las12

Viernes, 20 de mayo de 2016

ENTREVISTA

Una feminista inesperada

Probablemente, si Nancy Dupláa se sentara a la mesa de la señora de los almuerzos, ésta le regalaría aquella frase mítica: ¡estás muy politizada! Razón no le faltaría si esa frase no tuviera sentido con el gesto de asco que la acompaña. Pero esta escena no se dará en lo inmediato y Nancy está más que orgullosa de sus decisiones políticas. Entre ellas, una creciente conciencia feminista que despertó el año pasado en la concentración del 3 de junio y que la lleva a desear volver a la calle otra vez. Aunque bien distinta del personaje aguerrido al que le pone el cuerpo en La Leona, Dupláa se siente cómplice de esas mujeres autónomas, fuertes y deseantes que aparecen en la novela que reina en las últimas horas de la noche.

 Por Marta Dillon

Se acomoda el niño sobre la cadera y es una tromba dando vueltas por la casa, grita bastante, sobre todo para arengar una organización necesaria entre esa familia que comparte vínculos que no siempre se fundan en la biología. La sangre que los une es la que bulle cuando se comparte la risa y la bronca, la comida, el desamor, el amor y el deseo. Se enfrenta con la hermana que la mira con sorna desde esa belleza arrogante que parece ubicarla un poco más lejos que al resto. Entonces el niño vuela de su cadera a los brazos de la abuela, se calza un saco sobre la pollera tubo y una blusa siempre ajustada, siempre ofreciendo el escote, taconea y besa al hijo mayor que la ama y la admira sin temerle al Edipo y sale por fin de cuadro rumbo a otro decorado, el de La Fábrica, La Textil, ahí donde se sienta, cuando puede porque el vaciamiento amenaza su fuente de trabajo, y cose en la máquina eléctrica remedando el ardor de aquellas costureras que conocían antes el orgasmo por la vibración de sus herramientas que por los encuentros con sus parejas. Es la Leona, claro, María Leone, el personaje aguerrido y apasionado que compone Nancy Dupláa en la última novela de la noche, el horario donde se la ha ido relegando aunque casi sin perder audiencia. Una mujer inventada en primer término por el marido de Dupláa, Pablo Echarri, el galán al que conoció en un set hace bastante más de una década cuando los besos en la ficción de Los Buscas destilaban una humedad que desbordaba lo que estaba destinado a ser visto. Una heroína italiana en la imaginación de Pablo, que reuniera “la fortaleza, la potencia, el rigor sin perder su sexualidad apasionada y que se descubriera como una leona en un contexto social de lucha por la defensa de la fuente de trabajo”, según la describe Nancy. Para él, en cambio, se reservó un personaje que se supone frío, movido por el dinero y la venganza contra un padre que le negó todo, hasta la vida misma, pero que se reblandece de amor y dolor frente a la heroína a quién besó por primera vez en un noche de carnaval sin saber que su ajuste de cuentas se la iba a llevar a puesta. El rico y la pobre, como en la novela clásica. Aunque ni él es tan rico -no al menos hasta que recupere su herencia-, ni ella tan pobre, aun cuando no haya podido cumplir su sueño de tener una placa en la puerta de su casa que dijera “modista”. Él y ella, que se aman y se odian con el mismo poder de fuego como en la novela clásica, aunque heroína y galán están bastante maduros y eso es algo que quieren que se note. De todos modos, no se privan de jugar a mezclar las lenguas, treparse una encima del otro, hablar durante el sexo, reírse muy cerca y mirarse como si quisieran taladrarse con los ojos frente a todos los técnicos del set para llevarse después a la casa que comparten algún condimento picante para cuando ya nadie los mire. Ventajas que les ofrece la sociedad amorosa y laboral que sostienen en la bonanza y en la adversidad, sobre todo política ya que la pareja nunca dudó en mostrar y militar sus afinidades y eso les valió, hace poco más de 70 capítulos, un intento de boicot a la novela, que por suerte nunca prosperó.

