las12

Viernes, 23 de octubre de 2015

ACTIVISMOS

Fuerte y claro

Protagonistas de un proyecto comunicacional revolucionario, las cronistas y fotógrafas de la revista La Garganta Poderosa empuñan la palabra y la imagen para contar la realidad de lxs habitantes de las villas con su propia voz. Hartas de las estigmatizaciones generadas desde los medios de comunicación masivos, hablan de sus verdades y de sus luchas contra los prejuicios, el machismo y la discriminación, al tiempo que se empoderan generando talleres y actividades de concientización y acceso a saberes que les estaban vedados.

 Por Noemí Ciollaro

Es lunes, de mañana temprano. En Retiro, la 31 está en plena ebullición. Las colas de los colectivos cercanas a la entrada son enormes, multitudes caminan en uno y otro sentido hacia sus ocupaciones, vendedores ambulantes, chicxs con guardapolvos, mujeres cargadas con la bolsa de la compra. En las calles se van abriendo los negocios, la gente cruza saludos; los perros, en pequeñas manadas, trotan con la certeza de quien sabe adónde va. Vecinxs barren sus veredas mientras comentan novedades. Algunos efectivos de la Policía Federal rondan las esquinas. Niñxs pequeñxs juegan en las puertas de las casas a juegos inventados; muchas viviendas tienen varios pisos. Y de fondo la música, esa mezcla inconfundible de los barrios, ese variopinto sonido donde se entretejen cumbias con tangos, rap con rock, chamamé con salsa, y así. Y abrazándolo todo una energía enorme que fluye, como una voluntad grandota, como un empeño en gritarse la vida en la mañana helada y esplendorosa.

Nos recibe Karina Villafañe (38), comunicadora –así se llaman cronistas y redactorxs– de la revista La Garganta Poderosa y nos adentramos con ella en el laberinto de calles, avenidas y corredores, hasta llegar al pequeño local atiborrado de ejemplares, computadoras, afiches con las diferentes tapas de las ediciones. Jobana López (24), fotógrafa, vive en la villa 1-11-14 (Bajo Flores); Soledad López, (21) cronista, villa 31; y Daniela Mérida (23) fotógrafa, barrio Fátima (Soldati) son parte de la redacción. En las tapas de la revista pegadas en las paredes dan el grito poderoso las gargantas de Maradona, Nora Cortiñas, el Indio Solari, Evo Morales, Eduardo Galeano, Pepe Mujica, Estela Carlotto, La Mona Jiménez, Carlos Tévez, Juan Román Riquelme, y Kevin Molina, el niño de 9 años muerto en Villa Zavaleta hace dos años al recibir un tiro en un enfrentamiento entre bandas narcos.

“La revista es el brazo literario de la organización La Poderosa que nació en 2004 y que es un movimiento villero, más allá de que compañerxs de afuera se acercan a dar una mano, la vanguardia de la lucha de La Poderosa somos los y las vecinas que vivimos en los barrios, es un movimiento político apartidario nacional, estamos en muchas provincias y esperamos a fin de año estar en todo el país”, explican las chicas.

La Poderosa surgió como nombre de la organización en alusión a la moto con la que el Che Guevara y Alberto Granado recorrieron juntos Latinoamérica. “Nos juntamos con Granado y le pedimos si simbólicamente nos daba la llave de esa moto, y nos dijo que sí, siempre y cuando no perdiéramos la agresividad en el poder de la palabra, y eso es lo que queremos transmitir en cada uno de los espacios para transformar la realidad de fondo”, relata Daniela.

Del fútbol a la Asamblea

La Poderosa nació en villa Zavaleta (Barracas) a raíz de un grupo de fútbol popular en el que participaban tanto chicas como chicos, sin reglas y sin árbitros, decidiendo en reuniones previas de consenso los reglamentos y cómo actuar ante las infracciones. “Ahora jugamos mejor que los varones y con ese mismo método de consensos empezamos a armar otras cosas, todo lo decidimos en asambleas, y fuimos sumando espacios como educación popular, apoyo primario, secundario, talleres para chicos y adultos, y cooperativas de trabajo, de hecho la revista La Garganta Poderosa, que vende alrededor de 15 mil ejemplares mensuales, es una cooperativa y solventa muchos gastos. Fuimos viendo qué necesidades tenemos los vecinos y buscando entre nosotras las soluciones. Hace años que a través de La Poderosa cada semana, en cada villa del país, se hacen asambleas en la que discutimos qué se hace por el barrio”, explica Jobana.

La Poderosa, entre muchas otras actividades, cuenta con talleres de género a través de los que las mujeres se van empoderando y accediendo a sus derechos, y el conjunto de lxs vecinxs van encontrando otras formas de convivencia.

