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Viernes, 8 de abril de 2016

ENTREVISTA

Valles de pasiones

La antropóloga india Veena Das es una transgresora de las ciencias sociales no sólo porque parte de los “remolinos emocionales”, como ella dice, de quienes habitan las franjas más empobrecidas de la sociedad, sino porque cree firmemente que estudiando el paisaje de lo cotidiano es como se llega a descubrimientos extraordinarios que pueden ayudar a resolver las necesidades de una comunidad. Invitada especial de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam), brindó conferencias y recorrió asentamientos del conurbano para comprobar que sus investigaciones sobre salud, políticas y violencias que nunca son transparentes trascienden fronteras.

 Por Roxana Sandá

Veena Das asegura que los grandes descubrimientos surgen de la observación amorosa de lo cotidiano; allí donde las conductas ordinarias de las personas, sus desconfianzas o escepticismos, pueden modificar el destino de los pueblos que habitan y obsequian revelaciones extraordinarias, como los deseos inesperados de una mujer antes de morir, los “remolinos de emociones” que provocan las voces de las víctimas o las tensiones sobre salud sexual y reproductiva que estallan hacia adentro de las familias. Para esta antropóloga nacida en 1945, dos años antes de la dramática Partición que convirtió una franja del estado hindú en territorio paquistaní, el mapa global de la investigación debería entenderse desde un entramado de disciplinas capaces de desentrañar la complejidad de las sociedades actuales.

“Es importante poder preguntarme qué es lo que realmente estoy viendo”, explica Das, que lamenta la superpoblación de teóricos-observadores-de-objetos o fenómenos conceptualizados en sus trabajos, sin rascar siquiera esa superficie. “Cuando veo algo quiero más bien cuestionarlo, preguntarme qué es eso que tengo enfrente y traer a colación toda mi experiencia de antropología, sociología, poesía, filosofía, sánscrito o literatura. Quiero poder pensar a través de todos los aspectos de mi experiencia.”

Esa búsqueda permanente la acompañó desde niña, en una familia de bajos recursos pero donde la lectura de textos religiosos formaba parte del aprendizaje de las mujeres. La Independencia también dio por sentado que todas debían ir a la escuela aunque no a la universidad. No hacía falta. ¿La madre de Veena esperaba que su hija siguiera los estudios universitarios? No sabe, dice, nunca le preguntó. Ella no pedía permiso.

La universidad era libre y gratuita; en la familia nadie se opuso hasta que terminó el college (ciclo básico) y la preocupación materna hizo notar que prefería ver a su hija casada. Pero el apoyo de sus hermanos colaboró a que continuara con los estudios y para su título inicial estudió literatura en sánscrito. “En general, las mujeres que estudian literatura clásica se supone que son un poco dóciles, y yo siempre fui muy rebelde. Tenía amigos que estudiaban en la Delhi School of Economics, y ahí se cursaba la carrera de Sociología, que iba junto con Antropología. Decidí probar qué pasaba por ese lado, donde los debates y las discusiones eran parte de la sangre que nos corría a los jóvenes por las venas.” Enseñó durante años en la Universidad de Delhi, y fundó el Instituto de Investigaciones Socioeconómicas en Desarrollo y Democracia, donde continúa desarrollando sus trabajos.

En la actualidad, Das es profesora de la John Hopkins University de Estados Unidos, y una de las antropólogas más reconocidas del mundo en temáticas relacionadas con violencia política y sufrimiento social. Invitada por el Instituto de Altos Estudios Globales (Idaes) y el Programa Sur Global de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam), en su segunda visita al país –la primera fue en 2014- ofreció dos conferencias abiertas con las que revisitó discusiones como la acción política de los pobres urbanos, y dialogó sobre nuevas controversias a través de los ensayos “La ética como expresión de la vida como un todo”, una interpretación del bien inserto en las acciones comunes, y “Modalidades del poder: Foucault en los asentamientos urbanos de Nueva Delhi”, investigación etnográfica entre pobres urbanos de esa ciudad, que toma los conceptos del poder foucaltiano para preguntar cómo vienen a instalarse en el siglo veintiuno y a quiénes referencian.

