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Viernes, 1 de abril de 2016

COSAS VEREDES

La pasión de Juana

Como la punta de un hilván de pioneras que desafiaron el deber ser y se colaron en los eventos históricos de su época como reporteras gráficas –terreno todavía bastante colonizado por la testosterona–, la vida de Joana Biarnés es contada por primera vez en un documental. La española recibe así su merecido homenaje.

 Por Guadalupe Treibel

De mencionar a pioneras del fotoperiodismo, algunos nombres son inevitables. El de la británica Christina Broom (1862-1939), por caso, que aprendió por cuenta propia los rudimentos de la fotografía, amén de contribuir unas libras a la economía familiar y, en los albores del siglo pasado, capturó desde eventos deportivos y actos de la Realeza hasta desfiles de soldados de la Primera Guerra Mundial o a las memorables sufragistas en plena acción, acaso sus pics más recordadas. En otras coordenadas, Homai Vyarawalla (1913-2012) retrató a su India natal en la era posindepedencia -del imperio británico-, debiendo vender sus primeras fotos utilizando el nombre de su novio, Maneckshaw Vyarawalla, para que el Bombay Chronicle siquiera contemplara publicarlas. “El periodismo gráfico como vocación entre mujeres es algo así como una innovación. Innovación que ofrece grandes beneficios para quienes dispongan de genuina curiosidad. Si una tiene buena salud y fuerza, instinto para las noticias, un equipo correcto y la habilidad para darse prisa -la cualidad más necesaria-, puede ser fotoperiodista”, resumió la tenaz Jessie Tarbox Beals (1870-1942) en cierta ocasión. Jessie, como no podía ser de otro modo en este petit recuento, es a menudo referenciada como la primera fotoperiodista de EE.UU.; no porque no tuviese predecesoras que ejecutaran con excelencia tan notable tarea sino por hacerlo en calidad de staff estable en medios como The Buffalo Inquirer o The Courier allá por 1902. Para Tsunkeo Sasamoto (1914), la revelación arribó al observar una tapa de revista Time y desayunarse que la visual había sido tomada por Margaret Bourke-White. “Sentí que un montón de obturadores se abrían y cerraban en mi cabeza”, recuerda la japonesa centenaria sobre el chispazo iniciático que luego devino en fructífera carrera, habiendo eternizado a su país antes y después de la Segunda Guerra, la Juventud Hitleriana, Hiroshima después de la bomba… Entonces, España; salto a España unas décadas más tarde.

“Joana Biarnés se alzó como la primera mujer fotoperiodista profesional de España a raíz de dos grandes eventos de color muy diferente: las inundaciones del Vallés de 1962 (la mayor tragedia natural de España, que se saldó con cerca de un millar de muertos) y un intrépido reportaje sobre los Beatles”, corona el diario El País, subrayando que -en los años 50s y 60s- “ser mujer y fotógrafa no eran factores que jugaran a su favor, y menos aún si una se dedicaba a la fotografía deportiva”. Porque esta mujer -durante décadas, un secreto guardado; hoy rescatada por un documental que acaba de estrenarse en salas a lo largo y ancho de su nación de origen- se inició en las mieles del oficio asistiendo a su padre en partidos de balompié, en los que -como recuerda el mentado diario- debía “enfrentar a árbitros y al público que la querían echar del campo y la enviaban a fregar platos”. “Menos guapa, me decían de todo”, recuerda quien naciera en Terrassa, en 1935, y estudiase en la Escuela de Periodismo de Barcelona.

“Un factor fundamental que nos decidió a llevar adelante el film sobre Joana es que todavía es una desconocida, no solo para el gran público sino para muchos de sus colegas. Rescatar su vida y obra después de tantos años en el olvido, es para nosotros un honor y un reto, porque queremos que el espectador se emocione tanto como nosotros al conocer su historia, su obra y a ella en persona”, ofrecen Jordi Rovira y Oscar Moreno, guionistas y director de Joana Biarnés, una entre tots, el film que devolviese a Juanita -como le dicen- al centro de la escena. Por cierto, los que sí recuerdan a la dama, no se cansan de repetir: “Nadie usaba el objetivo como ella”.

Objetivo que utilizó, por ejemplo, para poner en foco a los Beatles tras colarse en el avión que los había depositado en España en el ‘65, donde les sacó fotos ¡desde el baño! O al filtrarse en su suite de hotel y retratarlos en la intimidad, donde además de hablar de flamenco, la mujer les explicó que era el pa amb tomàquet… Con el desenfado de aliado, acabó codeando con el jet set de la época: fue la fotógrafa favorita de Raphael durante casi una década; escogió el vestido de Massiel para Eurovisión; logró las primeras fotos de Roman Polanski después del asesinato de Sharon Tate, cuando él estaba en Marbella, y ella -junto a un compa- se hizo pasar por una pareja en vacaciones. “Dalí le pinta cuadros, Tom Jones le invita gin tonics, Clint Eastwood le regala un beso en la gala de los Oscars cuando la ve temblar de emoción ante la posibilidad de sacarle fotos…”, rememora la prensa española. También se hace amiga de la Duquesa de Alba, de Xavier Cugat, de Serrat… “Juanita Biarnés es la exótica excepción española: la fotoperiodista mujer en un mundo masculino y machista como es la prensa de los sesenta”, remata El País. Ojo: también retrata a médicas, abogadas, cualquier dama que se abriese camino en terrenos dominados por hombres.

En los 80s, cuando el amarillismo ganó terreno y le bajaron el pulgar a un fotorreportaje sobre terapia contra el cáncer en favor de imágenes de Lola Flores y su familia disfrazados de Reyes Magos, “porque es lo que vende”, ella le bajó la persiana al oficio. Vendió sus cámaras y se mandó a mudar a Ibiza, donde abrió un prestigioso restaurante (Cana Joana), despidiéndose definitivamente de la profesión donde había sentado precedente. “Yo he hecho un periodismo sincero, un periodismo de verdad y como esto había empezado a basarse en mentiras decidí que no, que mi dignidad no me permitía seguir en este trabajo”, aclara. No sin dejar de destacar que “toda la farándula habla bien de mí; puedo presumir de ello”. Lo dice hoy, cuando recientes retrospectivas han rescatado su obra, se han editado libros de su vida y el documental lleva meses visionándose –con éxito- en festivales. Este año, además, la Asociación de Informadores Gráficos de Prensa y Televisión de La Rioja (AIG) le otorgó la Insignia de Oro, además de nombrarla socia de honor. Y aunque el rescate ha llegado tarde, ha llegado; y ahora su nombre es reconocido a lo largo y ancho de su España querida. Por lo demás, aunque no planea volver a la fotografía, asegura: “Tengo el corazón de reportera; eso no se olvida. Es un veneno”.

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