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Viernes, 8 de marzo de 2002

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¿Financiar qué?

Por Norma Sanchís *

En pocos días más, en Monterrey, México, se llevará a cabo la conferencia de Naciones Unidas “Financiamiento del Desarrollo”. Pese a la extraordinaria importancia de los temas que se van a debatir, esta conferencia ha mantenido un bajo perfil, acentuado por un título un tanto hermético y una casi nula presencia en los medios de comunicación.
¿Qué significa cabalmente financiar el desarrollo? El tema tiene un carácter fundamental, porque involucra ni más ni menos que la transferencia de fondos entre países, sectores, instituciones, empresas o individuos, a través de instrumentos financieros variados. Pone sobre el tapete asuntos clave, como la riqueza y el poder.
La cuestión central en debate son las fuentes y los mecanismos para la financiación del proceso de desarrollo de los países y sectores de población más pobres. Esto implica discutir, entre otros asuntos, qué se hace con la deuda externa cuando se vuelve impagable, qué modalidades debiera adoptar el comercio internacional, cuáles debieran ser las regulaciones de las inversiones extranjeras, cuál será el monto que los países ricos aporten para ayudar a los más pobres, cómo se están utilizando los recursos propios de cada país. También se supone que se pondrán en debate aspectos de la arquitectura financiera mundial, la gobernabilidad del planeta y la definición de bienes públicos globales, como el medio ambiente, que debieran contar con el compromiso colectivo para su preservación.
Si la cuestión es fundamental para la comunidad internacional, hoy para nuestro país estas temáticas son vitales; la crisis de la Argentina estará seguramente en el centro de los debates de Monterrey.
Habida cuenta de los múltiples y contradictorios intereses que se mueven en cada uno de estos temas, el objetivo de lograr un consenso internacional está atravesado por las relaciones de poder entre países, instituciones y sectores. A esta situación compleja se suma el hecho de que por primera vez una conferencia de Naciones Unidas se abre a la participación plena de distintos actores: no solamente se escucharán a los 50 presidentes que van a estar presentes y al resto de las delegaciones oficiales sino que se han puesto esfuerzos para que instituciones poderosas que prefieren moverse por fuera del sistema de Naciones Unidas, como el FMI y la OMC, se sienten en la mesa de negociaciones. Y también habrá un espacio legitimado para las organizaciones no gubernamentales, que generó un debate en la sociedad civil acerca de las posiciones “desde adentro” o “desde afuera”. Por ese motivo, pese a la legitimación dentro de la conferencia, las ONG mexicanas planificaron un foro no gubernamental previo, bajo el título: “Por la justa distribución de la riqueza”.
Durante los dos años que demandó el proceso preparatorio de esta conferencia, se elaboró una gran cantidad de documentos, hubo conferencias preparatorias y fuertes debates. Progresivamente se fueron involucrando distintos sectores de la sociedad civil.
Al respecto, desde hace casi un año algunas mujeres de América latina estamos analizando, tomando posición y generando alternativas ante los sucesivos borradores que se fueron conociendo. El análisis nos mostró cómo los documentos oficiales fueron distanciándose del espíritu original y endureciendo sus contenidos por influencia de los países más poderosos. Sesupone que se llegará a una versión definitiva como “Consenso de Monterrey”, al final de la Conferencia.
Desde nuestra Iniciativa, hemos planteado que la Conferencia sobre Financiamiento del Desarrollo debería empezar por el debate sobre el tipo de desarrollo que se quiere alcanzar. Y este punto exactamente no aparece ni implícita ni explícitamente como tema de preocupación en los documentos preparatorios. Por el contrario, se da por sentada la continuación de los lineamientos que se aplicaron hasta ahora, contando en esta fase con financiamiento que apoye la adopción del modelo. El paradigma económico dominante da supremacía a la libertad de mercado, al crecimiento económico, al valor monetario que adquieren bienes y servicios en las transacciones comerciales. Es un modelo que ha beneficiado a los que estaban en mejores posiciones para establecer las reglas de juego favorables a sus intereses, que generó ganadores y perdedores, y puso en evidencia su capacidad para contribuir a la concentración de la riqueza y la exclusión social.
Los datos sobre el deterioro reciente que ha llevado a bajar las expectativas de crecimiento y el aumento de la pobreza en América latina, y que encuentran en la Argentina su expresión más dramática, revalorizan lo que podría denominarse la búsqueda de un nuevo paradigma, donde se elimine la dictadura del modelo único de formato neoliberal. Un nuevo paradigma que conduzca a un mundo donde hombres y mujeres puedan realizarse plenamente como seres humanos, a un mundo sin pobreza ni exclusiones, sin ningún tipo de discriminación, incluyendo la discriminación contra de las mujeres, un mundo donde las necesidades básicas de salud y educación tengan la más alta prioridad y se respeten los derechos humanos. Esto implica una concepción de desarrollo sustentable, centrado en la gente, un desarrollo equitativo que incluya la igualdad de género.
Los temas de equidad y redistribución se han mantenido como eje de la agenda de las mujeres y sus propuestas de desarrollo, especialmente ante evidencias como la “feminización de la pobreza” y la transferencia de costos desde el ámbito productivo hacia el reproductivo provocada por el achicamiento del Estado que propician las políticas de ajuste estructural. ¿Cómo pueden afectar a las mujeres las decisiones de Monterrey? Es imposible extenderse en todos los temas que abarca la conferencia, pero podríamos analizar uno, como es la política comercial. El documento borrador resalta la liberalización del comercio como la fuente más importante para financiar el desarrollo. Pero, a menos que las necesidades y los intereses de las mujeres se incorporen en la política comercial, sus resultados pueden tener efectos completamente adversos, acentuando los desbalances de la distribución de recursos. La experiencia de países que incrementaron sus exportaciones no evidencian que esto haya sido beneficioso para las mujeres. Pueden haber aumentado la cantidad de puestos de trabajo, pero en empleos de baja calidad, y se mantuvieron los diferenciales de ingresos con los hombres. Por su parte, la apertura a las importaciones ha golpeado fuertemente a las unidades económicas más débiles, integradas en una amplia mayoría por mujeres y otros sectores desaventajados.
Las decisiones macroeconómicas deben tomar en consideración los impactos sociales y los efectos de género. La igualdad de oportunidades, la justicia social y la equidad deben colocarse entre las verdaderas prioridades del desarrollo.

* Integrante de la Iniciativa Feminista de Cartagena, hacia la Conferencia de Financiamiento del Desarrollo de Naciones Unidas, Monterrey, 18-22 de marzo, 2002.

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