La Garganta Poderosa en cada una de sus ediciones – ya lleva 50 números en los quioscos– pone sobre el tapete la realidad de lxs habitantes de las villas, sus necesidades, sus logros y sus desdichas a través de sus propias voces antes nunca escuchadas. Históricamente esa realidad es distorsionada por el sensacionalismo mediático que oculta, disfraza, tergiversa y genera estereotipos y estigmatizaciones, salvo honrosas excepciones.

– ¿Cómo surgió la idea de la revista?

– La Garganta Poderosa refleja nuestra realidad y muestra lo que somos y lo que hacemos, y así rompemos con eso que siempre nos ocurrió y es que una rubia o un chabón de traje y corbata, detrás de un escritorio y con micrófono, te cuentan lo que nosotros vivimos, y que eso sea un cuento y no nuestras verdades. La Garganta es eso, el grito que no se conoce, lo que nosotros queremos gritar para visibilizar todo lo que pasa en los barrios.

–¿En qué consisten los talleres de género?

–Siempre se cree y se difunde en los medios que la de la villa es una mujer que cocina, limpia, y atiende chicos, y es una cultura tan fuerte que las mujeres mismas sienten que eso es natural y creen que los maridos son los que van a trabajar y tienen derecho a cagarte a palos por cualquier cosa, derecho a ser tu dueño, a hacer con vos lo que quieren. Nosotras queremos visibilizar eso y desde La Poderosa también estamos construyendo un frente de género que muestre que las mujeres no sólo servimos para esas tareas, sino que podemos hacer otras cosas, escribir, construir tanto como los hombres, jugar al fútbol, estudiar, trabajar en muchas cosas, no sólo en limpiar casas ajenas. La gente piensa que sólo servimos para servicio doméstico o para coser en los talleres clandestinos. Y eso siempre es lo que reflejan los medios de comunicación.

– Se habla muy poco en los medios de las mujeres que viven en los barrios…

– No creas, la otra vez fuimos al programa de TV “Intratables” y estaba esta periodista Silvia Fernández Barrio que decía que las mujeres pobres prefieren cobrar la Asignación Universal por Hijo a hacer un trabajo formal, y nosotras fuimos a desmentir eso, pero ella nunca vino a preguntar acá si eso era así –relata Soledad. Mi vieja, por ejemplo, cobra la AUH pero preferiría mil veces tener un buen trabajo en blanco, con aportes y todo lo demás, hace veinte años que vino de Paraguay y trabaja siempre en negro limpiando casas. Fernández Barrio nos dijo: “¿Ustedes qué saben hacer para tener un trabajo formal, saben limpiar, cocinar, planchar, qué saben hacer?”. Y no sé, por ahí me podría haber preguntado si yo estudio, si tengo una carrera, porque yo estoy estudiando periodismo, y no me preguntás si quiero ser panelista en el programa, si quiero discutir política. Es decir que hay una mirada general sobre nuestros barrios que es que los hombres son todos vagos y chorros y las mujeres servimos para ir a limpiar y cocinar. Y eso es lo que se difunde, cuando vas a buscar trabajo y das tu dirección y es en una villa, inmediatamente te descartan, no te llaman. Una vez yo di la dirección de una amiga que no vive en una villa y me empezaron a llamar inmediatamente. Pero lo que se difunde sobre nosotros en los medios te hace perder trabajos. Y eso es lo que queremos contrarrestar en la revista y desde nuestras propias voces.

– ¿Tienen respuesta o mayor inclusión desde los medios a partir de ahí?

