como cualquier anomalía física o biológica de quien lo lleve encima. Por ahora los más ansiosos por usarlo parecen ser astronautas, buceadores de aguas profundas y bomberos que llaman día y noche a los ingenieros del Ames Research Center (NASA) preguntándoles cuándo y dónde pueden comprar uno.
El CPOD es compacto, fácilmente transportable (sigue con cuatro acelerómetros los movimientos de la persona), no interrumpe el desempeño de las actividades cotidianas, cuenta con una conexión inalámbrica y su tamaño es similar al de un mouse de computadora.
“Como el velcro, el CPOD constituye un excelente ejemplo de que la tecnología de la NASA también puede aplicarse para uso público”, dijo Carsten Mundt, quien no se puso rojo al comentar el precio sugerido del chiche nuevo: 1 millón de dólares.

ALTERNATIVA RESPETUOSA

NewScientist Su verdadero nombre es “aceite de piedra”, se lo conoce desde hace relativamente poco (1850), y tiene el triste placer de causar guerra tras guerra. El petróleo, el recurso natural energético más importante en la historia de la humanidad, definitivamente mueve al mundo. Pero aunque hubo épocas y lugares donde se perforaba el suelo y llovía oro negro, para mal de las petroleras, algún día se acabará y el parque automotor entrará en un período de dura abstinencia. El panorama no es nada alentador: los precios del crudo siguen en una sostenida alza y por estos días nadie quiere oír hablar de 1973. Se presume que de seguir el ritmo actual, el petróleo escaseará en 45 años y en un siglo ya no quedará nada que extraer.
Lo único que agita a las fieras son las noticias de nuevos sustitutos que no ahora pero sí dentro unas décadas seguramente competirán codo a codo por el puesto de mejor (y más barato) combustible. El último que se anotó en la contienda es el girasol, de cuyo aceite, según anunciaron recientemente investigadores británicos, se podrá derivar hidrógeno, eficiente y limpio, para propulsar automóviles.
“Producir hidrógeno de aceite de girasol sería una alternativa respetuosa con el medio ambiente, se reduciría la contaminación y supondría una fuente renovable que disminuiría costos”, dijo Valerie Dupont, ingeniera en Energía de la Universidad británica de Leeds, y autora de la nueva idea. Dupont y sus colaboradores desarrollaron un generador experimental de hidrógeno que utiliza aceite de girasol, aire y vapor de agua. Para almacenar, en cambio, se utilizan dos catalizadores altamente especializados que liberan el oxígeno y dióxido de carbono al mismo tiempo que producen hidrógeno intermitentemente. No lo dicen, pero lo es: un nuevo éxito de las cacerolas y cocinas del mundo.

 

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