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Viernes, 19 de febrero de 2016

COSAS VEREDES

No es amor, es acoso

Un reciente estudio demuestra cómo (muchas) comedias románticas normalizan situaciones de acoso, perpetuando mitos y leyendas, justificando el todo-vale en la conquista del “amor verdadero”. Estetizando, en definitiva, la violencia.

 Por Guadalupe Treibel

Tras décadas sin tener noticias de ella, el tipo contrata a un detective privado para hallar -y seguir- a su interés romántico de adolescencia, recorriendo medio país para espiarla nomás conocer su actual dirección. En una noche lluviosa, otro varón de corazón partío no se resigna al patadón en el tuje que le propinó su exnovia y, afincado frente a su edificio y a los gritos, implora “Vamos, maldita perra, ¡arreglémonos!”. Un pretendiente teen no tolera que su sweetheart haya puesto punto final a la relación, y no tiene mejor idea que esperar hasta que anochezca para plantarse frente a su ventana con un grabador a todo volumen (porque ¿quién no gusta de una serenata cuando acaba de cortar?). Otro jovenzuelo, pálido y con unos cuantos siglos encima (es vampiro, después de todo), irrumpe en el cuarto de su enamorada y la mira dormitar… Aunque el recuento sea escueto (corresponden a Loco por Mary, Alta Fidelidad, Say Anything, Crepúsculo), los ejemplos fílmicos podrían continuar ad eternum, poniendo luz sobre cierta constante: en el cine, cuando de asuntos presuntamente amorosos se trata, el galán que persevere, generalmente triunfará. Aunque sus prácticas de flechazo más que bordear el acoso, lo encarnen plenamente… Claro que de estar acompañadas por violines en vez de musiquita thriller, no nada que temer, ¿cierto? Ni siquiera a la siniestra declaración de amor que Andrew Lincoln le propinó a Keira Knightley en Realmente amor (por favor, ¡hasta el mismo actor declaró que su personaje era, en efecto, un acosador!).

El asunto viene a cuento por un reciente estudio realizado en Estados Unidos, publicado bajo el título I Did It Because I Never Stopped Loving You (en criollo, “Lo hice porque nunca dejé de quererte”), que se ha ocupado de corroborar que las comedias románticas donde el varón acecha tienen un potencial efecto perturbador: lograr que las mujeres normalicen el acoso, lo toleren en mayor grado, no atiendan a sus propias señales de alerta y perpetúen ciertos mitos vinculados. Perniciosos macaneos del tipo “Las víctimas, en realidad, se están haciendo las difíciles y acaban por cambiar de parecer” o “Alguien que se comporta de modo extremo debe estar realmente enamorado”. “Los grandes gestos de las rom-coms a menudo son mostrados como signos unívocos de amor verdadero, reflejando uno de los grandes mitos culturales del romanticismo: sin importar cuán alto sea el obstáculo, el amor conquista todo”, esgrime la especialista en género y sexualidad Julia Lippman, de la Universidad de Michigan, responsable de la susodicha investigación. Investigación para la cual encuestó a 426 mujeres tras mostrarles situaciones de acoso en variopintos films (comedias románticas, thrillers, documentales), concluyendo que las espectadoras de pelis cómicas como Loco por Mary o Management justificaban en mayor grado los comportamientos violentos de conquista. “En estas cintas, lo que los personajes femeninos quieren no importa; todavía no se han percatado que él es lo que buscan y necesitan. Por otra parte, el hecho de que el varón invierta tiempo en seducirlas, pareciera darles derecho sobre su cuerpo y su corazón”, anota la académica. Lo alarmante es que “la persecución insistente termina por convertirse en una forma de acecho benigno o, peor aún, un modo de cortejo romántico”…

Con todo, tonto sería echarle culpas todas a las comedias románticas, vilipendiándolas como únicas responsables de la situación (la teoría de la aguja hipodérmica cayó hace añares, damas y caballeros). Lo que no quita que efectivamente sean parte del problema, propagando -sin cuestionar ni chistar- comportamientos tóxicos, ayudando a instalar un aura de normalidad sobre procederes patológicos. Evidenciado, en el ínterin, la tolerancia social hacia el accionar agresivo, invasivo ejercido por el varón, siempre en rol dominante. De allí que el periodista norteamericano Nico Lang, en su artículo Películas, masculinidad y el dañino mito del acosador romántico del sitio Salon, demande: “Necesitamos una nueva narrativa”. “Desde que somos jóvenes, nos dan cátedra sobre el valor de la perseverancia, pero solo en contadas ocasiones, nos hablan sobre la importancia del consentimiento”, escribe el hombre, y recuerda lo que otras webs anglo retoman: una noticia real que la revista satírica The Onion publicó a fines de los 90s al son de “un hombre fue arrestado por comportarse como el protagonista de una comedia romántica”. Por aquel entonces, el muchacho en cuestión, un tal Denny Marzano, volvió loca a una piba de 25 durante más de dos meses al mejor estilo rom-com: cantándole Close To You, de los Carpenters, en su lugar de trabajo, ofreciéndome tickets de avión para visitar juntos el Caribe ¿La gota que rebalsó el vaso del pánico, la preocupación? Disfraz mediante, barba postiza incluida, se hizo pasar por técnico de una empresa de cable para entrar a su casa…

“Para aquellos que estén reprochando que todo esto son películas de ficción y que tienen poca repercusión en la vida real por aquello de que somos seres sensatos y razonables capaces de discernir y de saber que las comedias románticas no son más que un dislate de puro entretenimiento, un apunto: en Australia, un guardia de seguridad indio de 32 años se libró de pisar la cárcel porque su abogado alegó en un juicio por acoso a una mujer que todo se debía a su fanatismo por las comedias románticas de Bollywood”, subraya el diario El País. Luego, están las cifras: según el National Center for Victims of Crime, de Estados Unidos, una de cada seis mujeres dice haber sentido miedo por recibir atención no deseada o ser seguida por extraños o sus parejas. Y están los estudios que aseguran que los hombres son más propensos a convertirse en acosadores (en el 87 % de casos registrados, lo son). De hecho, está científicamente comprobado que los tipos al acecho tienen una percepción deformada de la realidad: exageran lo que interpretan como señales de aliento por parte de la mujer; minimizan el rechazo. Bueno sería que, de cara a la situación de hecho, la industria del cine comenzara a cocinar sus perdices de manera menos agresiva. Para evitar que las damas se atraganten…

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