Usted se especializa en antropología de la violencia, antropología médica, movimientos feministas y teorías poscoloniales, pero logró darles una vuelta de tuerca y los reunió en un entramado común.

-Alguno de los hilos de ese entramado tiene que ver con el hecho de que no me agrada tomar un modelo teórico y aplicarlo sobre un objeto que estoy estudiando. Me gusta ir desarmando. Otro de esos hilos se relaciona con el deseo de aplicar lo que aprendí estudiando clásicos y filosofía india antigua, pero que a la vez se vincule con una especie de fuerza que va armando los hechos que estudio y que me permita representarlos los más verdaderamente posible.

En sus trabajos habla de políticas o violencias, por ejemplo, no como conceptos que irrumpen en lo cotidiano sino como parte de ese paisaje social. Sucede también con el relevamiento que hace sobre los secuestros y violaciones de mujeres durante la Partición de India y Pakistán, las capas que fue descubriendo y la lectura que hace sobre esos cuerpos.

-Una de las primeras cosas que descubrí es que la violencia no es una categoría transparente que se identifique y pueda describirse claramente. La he buscado en mundos pequeños. Le cuento una anécdota: una mujer que estaba muriendo decía que no quería estar envuelta por los gritos ni por las cosas de su hermano. Según la tradición, en India se envuelve a lxs que mueren con objetos y sentimientos de quienes lxs sobreviven, y esta mujer no quería nada que viniera de la casa de su hermano, porque desde su niñez guardaba recuerdos borrosos de la Partición y dudaba de que él hubiera participado de las violencias y los ataques que se provocaron. Es decir, un ritual que podría verse como algo normal y tradicional, en realidad tiene por debajo una madeja de situaciones de desconfianza.

¿Y cómo define a esta madeja?

-Remolinos de emociones. Y de decepciones, en el sentido de un tipo especial de emoción que puede volverse enojo, ira o traición. Eso demuestra que aquello llamado vida cotidiana, al parecer manejado por hábitos y costumbres, tiene en realidad una base más compleja. El ejemplo sirve para ver cómo esas violencias van envolviendo o teniendo alguna especie de desarrollo en las vidas de las personas. A partir de esto, fui descubriendo todo lo que las mujeres habían hecho en la reparación de las relaciones después de la Partición y sus violencias. Aunque nunca se trata sólo de una escena que llama la atención sobre el trabajo que hicieron las mujeres de curación de las relaciones, porque en ellas siempre está latente esa decepción o la sensación de inseguridad. En los procesos no hay certezas y me interesa observar cómo se vive con esa falta de certezas. En vez de focalizarme en cómo estos entramados de relaciones pueden ser destruidos por la violencia, elijo ver cómo se vive con ese tipo de sentimientos.

Paisajes en crisis

Durante su estadía en Buenos Aires, Das recorrió asentamientos de San Martín acompañada por un equipo de la Unsam, para conocer ámbitos paralelos a los que ella trabaja en relación a la antropología de la salud, explicó, y para poder observar los basurales a cielo abierto del Ceamse. Vio gente revolviendo en las montañas de basura, transitándolas como un paisaje asumido que desintegra el medio ambiente y la salud comunitaria de aquellos barrios que lo rodean.

¿Son contextos que ponen en crisis la atención que debería dárseles a las afecciones de la pobreza, y en todo caso confirman las ideas de salud o enfermedad consideradas desde una mirada clasista?