– Te voy a dar un ejemplo: la 21-24 y Zavaleta están juntas, en Barracas y Pompeya, divididas por la vía del tren, y había unos pibes que se estaban rescatando de la pasta base y armaron una cooperativa de recolectores de residuos –relata Daniela–. Les ofrecían a los vecinos retirar la basura de sus casas para tirarla en el fondo que está muy lejos y los camiones no pasan porque los pasillos son angostos. Los pibes hicieron un documental con eso porque es lo nuestro, lo que se hace para vivir, y lo llevaron a los medios para que se hicieran eco. Esas imágenes llegaron en 2010 a manos de Facundo Pastor, un periodista de América TV que tergiversó todo, en una de las tomas se veía que los chicos estaban sacando un auto quemado que era peligroso para los chicos; pero Pastor aseguraba que los vecinos de Zavaleta tenían funcionando un desarmadero de autos, que eran todos pirañas, estigmatizándolos más de lo que lo hacen habitualmente. El título del documental era “La antesala de la muerte” y lo vieron millones de personas. Al día siguiente aparecieron las consecuencias: muchos vecinos perdían el laburo, los dos únicos colectivos que tenían, el 70 y el 46, dejaron de pasar por la 21-24 y la Zavaleta. Se perdieron vidas, como la de una nena, Leila, que iba con su mamá y la atropellaron y la mataron, porque la gente pasaba con los autos a mil por hora por miedo a que los paren y les roben o los maten como decían en la tele. Aún hoy no hay semáforos en esa calle Iriarte. A otra vecina la patrona la despidió después de ver el documental y hacía años que trabajaba en su casa y nunca le había faltado nada, pero le dijo “prefiero que no vengas más a trabajar acá.” A raíz de todo esto decidimos ir a canal América y desmentir y pedirles a los medios que vinieran a Zavaleta a ver la realidad, pero sólo apareció en Página12. Por estas experiencias tan negativas fue que decidimos hacer la revista. La Garganta Poderosa muestra lo que somos y lo que hacemos, y así rompemos eso de que un chabón o una chabona te cuenten lo que nosotras vivimos sin haber pisado nunca un barrio.

“Venimos de una cultura machista”

La mayoría de las notas de La Garganta están escritas en rima, un arte por cierto difícil e inédito en el periodismo, tienen ese tono que indudablemente conserva “la agresividad en el poder de la palabra”, como les hizo prometer el compañero del Che Guevara. Son frases crudas, filosas, punzantes y realistas, con una musicalidad rapera insolente y a la vez enternecedora por su legitimidad y la carga de dolor que encierran. Reclaman lo que les pertenece por derecho humano, por ley, por dignidad. Ponen en primer plano la injusticia, la desigualdad, el abuso, la privación de derechos, los oídos sordos de gran parte de la sociedad y de sus dirigentes en los distintos ámbitos.

–¿Qué temas se tratan en los talleres de género?

–Nosotras venimos de una cultura machista, mis padres son bolivianos y yo también, y se supone que la mujer tiene que estar en la casa, cuidar a los hijos y fregar –explica Soledad – también hay muchas mujeres solas, con hijos, que salen a trabajar y los pibes quedan sin nadie que los cuide, por eso armamos la contención del apoyo escolar y otras actividades. Somos las mujeres las que más hacemos por los chicos, los comedores y los merenderos siempre tienen al frente a mujeres que trabajan y hacen algo por el barrio. El taller trata de eso, de hacernos conscientes de que somos iguales, que podemos hacer las mismas cosas que los hombres y que los hombres deben hacer tareas que habitualmente cargamos nosotras. Y que se entienda que nosotras somos referentes y dirigimos algo en muchos de nuestros barrios. Era impensable que algunas pudiéramos ser fotógrafas o comunicadoras, y aquí estamos.

– ¿Y cómo toman todo esto los hombres?

–Cuando funciona el taller de Arte para mujeres –la mayoría son grandes y tienen hijos– los pibes militantes de La Poderosa llevan a los chicos a la placita, o les dan taller de arte. En el taller de Apoyo, además de enseñarles a las mujeres matemáticas, lengua y demás, les hablamos de los derechos que tenemos, de que debemos estar en pie de igualdad con los hombres –dice Soledad–. Que las mujeres no estamos para fregar, cocinar y cuidar para que después los maridos te digan: “No, si vos lo único que hacés es estar al pedo y cuidando a los chicos… Las luchas de género siempre existieron, pero sólo desde la clase media para arriba, en los barrios no existe eso, no se visibiliza. Y siempre son las rubiecitas, color blanquitas las que hablan, pero no hay una morochita diciéndote: “Esto es lo que vivo yo” y contando su realidad, que es muy distinta a la de la clase media. No es lo mismo ser pobre y vivir todo al extremo que ser de clase media. Eso se ve en los noticieros cuando hablan de violencia de género, cuando son morochas pobres se dice que o estaban borrachas o se la buscaron por andar en minifalda, es distinto el tratamiento de acuerdo a la clase social, y si sos de la villa, peor. Muchas mujeres mueren asesinadas por violencia de género en los barrios y nadie se entera.

–¿Van apareciendo cambios a través de los talleres?

