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Viernes, 13 de mayo de 2016

COSAS VEREDES

La mujer de las células inmortales

La actriz, conductora y empresaria Oprah Winfrey ha anunciado su doble participación, como actriz protagónica y productora, en un venidero film de HBO que recupera la historia de Henrietta Lacks: una mujer negra cuyas células –tomadas sin su permiso poco tiempo antes de que falleciera– revolucionaron la medicina de los 50 en adelante, utilizándose incluso hoy día en miles de investigaciones científicas cada año.

 Por Guadalupe Treibel

No es necesario incurrir en literatura vampírica o filmografía sci-fi para toparse con tramas de inmortalidad. Oh, no: la propia realidad traza, en ocasiones, narrativas que poco tienen que envidiarle a las más inventivas imaginaciones. El caso de Henrietta Lacks es, sin duda, una de sus más destacadas expresiones. Nacida el 10 de agosto de 1920, HL fue una humilde obrera de campos tabacaleros, hija de esclavos liberados, madre de 5, que falleció a la joven edad de 31 por un fulminante cáncer de cuello de útero en el hospital Johns Hopkins, en Baltimore, EE.UU. Durante el corto y duro tratamiento de rayos en el –segregacionista- pabellón para negros, doctores extrajeron células de su cuerpo. Una muestra para la que ni siquiera solicitaron su consentimiento. Históricas e icónicas células que acabaron siendo las primeras en poder cultivarse indefinidamente en un laboratorio. Y que, aún a la fecha, más de seis décadas después, permanecen vivas, multiplicándose para estudios de variopinto calibre a una velocidad legendaria. “El genoma de Henrietta Lacks es el más difundido y sus células tumorales han alcanzado la inmortalidad de las bacterias”, esgrimía el filósofo español Jesús Mosterín tiempo atrás, sorprendido entonces por el modo en que estas células tumorales “cultivadas primeramente por el médico George Otto Gey, todavía continúan dividiéndose furiosamente en laboratorios de todo el mundo”.

Gey y su esposa Margaret habían intentado en innumerables ocasiones logran tamaña empresa, tres décadas de esfuerzos vanos; solo tuvieron éxito con el tejido extraído de HL, viendo cómo -de un día para el otro- el material se duplicaba, y sobrevivía. “¡Se extiende como garranchuelo!”, fue la expresión pasmosa de la dupla, que notificó la novedad a colegas muchos y cedió muestras a quienquiera las solicitase. Así, con el discurrir de meses y años, las células viajaban a Chile en sacos cargados por mulas, recorrían estados norteamericanos en bolsillos de caballeros, crecían en laboratorios de Ámsterdam, India, Rusia… También abrían la puerta de tremendo negociado, siendo producidas –y vendidas- en forma masiva por ciertas instituciones.

A ésta, la primera línea celular inmortal, se la llamó HeLa, y se convirtió en un hit biológico instantáneo, una herramienta médica sin precedentes, a punto tal que muchos se refieren a ella como “la madrina de la virología y la biotecnología”. De hecho, desde la década del 50 hasta nuestros días, se ha utilizado en más de 90 mil investigaciones (se estima que, a diario, alrededor de 10 nuevos estudios se basan en ella), cimentando la carrera de cantidad de científicos (desde 2001, al menos cinco Premios Nobel recibieron el galardón por trabajos que involucraron células HeLa), propiciando avances en vastas áreas: desde la primera vacuna contra poliomielitis hasta mapeo génico, envejecimiento, fertilización in vitro, clonación, mal de Parkinson, tratamientos contra leucemia, SIDA, herpes... Qué va: incluso se ha utilizado para profundizar en el apareamiento de los mosquitos o, por caso, para analizar los efectos celulares de trabajar en alcantarillas. “Básicamente, HeLa ha beneficiado a cualquier persona que haya tomado una píldora más fuerte que la aspirina”, resumió en cierta ocasión el New York Times. Y aunque no hay modo de saber qué cantidad de células de Lacks sobreviven hoy día, hay quienes estiman que si se juntasen todas las que han sido cultivadas, pesarían lo mismo que –por lo menos- 100 edificios Empire State. Mientras, el cuerpo de Henrietta yace en una fosa común, en una tumba sin nombre en Clover, Virginia…

Por cierto: aun cuando HeLa sirvió a la multimillonaria industria biotecnológica, los familiares de la mujer nunca vieron un céntimo. Peor aún, recién se enteraron que las células de Henrietta seguían vivas en 1973, cuando recibieron el llamado de un científico pidiéndoles sus respectivas muestras de sangre. Para ese entonces, las células HeLa habían incluso viajado al espacio exterior… Y aunque hace dos años, hijos, nietos, bisnietos lograran un acuerdo con el Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos, encargado de supervisar las investigaciones médicas, que les concedió cierto control sobre qué estudiosos pueden tener acceso al código genético de HL, su situación dista de ser ideal. De pasar humilde, la descendencia de Henrietta apenas si puede cubrir sus cuentas… médicas. Colmo de la ironía.

Cabe destacar que fue recién en 2001 cuando los hijos de Lacks se “reencontraron” con su madre. Un científico austríaco llamado Christoph Lengauer, del instituto John Hopkins, invitó a Deborah y a uno de sus hermanos a su laboratorio, amén de que “vieran” a HL por primera vez en decenas de años. Bajo su tutela, sostuvieron los congelados tubos de ensayo entre sus manos y observaron, microscopio mediante, cómo una célula se dividía en dos. Según relata la escritora Rebecca Skloot que, durante la emotiva visita, Deborah acercó un tubito a sus labios y, susurrante, le dijo: “Sos famosa, mamá. Aunque nadie lo sepa”. Rebecca Skloot, vale subrayar, es la responsable de The Inmortal Life of Henrietta Lacks, bestseller publicado en 2010, traducido a más de 25 idiomas, que repasa la historia de HeLa, entrelazando los descubrimientos medicinales con la propia historia de Henrietta y de la familia Lacks. Ejemplar muy aplaudido y premiado por el modo de relatar un cuento sin par, sin desatender la ética (o falta de, según) de la medicina moderna, cuáles deberían ser los límites de compartir información genética o la paradoja de que Deborah, la hija, deba pagar miles de dólares por medicamentos que su madre ayudó a crear. Deborah es la fuerza principal del libro, y a ella la interpretará Oprah Winfrey en su adaptación fílmica, recientemente anunciada. Un proyecto de HBO basado en la obra de Skloot, con una nieta de Lacks como asesora creativa, y con la colaboración de Alan Ball (creador de True Blood, Six Feet Under) y del guionista y director George C. Wolfe. No es la primera vez que el séptimo arte se encarga de este peculiar caso (en el ‘97, el director británico Adam Curtis hizo un documental llamado The Way of All Flesh para la BBC), pero sin duda será la película que termine de coronar el legado de la perenne Henrietta y lo multiplique vastamente, por las tevés del globo.

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