-Absolutamente. En mi libro Afliction -de próxima edición en la Argentina- hay una crítica del enfoque global de la salud por dos razones: sabemos mucho menos de las enfermedades de los pobres; sólo son un tema cuando se convierten en epidemia y pueden trascender y llegar a afectar a otros sectores. Pienso que se conoce poco de las afecciones ligadas a los pobres no porque no se les preste atención, sino porque es a propósito. Un tipo de ignorancia a conciencia. Por ejemplo, los pobres viven en general en ambientes contaminados. Estuve visitando asentamientos en San Martín, viendo las zonas donde se rellenan de residuos. Se supone que existen reglas claras acerca de qué clases de residuos deben ser depositados en esos predios. Pero yo estaría más preocupada por ver si las clínicas, los hospitales o las industrias de la región separan o disponen sus residuos de manera correcta. Porque es más barato tirar todo junto, y eso también sucede en India, donde no sólo hay situaciones de contaminación graves que generan una exposición muy particular a las enfermedades, sin ningún tipo de protección. Esos procesos están relacionados, además, con la forma en que el sistema médico se maneja. Hay una circulación importante de medicinas, y médicos, médicas y enfermeras recetan más de lo necesario o con rapidez antibióticos u otras drogas, como antivirales, en dosis pequeñas que perjudican a largo plazo. En San Martín entendí que la gente que trabaja donde depositan la basura no sabe o no le parece grave no usar guantes o ropa protectora. No advierten el peligro al que están expuestxs y la realidad se termina convirtiendo en una manera de no ver lo que se tiene enfrente.

¿El tipo de investigación que usted propone espera que los fenómenos sociales del día a día le vayan mostrando las diferencias y los hallazgos?

-Este trabajo ayuda a salirnos de los paradigmas establecidos que proponen ciertos métodos de investigación. Se empiezan a contrastar diferentes tipos de miradas y se logra pensar aspectos fuera de esos métodos tradicionales, que parecen limitar o hacer la vista ciega a los detalles hasta que aparezcan las crisis. Otros métodos de estudio sobre salud observan situaciones dramáticas, grandes enfermedades o epidemias, y a mí me interesa focalizar la atención en cosas comunes. Cuando fue la crisis del Ebola se convirtió en un tema central, se destinaron fondos mundiales e investigaciones, pero mucho antes miles de personas daban señales de cómo las clínicas o los centros de salud no aplicaban los paliativos necesarios con los cuidados o en la higiene, ni siguieron los protocolos correspondientes. Por lo tanto, esas situaciones de contagio se establecen mucho antes de que aparezca el momento crítico, lo que muestra que por debajo de esas realidades donde todo parece normal, ocurren muchísimas cosas que nadie se detiene a mirar.

¿Los estados promueven esa descomposición?

-No hay un villano único. Es como un ensamble de diferentes tipos de eventos que se combinan para generar esa situación. El Estado no decide a propósito no proveer de salud. Me pregunto por qué tanta gente en la India recibe tratamientos de proveedores de salud tan bajamente entrenados. Una no necesitaría caminar más de cinco kilómetros para encontrar un centro donde atenderse, pero resulta que en esos sitios el ausentismo es del 50 por ciento. Y otras veces quienes brindan atención son personas entrenadas en la medicina tradicional que fueron adoptando la medicina bioquímica.

¿Cuál es la situación de la salud sexual y reproductiva de las mujeres en esos ámbitos?

-Ha habido mejoras, por lo menos esfuerzos, que nunca terminan de ser lo suficientemente adecuados. Por un lado, en las zonas pobres las mujeres tienen mucha más posibilidades de controlar la situación; cuentan con acceso a anticonceptivos, hay medicamentos y campañas al alcance de la mano, pero también están presentes sus deseos de tener menos hijxs. Se ha reducido la cantidad de embarazos y eso tiene que ver con que quieren cumplir otros roles, no sólo el de la maternidad. Asimismo, en los últimos seis o siete años en la India hubo campañas y un esfuerzo concreto por bajar la mortalidad de las madres cuando dan a luz. Se dispone de ambulancias, los nacimientos se dan en situación de atención y funcionan programas de acompañantes en cada pueblo, que siguen a la mujer durante su embarazo para que se atienda y haga los estudios que le requieran. Pero aun así creo que la salud reproductiva es una carga importante en la situación de las mujeres.

