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Viernes, 1 de abril de 2016

ESCENAS

La escena que se mira

En Inspiratio se despliega una antropología de la actuación, una necesidad de encontrar historias en la propia instrumentalidad del teatro.

 Por Alejandra Varela

Como criaturas ofrecidas a la mirada que las raspa, a la luz que las muestra como superficies absolutas, lxs intérpretes multiplican esa exposición que es sensibilidad y materia, que se vive y se observa como un hecho concreto, imprescindible para que el teatro suceda.

Si se rotan en su deleite por comentar el desempeño del otrx, por inventar una abertura donde las palabras se vuelven reflexión infinita, deriva de la mente y también teoría, voz interna del personaje y ejecución descabellada del oficio de dirección, es porque la obra de Mariana Obersztern busca multiplicar el efecto invisible de la actuación.

Su estructura funciona como una sucesión de espejos rotos. En Inspiratio se puede experimentar ese bricolaje que mencionaba Claude Levi Strauss para definir la articulación de piezas que eran, en realidad, ruinas de viejos edificios donde el etnógrafo montaba sus palacios ideológicos.

En Obersztern late esa antropología de la actuación, esa necesidad de encontrar historias en la propia instrumentalidad del teatro para que cada válvula pueda ser aislada y analizada como un desprendimiento. No importa aquí la totalidad, la directora obliga a demorarse en aquello que el/la espectadorx no observa porque está atrapadx por la peripecia.

Pero la obra no hace de esta operación un procedimiento solemne. Se solaza con la absurdidad de mirarse en escena.

La entidad de personajes les dura poco. Ellxs son actores y actrices en pleno uso de su técnica. Si eso es lo que el público quiere, si piden más artificio, ellxs no tendrán problema en hacer de la voz y del cuerpo un resorte para conseguir esa inspiración que sólo encuentran en lxs otrxs. Pero el/la espectadorx no se salvará de esta intriga de laboratorio. La voluntad de sentarse en la butaca, de presenciar la escena, también quedará prendada de esta excavación donde la palabra atropella, desmonta posibilidades pero, por sobre todo, diagrama ese castillo complejo en el que se sostiene la actuación, soporte de ideas, estrategias y emociones que se aceptan como un don, cuando en el texto de Obersztern son producto de una complejidad que no deja de ser paradójica, a veces dibujada en situaciones que parecen tomadas del nonsense.

Hacia el final de la obra, Julieta Vallina lee una carta que ha sido rota y ella la rearma en su discurso, resguardando la mutilación de cada palabra, en un diálogo con La última cinta de Krapp, donde el personaje beckettiano leía un viejo diario íntimo y acataba el corte de la letra al final del renglón para quitarle afectividad a su drama, para que el sentido no estuviera en el texto sino en todo lo que el actor hacía con él.

La detención marca el ritmo de la trama. Cuando algo está por ocurrir, los personajes/ espectadorxs, suerte de coro moderno o de público parodiado, de director/a decantadx en teóricx, establecen un corte que desanuda todo lo que pueda producirse y genera otra línea de tensión que no se explica desde el distanciamiento porque aquí no hay implicancia. Salvo en el conflicto que surge con esa mirada y la ejecución del actor, en esa exigencia duelística para que la ficción suceda. Esta es la particularidad que Inspiratio establece con otras dramaturgias que toman el procedimiento actoral como tema. Obersztern incorpora al espectadorx y al directorx como dos entidades casi paralelas y hace de sus pensamientos y lucubraciones una dimensión textual caótica, dispersa y también lúcida. Entonces no se trata de pura introspección, de una forma estética que se habla a sí misma, sino del acto social que implica entrar a un teatro y de la obstinación política de demandar ilusiones.

Inspiratio, escrita y dirigida por Mariana Obersztern, con las actuaciones de Leticia Mazur, Julieta Vallina y Agustín Rittano, se presenta los viernes a las 21 horas en El Camarín de las Musas.

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