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Viernes, 22 de abril de 2016

PERFILES

El problema son los otros

Gabriela Michetti

 Por Flor Monfort

“Cuando un gobierno propone un cambio en base a la honestidad y la transparencia se producen este tipo de recesiones económicas. Sepan aguantar hasta que dentro de dos, tres o cinco años podamos salir adelante” dijo una inmaculada Gabriela Michetti frente a una multitud de tucumanos y enseguida empezó a difundirse la frase, disputándole el primer puesto a “Cambiemos futuro por pasado” de la gobernadora Maria Eugenia Vidal o “Haremos lo mínimo posible” del presidente Macri en rueda de prensa. El pedido de Michetti sigue la trama que se viene urdiendo alrededor del concepto de “pesada herencia”: en el PRO no hay responsabilidad sobre el presente y las medidas que se toman hoy sino un canturreo permanente sobre aquello que nos legó el kirchnerismo (un país vaciado) y lo que va a venir (¿globos amarillos?). De hacerse cargo, por ejemplo, del millón y medio de personas que cayó bajo la línea de la pobreza, el gobierno no da señales, aun cuando su lema de campaña fue “escuchar” a la gente y todavía circula el mito de que Vidal te toca el timbre de tu casa para preguntarte qué necesitás.

Michetti, en ese contexto, con su pésima capacidad para afilar una oratoria de por si pobre, avanza sumando porotos al inconciente de esta gestión débil, con una prácticamente nula capacidad de movilización y convocatoria y un pésimo manejo del timing crudo del vivo, de donde salen perlas dignas de los hermanos Marx. De pedir que aguantemos cinco añitos con ese tono reactivo que intenta ser conciliador, como si toda la población tuviera un living en Recoleta para esperar como quien espera al delivery de sushi, Michetti pasó a trazar esa línea que nos separa a los “normales” de los pobres. “La droga mata tanto a los pobres como a la gente común” tuiteó después de la tragedia de Time Warp, porque el conjunto de los normales es para ella el de los heterosexuales que van a misa y si se drogan, sólo se están pasando un poquito. En cambio, en esa enorme bolsa de gatos que según un chiste gráfico que circuló en redes sociales hace unos años la CABA del PRO se divide en grandes zonas que desconocen el más allá de Barrio Norte y señalan “villeros” en Retiro, “bolivianos” en Liniers, “indios” en Mataderos, y “ni idea pero es lejos” en Lugano, están los que salen de la norma, que según el manual de estilo de este gobierno, son los pobres. Si ya veníamos viendo una tendencia a ignorarlos, criminalizarlos, perseguirlos y ningunearlos, los fallidos de Michetti los ponen donde tienen que estar, en el lado de los “raros”, una suerte de zombies que caminan por los bordes de la ciudad del Metrobus, pidiendo paco y plata para el vino. Dios nos libre.

Hace seis años, Michetti se jugó por primera vez por algo en su vida política: le costó pero finalmente, acorralada, pudo decirnos a todos y a todas que no le parece bien que dos personas del mismo sexo se casen legalmente, y mucho menos que adopten a un niño o niña. “Me hace ruido” dijo y después se desdijo, una y mil veces adecuando su discurso al interlocutor, así como ajusta la tonada cheta al medio para el que habla; y por la misma época confesó que lo que más le dolió de su accidente no fue perder la movilidad de sus piernas sino la “normalidad” de la vida cotidiana en familia. Tal vez por eso desoyó los llamados sistemáticos de Perla Pascarelli, la mujer que en 2008 perdió sus brazos y sus piernas tras una mala praxis en el Hospital Durand y quedó postrada con cuatro hijos y un marido que perdió su trabajo por atenderla. Tal vez por eso o porque Perla, cuadru-amputada y en silla de ruedas, no se ve muy “normal”.

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