¿Por qué?

Se relaciona con otros aspectos del proceso de la salud, como el uso indebido de drogas más allá del momento que sea necesario, los abortos demasiado seguidos o el tema de la salud de niños y niñas y cuánto afecta la vida laboral de las mujeres por el hecho de tener a sus hijos enfermos. La salud reproductiva es uno de los problemas en los que hubo avances visibles, pero todavía se requiere más trabajo, ampliar la manera de abordar la cuestión, pensar cuál es el rol de las mujeres dentro de las familias o cómo la pobreza afecta la salud reproductiva, la salud de lxs niñxs y la posibilidad de trabajar. Tendría que ser más amplia la manera de abordar el tema.

¿Cualquier mujer puede acceder a una interrupción del embarazo?

El aborto es legal desde 1976. No se necesita permiso.

Aquí lo seguimos peleando.

-¡Lo sé! Pero la India no es un país católico.

Ni con un papa (risas).

Una visión crítica

Entre los programas de investigación de antropología médica que realiza junto con un equipo interdisciplinario en un esquema que mueve el avispero tradicional de las ciencias sociales, resultó central la posibilidad de replicar este modelo de estudios en otros países. “Para tener una base que permita relacionar los trabajos de diferentes regiones, establecer programas de estudio a largo plazo y para poder ver patrones de morbilidad, de enfermedades o de cómo éstas se distribuyen a través del tiempo”, agrega Veena.

¿Podrían utilizarse para pensar nuevas estrategias de trabajo o de ayuda a familias de sectores empobrecidos?

-Sí. Desarrollar proyectos a lo largo del tiempo permite establecer comparaciones con otros para ver cómo evolucionan, y que tengan posibilidades de relación. Creo que éstas son las maneras reales de colaboración en investigación académica, poniéndose al servicio de las necesidades de la comunidad. Utilizando estos modelos de cotidianeidad, yo lo denomino la escena de lo ordinario, se hicieron trabajos en Kenya y en China, no en momentos de las crisis sino a lo largo del tiempo. Mi experiencia con la Unsam, una universidad que trabaja temas de educación y salud en la comunidad, es muy inspiradora porque posibilita aprender unxs de otrxs. Había leído sobre la situación de los asentamientos en San Martín, quería recorrerlos. Y las mujeres que conocí en esos barrios me impresionaron por su nivel de organización. Ellas son las verdaderas heroínas.

El papel de los feminismos es clave para la organización política y el empoderamiento de las mujeres en territorios críticos. Algo de esto se refleja en sus estudios sobre movimientos feministas en la India.

-Desde ya que el movimiento feminista en la India es muy fuerte, ha tenido gran influencia y una particular importancia en la discusión de leyes o proyectos como por ejemplo contra las violaciones, o a veces la oposición a cierto tipo de medios en los que se desarrollaban fanatismos religiosos. Pero creo más que en ninguna otra cosa, en la influencia de entrenar a la gente en qué es tener una visión crítica de lo social, de cómo lo dado por sentado y lo normal puede ser cuestionado y pensado de otra manera. Qué es ser socialmente crítico. Por supuesto que las mujeres también tuvieron importancia en todo el movimiento nacionalista indio, porque Gandhi se apoyó mucho en ellas, y desde entonces quedó una fuerte impronta del movimiento de mujeres con muchísima discusión y miles de líneas internas, lo que lo vuelve más interesante porque no se cierra en una visión unificada, y eso es lo que hace a la vitalidad del movimiento. Aunque lo más importante es que no promueve la oposición entre hombres y mujeres, sino que llevó a que los hombres tengan que redefinir qué es lo masculino y cuál es el lugar que ocupan en una sociedad convulsionada.

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Imagen: Constanza Niscovolos
 
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