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Viernes, 2 de octubre de 2015

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Contra viento y marea

El documental Rabo de peixe, del portugués Joaquim Pinto, registra las dichas y los pesares de un pueblo pescador amenazado por la sobrepesca industrial globalizada.

 Por Marina Yuszczuk

El año pasado se estrenó en nuestro país un largo documental en el que el director portugués Joaquim Pinto registraba, casi a modo de diario, un año de su vida centrado en un tratamiento con drogas antirretrovirales al que se sometió para paliar los efectos del HIV que lleva en el cuerpo hace dos décadas. Pero lo que enrarecía esa película, llamada, con mucha emoción y muy personalmente, ¿Y ahora? Recuérdame (2013), no era el estado mental alterado por culpa del tratamiento con drogas experimentales sino lo que Pinto hacía con el documental como género, manejándolo con soltura como para contar y mostrar una historia, y a la vez contar el mundo circundante, y al mismo tiempo hacer que eso fuera un todo coherente que permitiera leer el costado político de su experiencia al mismo tiempo que ampliaba los límites de lo que se considera el relato de una vida, de una persona.

Por estos días se puede ver en Buenos Aires Rabo de peixe (2003), un documental que en realidad es muy anterior a ¿Y ahora? Recuérdame pero que recorrió un camino más extraño hasta poder mostrarse tal como se lo exhibe ahora. Joaquim Pinto viajó varias veces a las Islas Azores entre 1999 y 2001 junto con su pareja, Nuno Leonel, para filmar a los pescadores artesanales en el pueblo de Rabo de peixe. El proyecto era un encargo de un canal de televisión que quedó poco conforme con los resultados: Pinto y Leonel habían registrado lo mejor y lo peor de la vida en el pueblo, la precariedad de un trabajo amenazado por la creciente industrialización y la sobrepesca, en fin, nada más alejado de la imagen idílica que un medio podría querer ofrecer de un pueblo y una actividad fácilmente idealizables, dedicados a una tarea tan antigua que apenas permite las innovaciones tecnológicas y eventualmente tan arriesgada que no hay una familia a la que no le falte algún hombre perdido en el mar.

Pero a Pinto y Leonel les pasó algo durante esas estadías en Rabo de peixe, algo intangible y que no están interesados en explicar pero que luego los llevó a instalarse durante siete años en la isla. Ese algo que relumbra acá y allá, parece ser lo que persigue el documental en esta nueva versión armada por los directores, que comienzan por contar desde la voz narradora de Joaquim Pinto esta relación decididamente personal con el objeto que filman. La película se abre con la imagen de un mapa antiguo, uno donde el dibujo de un barco parece señalar una ruta posible hacia la isla, y allí se da una clave del documental que tiene que ver con la aventura. ¿Qué aventura es posible en un mundo totalmente conquistado y conocido? Pinto y Leonel se las arreglarán para que cada episodio filmado, cada detalle de las vidas de los pescadores y sus familias y de ellos mismos en ese lugar, tenga algo que ver con esa idea de aventura, una que comporta cierto riesgo y peligro porque obliga a poner el cuerpo.

Y de hecho la cercanía con los cuerpos es una impronta de Rabo de peixe. Porque la película ofrece, sí, la mirada panorámica de un paisaje generalmente nublado y tormentoso, donde la rambla de cemento y los galpones adonde van a parar los peces no tienen nada de pintoresco pero las olas estallando contra las rocas en la orilla del mar transmiten algo de esa relación sublime con una naturaleza que es pura potencia, y a la vez de esa necesidad del alimento básico que no deja otra opción que aventurarse para sostener el oficio y si la suerte no ayuda, enfrentar la muerte. Pero también está la energía de los cuerpos varoniles en primerísimos planos, cuando se sumergen casi desnudos para jugar en un día de ocio o tironean de las líneas para recoger un pez espada enorme que preferiría seguir adonde está. Quizás el tiempo invertido, no en ir a recoger ciertas imágenes sino en estar embarcados junto con los pescadores, y esa morosidad para observar una comunidad, sean lo que consigue que en Rabo de peixe nada resulte especial pero todo parezca vivo y sea único.

Rabo de peixe. Los miércoles a las 20 en Filmoteca Metropolitana. Sarmiento 2037, CABA.

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