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Viernes, 20 de noviembre de 2015

RESCATES

Nacer y morir por la literatura

Madeleine Des Roches (1520-1587)

Catherine Des Roches (1542-1587)

 Por Marisa Avigliano

 

Poitiers, ciudad cuna de Michel Foucault, tuvo en el siglo XVI a una madre y a una hija gobernando un salón de mujeres poetas. Madeleine y Catherine Des Roches, admiradoras de los escritores de la Pléyade, abrieron en la tierra de la espátula (bautismo merecido gracias a la geografía de la colina en la que se encuentra emplazada) uno de esos salones de los que se ríe Moliere en Las preciosas ridículas y que no siempre incluían a “las hijas de hombres cultos” como las llamaba Virginia Woolf. Pero el salón literario de las Des Roches no era parodia ni herencia. Bueno, herencia sí, pero no paterna, la herencia de las Des Roches llegaba a través de un testamento lírico que La ciudad de las damas de Christine de Pizan (1364-1430, conocida como la primera escritora profesional de la historia) les dictaba con puntual alarma. Despertadas, despabiladas de un letargo de domesticidad,  las eruditas Des Roches escribían a cuatro manos odas, sonetos, cartas, epitafios y diálogos en prosa y verso. En el centro de Francia, a un poco más de trescientos kilómetros de París, una madre y una hija lamentaban el tiempo perdido que la casa tirana le robaba a la literatura y que juntas buscaban recuperar organizando fiestas poéticas en la casa. Lujuria de palabras escondidas detrás del polvo de las escobas. Madeleine se casó dos veces, Catherine ninguna, decía que el matrimonio iba a confinar su pasión intelectual. Las provincianas de una nueva querelle des femmes, las feministas de comunidad nueva que publicaron juntas en dos tomos (Obras primeras 1578-1579 y Obras segundas 1583) sus poemas, diálogos en prosa y tragicomedias sobre los estragos de las guerras, la educación de las mujeres y la violencia a la que las sometía el matrimonio y la familia, publicaron también su correo privado –con sobrecarga de citas de Herodoto, Homero, Apuleyo, Ariosto y Plutarco como correspondencia epistolar de obligada nobleza renacentista– cuando nadie acostumbraba a hacer públicas las palabras dedicadas. Cartas femeninas como testimonio de pertenencia social y también como simulcop mundano para otras mujeres. Un presagio intuitivo de educación a distancia. Madre e hija esquivaban la interrupción que los bordados reclamaban compartiendo veladas inspiradoras con humanistas, poetas famosos y con otros que no lo eran tanto. Fue en una de esas veladas donde saltó la pulga mentora. Una vez más la pulga como motivo de escote literario. Como aquella otra pulga que picó los pechos de la hermosa Leonor de Lope de Vega (“granate en perlas, arador en rosa, / breve lunar del invisible diente) esta pulga francesa eligió los de Madame Des Roches para inspirar a Étienne Pasquier “así como volar de flor en flor/se ve a la mariposa/ la pulga con vampiresca inquina, salta entre los pechos/ preciosos de mi amor”. Citas y una colección de poemas armaron el corpus de un salón galo que buscaba notoriedad entre arrullos pulguientos. La pulga de Mme Des Roches, reunió poemas que el cenáculo de Pointiers escribió en francés, italiano, griego y latín y que rememoraban aquel encuentro entre el neóptero y la anfitriona. La antología se publicó en1582 cinco años antes de que una peste indomable arrasara con las mujeres de la casa. Madeleine y Catherine soportaron la epidemia juntas y juntas murieron el mismo día.

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