–Yo cuento lo mío, viví 17 años con mi pareja y mis hijos, él me cagaba a palos, yo iba a la comisaría, denunciaba y no pasaba nada, tampoco en la dirección de Violencia Familiar –asegura Karina–. Cuando mi hijo tenía 15 años me dijo que si yo no me separaba, él se iba a ir de casa porque no soportaba como me maltrataba; eso me decidió. Me separé y sobreviví. Mi pareja me decía: “No vas a poder vivir, tenés tres hijos y ¿quién te va a dar de comer?”, y yo pensaba que era verdad. Hasta que pude decir “no” y conseguí un trabajo, mi hijo cobraba una beca, estudiaba y los crié bien a los tres. Ahora muchas mujeres vienen a La Poderosa, buscan ayuda, contención, las mando a Violencia Doméstica, en Lavalle 1250, a mí ahí me ayudaron, es gratis y están las 24 horas. Me pusieron seis meses de custodia y salimos adelante. Trabajo, milito y no necesito de un hombre para sobrevivir. Y esto pasa cuando una no conoce sus derechos, hay muchas pibas que se dejan golpear por las parejas, se convierten en mujeres cerradas, tienen esa violencia incorporada en sus vidas, pero de a poco se abren, participan en los talleres que después se convierten en cooperativas y terminan ganando su propio dinero. No es que tenemos la solución y se la damos, se va generando entre todas y decimos “hagámoslo” y con la fuerza del conjunto salimos adelante. Y si hace falta apretamos a los golpeadores entre todas, ya lo hemos hecho. Tomamos más valor cuando estamos juntas y unidas, y los tipos se sienten vigilados y empiezan a cuidarse.

– ¿Y en las generaciones más jóvenes sigue vigente ese machismo recalcitrante ?

– No, nosotras les ponemos los puntos –dice Jobana–. Mi papá se sentía dueño de mi mamá, no quería que fuera a estudiar, “para qué vas a estudiar, tenés 40 años, tus hijos están por egresar, y vos para qué, al pedo. Seguro querés ir ahí para conocer un tipo, para andar troleando”, le decía. Y le pegaba. Yo vi todo eso y decía: “¡Noooo, ya voy a crecer y te voy a hacer mierrrda!”. Y sí, lo denuncié, y ahora lo pudimos sacar de mi casa. Y mi mamá trabaja y está terminando la primaria, porque de chica su papá era tan machista que le decía que la iba a agarrar un pibe y la iba a dejar embarazada, y en cuarto grado la hizo abandonar. Siempre le decimos “¿quién manda en tu vida, vos u otra persona?”, y se puso a estudiar, ahora tiene 45 años. La lucha sigue, pero nosotras los enfrentamos, sigue el tema de decirte cómo tenés que vestirte, que si te ponés una pollerita es porque te querés ir a calentar a los pibes por ahí. No sé, es más o menos lo mismo, te quieren decir qué es lo que tenés que hacer vos con tu vida… Y ahora está el tema este del “amigo con derecho”…

– ¿Qué es eso?

– A mí me pasa que yo tengo mi amigo –dice Karina mientras todas se ríen a carcajadas– y te quiere revisar el teléfono, ahora quiere saber donde estoy, y yo le digo que estoy en reunión, si me querés esperar, esperame, le pongo los puntos, si te gusta bien y si no también…

–¿Hay talleres de género con participación de los hombres?

– Sí, queremos que participen –dice Jobana–. Hay jornadas donde nos encontramos los y las de fútbol de todos los barrios, hacemos un campamento y un campeonato en Ezeiza y espacios de temas de género. En el último lo que hicimos fue poner dos carteles, uno que decía masculino y el otro femenino, y repartimos papelitos con las palabras cocinar, trabajar, hogar, auto, fútbol, pelota, cacerola, para que los ubiquen en el lugar que les parecía, entonces ponían la pelota en masculino, el auto en masculino, llorar en femenino, cocinar en femenino… y así. Les preguntábamos por qué hacían eso si al fútbol jugamos todos, y empezaron a justificarse y reflexionar y así a entender un poco. Ahí tratamos temas de género, de diversidad, dentro de una sociedad cada una piensa, siente y actúa diferente de otro, esas diferencias no deben limitar a nadie; nosotras apostamos y respetamos las libertades individuales de todos. También hablamos del tema de la trata, en la zona de Soldati han desaparecido muchas chicas que después aparecen debido a la movilización rápida de las familias y los vecinos. Hace poco una nena de 15 años salió de las escuela y desapareció por tres días, hubo mucho reclamo y movida en los barrios y la largaron en el Bajo Flores, la habían abusado y le habían pegado. Esto pasa mucho porque la gente busca trabajo y se enteran de que alguien se ofrece como niñera, o para coser en un taller, y si no averiguás bien quién es el que te ofrece trabajo, sonaste. Por eso nos ocupamos de alertar y explicar estas situaciones, no podemos esperar mucho de las fuerzas de seguridad, ellos siempre están mirando para otro lado.

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Imagen: Juana Ghersa
 
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