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Viernes, 3 de mayo de 2002

RAMOS GENERALES

La creadora de la rubia plástica

Con la muerte de Ruth Handler, el mundo de los plásticos aplicados a las figuras femeninas ha perdido a alguien capaz de trabajar en los extremos como pocas personas. No todas las diseñadoras industriales de los 50 detectaron que las niñitas iban a adorar a un juguete con más pinta de pin up que de muñeca de su casa. Y tampoco todas las diseñadoras de muñecas pensaron cómo recuperar parte del cuerpo perdido tras una mastectomía para lanzarse a diseñar prótesis mamarias. Ruth, en cambio, sí. Con cerca de 30 años, la polaquita que había bajado de un barco con sus padres y 10 hermanos decididos a hacerse la Norteamérica ya era una señora hecha y derecha: diseñadora industrial, se había casado con su novio de la secundaria Harold Handler, era madre de una niña y dueña de tanta ambición como para entrever su propio filón dentro de la empresa familiar. A fines de los 50, el american way of life del que ella misma era representativa parecía estar un poco cansado de tanta perfección puritana y asexuada. Por entonces, ella fabricaba casas para muñecas, mientras veía cómo su nena se la pasaba recortando figuritas de señoras algo pulposas para jugar. Cuando de vacaciones por Alemania, conoció a Lily, un juguete fetichista de venta exclusiva en barberías, algo hizo clic: había que adaptar ambas cosas al imaginario estadounidense, ponerle cabello rubio, ojos tímidos (al principio, la chica apenas miraba para abajo) y medidas imposibles. La leyenda dorada dice que trabajó el modelito en el propio garaje de su casa, y el resto es historia: en 1959, cuando se presentó en la Feria del Juguete de Nueva York, Barbie se agotó. Entre adoradores y críticas feroces, su inventora siguió al frente del emprendimiento hasta 1978, cuando la Justicia detectó ciertos manejos poco serios en los libros contables de la empresa. Por entonces, además, Ruth supo que era víctima de cáncer, se sometió a tratamientos, sufrió una mastectomía. Y ahí tuvo su otra idea brillante: las prótesis mamarias, empresa a la que se dedicó hasta su muerte. Nunca entendió por qué las feministas acusaron a Barbie de misógina y sexista, pero seguro que tampoco conoció el Frente de Liberación de Barbie (existe, es cierto) ni admitió los rumores sobre Ken y su vocación de vividor.

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