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Viernes, 27 de febrero de 2004

Nacidas para el mal

En mayor escala que otros manuales para detectar, cazar y eliminar brujas, el Malleus Maleficarum (1486), de los dominicos Heinrich Kramer y Jacobus Sprenger, se convirtió en un arma letal contra cualquier acusado/a de herejía. Ambos frailes fueron nombrados inquisidores con poderes especiales por bula de Inocencio VIII a fin de que investigaran los delitos de brujería en las provincias del norte de Alemania. La funesta influencia del libro de estos dos cruzados atravesó Europa y llegó a España, país donde debió competir con otro dominico inquisidor, Nicolás Eymeric, autor del Directorum Inquisitorum. A continuación, algunos párrafos saturados de misoginia del Malleus, un manual que alentó y justificó la tortura y la muerte de miles y miles de mujeres.
“En cuanto a la primera pregunta, por qué hay una gran cantidad de brujas en el frágil sexo femenino, en mayor proporción que entre los hombres; se trata en verdad de un hecho que resultaría ocioso contradecir, ya que lo confirma la experiencia, aparte del testimonio verbal de los testigos dignos de confianza.”
“Pues algunos hombres sabios proponen esta razón: que hay tres cosas en la naturaleza: la Lengua, un Eclesiástico y una Mujer, que no saben de moderación en la bondad o el vicio, y cuando superan los límites de su condición llegan a las más grandes alturas y a las simas más profundas de bondad y vicio. Cuando están gobernadas por un espíritu bueno, se exceden en virtudes; pero si éste es malo se dedican a los peores vicios.”
“Y de la maldad de las mujeres se habla en Eclesiastés, XXV: ‘No hay cabeza superior a la de una serpiente, y no hay ira superior a la de una mujer. Prefiero vivir con un león y un dragón que con una mujer malévola’. Y entre muchas otras cosas que en ese lugar preceden y siguen al tema de la mujer maligna, concluye: todas las malignidades son poca cosa en comparación con la de una mujer.”
“Otros han propuesto otras razones para que existan más mujeres supersticiosas que hombres. Y la primera es que son más crédulas; y como el principal objetivo del demonio es corromper la fe, prefiere atacarlas a ellas. Véase Eclesiastés, XIX: quien es rápido en su credulidad, es de mente débil, y será disminuido. La segunda razón es que, por naturaleza, las mujeres son más impresionables y más prontas a recibir la influencia de un espíritu desencarnado; y que cuando usan bien esta cualidad, son muy buenas; pero cuando la usan mal, son muy malas.”
“Pero como en estos tiempos esta perfidia se encuentra con más frecuencia entre las mujeres que entre los hombres, como lo sabemos por experiencia, si alguien siente curiosidad en cuanto a la razón, podemos agregar, a lo ya dicho, lo siguiente: que como son más débiles de mente y de cuerpo, no es de extrañar que caigan en mayor medida bajo el hechizo de la brujería.”
“Pero la razón natural es que la mujer es más carnal que el hombre, como resulta claro de sus muchas abominaciones carnales. Y debe señalarse que hubo un defecto en la formación de la primera mujer, ya que fue formada de una costilla curva, es decir, la costilla del pecho, que se encuentra encorvada, por decirlo así, en dirección contraria a la de un hombre. Y como debido a este defecto es un animal imperfecto, siempre engaña. (...) Y resulta claro, en el caso de la primera mujer, que tenía poca fe. (...) Y todo ello queda indicado por la etimología de la palabra; pues Femina proviene de Fe y Minus, indica que es muy débil para mantener y conservar la fe.”
“Por lo tanto, una mujer malvada es por naturaleza más rápida para vacilar en su fe, lo cual constituye la raíz de la brujería.(...) Y en verdad, así como por su primer defecto de inteligencia son más propensas aabjurar de la fe, así, por su segundo defecto de afectos y pasiones exagerados, buscan, cavilan e infligen diversas venganzas, ya sea por brujería o por otros medios. Por lo cual no es asombroso que existan tantas brujas en este sexo.”
“Las mujeres también tienen memoria débil, y en ellas es un vicio natural no ser disciplinadas, sino seguir sus propios impulsos, sin sentido alguno de lo que corresponde hacer; esto es todo lo que saben, y lo único que conservan en la memoria. De manera que Teofrasto dice: ‘Si se le entrega toda la administración de la casa, pero se reserva algún minúsculo detalle para el propio juicio, ella pensará que uno exhibe una gran falta de fe en ella, y armará rencillas; y si uno no pide pronto consejo, ella le preparará veneno y consultará videntes y augures, y se convertirá en una bruja’.”
“Y examinemos enseguida los deseos carnales del cuerpo mismo, de los cuales han surgido innumerables daños para la vida humana. Con justicia podemos decir, con Catón de Utica: ‘Si el mundo pudiera liberarse de las mujeres, no careceríamos de Dios en nuestras relaciones’. Pues en verdad, el mundo seguiría existiendo a prueba de innumerables peligros.”
“Consideremos otra de sus propiedades, su voz. Pues como es embustera por naturaleza, así también en su habla hiere mientras nos deleita. Por lo cual su voz es como el canto de las sirenas, que con sus dulces melodías atraen a los viajeros y los matan. Consideremos también su porte, postura y vestimenta, que son vanidad de vanidades. No hay hombre en el mundo que se esfuerce tanto por complacer al buen Dios, como una mujer común estudia sus vanidades para complacer a los hombres.”
“Esto es lo que se lamenta en Eclesiastés, VII y que la Iglesia inclusive lamenta ahora debido a la gran cantidad de brujas: ‘Y yo he hallado más amarga que la muerte la mujer. El que agrada a Dios escapará de ella; más el pecador será preso en ella’. Más amarga que la muerte, es decir, que el demonio: Apocalipsis, VI, 8, ‘tenía por nombre Muerte’. Pues aunque el demonio tentó a Eva al pecado, Eva sedujo a Adán. Y como el pecado de Eva no habría llevado muerte a nuestra alma y cuerpo, a menos de que el pecado pasara después a Adán, el cual fue tentado por Eva, y no por el demonio”.
“Para terminar. Toda brujería proviene del apetito carnal que en las mujeres es insaciable. Véase Proverbios, XXX: ‘Tres cosas hay que nunca se hartan; aun la cuarta nunca dice basta’: la matriz estéril. Por lo cual, para satisfacer sus apetitos se unen inclusive a los demonios. Muchas más razones deberían presentarse, pero para el entendimiento está claro que no es de extrañar que existan más mujeres que hombres infectadas por la herejía de la brujería. Y a consecuencia de ello, es mejor llamarla la herejía de las brujas que de los brujos, ya que el nombre deriva del grupo más poderoso. Y bendito sea el Altísimo, quien hasta hoy protegió al sexo masculino de tan gran delito; pues Él se mostró predispuesto a nacer y sufrir por nosotros, y por lo tanto concedió ese privilegio a los hombres.”

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SILVANA MANGANO EN “LE STREGHE”
 
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