Por suerte porque la historia que ponen al aire todas las noches por Telefé abre algunos espacios nada despreciables en el panorama de las telenovelas. En La Leona las mujeres abortan cuando lo deciden -y hasta se denuncia la clandestinidad-, se habla de “garchar” entre las amigas y los amigos, se naturalizó un trío -entre los personajes de Dolores Fonzi, Mónica Antonópulos y Ludovico Di Santo-, la violencia machista se señala y se desprecia en cuanto aparece -aunque alguna de las costureras sea capaz de apurar a un machito cabrío que se cree que la tiene muy larga poniéndole las tetas en la nariz hasta volverlo blando del susto porque el cuerpo es de cada quién y saber usarlo es un poder-, la corrección política no está entre los valores a tener en cuenta y el conflicto social entre trabajadores y trabajadoras y la patronal no se arregla por vía de casamientos por conveniencia. Además de contar con una pareja principal que, como ya se dijo, se jacta de su madurez y de sus goces.

–La sexualidad con el aditamento de la edad, fue una cosa buscada. Y creo que hay ganancia en esa experiencia cuando la mujer lo sabe llevar bien -dice Nancy, sentada plácidamente una tarde helada de este otoño que parece invierno, muy lejos su postura y su tono de ese estridente y aguerrido de la María Leone de la tele. Aunque no es garra lo que le falta.

–¿A qué te referís con el aditamento de la edad?

–La edad lo que va proporcionando es que el cuerpo se vaya deteriorando en cuanto a lo de afuera y en cuanto a lo de adentro también, tenés más dolores, te cuesta más hacer las cosas que antes hacías. Aunque te confieso que yo no tengo ningún registro de que tengo 46, soy bastante inconsciente, entonces bueno, eso por ahí ayuda a que la lleves bien y a la vez hacer un laburo como para ir fortaleciéndose por dentro, disfrutar de las cosas que la experiencia te va dando…

–Suena a duelo la necesidad de marcar lo de “adentro” y lo de “afuera”…

–No sé si duelo, todavía no me atravesó, no digo que no me vaya a atravesar, pero todavía no, ni me dejó fuera de combate ni empecé a tomar malas decisiones -se señala la cara con un gesto de su mano, como si quisiera señalar que “malas decisiones” hacen referencia a retoques de bisturí.

–Pero siendo actriz sentirás alguna demanda de permanecer joven, como si esto fuera posible.

–Lo que pasa es que yo no estoy para nada pendiente de esas demandas. Es un trabajo que me propuse hace rato, no participo de redes sociales, no estoy pendiente de la prensa…

–¿Desde cuándo?

–Desde 2008, cuando pateé el tablero y me peleé con (Adrián) Suar -cuando le entregaron un Martín Fierro por su actuación en Socias y usó el micrófono para agradecer al público por soportar los cambios de horarios y otras desprolijidades de la producción.

–¿Tuvo un costo alto esa pelea?

–Y sí, dejé de trabajar cuatro años. No digo que haya sido un acto inteligente, más bien impulsivo. Pero para mí fue un cimbronazo que hubiera palabras que no se cumplieron en esa relación laboral. Y bueno, hice lo que no tenía que hacer, aguantar todo el año y explotar donde no tenía que explotar que fue en una entrega de premios. Pero si tengo algo para defenderme es que no puedo mentir, no podía subirme ahí y agradecer sin más a todos. Después, inconscientemente, dejé todo, me metí debajo de la mesa y pensé, a ver cómo hago para capitalizar esto de la mejor manera posible…

–Pero ahora también La Leona estuvo sujeta a muchos cambios de horario.

–Bueno, ahora tenemos solamente el capital creativo de La Leona junto con nuestros autores, y la verdad es que al no tener la plata para hacerlo y la estructura para hacerlo lo tenés que entregar a merced de todas estas condiciones. Sin Telefé no lo hubiésemos podido hacer pero también somos conscientes de que hay que ser consecuente con lo que las necesidades del mercado te imponen. Es así. Pueden hacer lo que sea. Y la Leona me agarra sabiendo esto, sin dejar de decir lo que una piensa pero no teniendo tan poca cintura.

–¿De qué se trata ser actriz cuando se pasan cuatro años sin trabajar?

–Es que la verdad es que no soy muy actriz. Es lo único que se hacer, con cierta ductilidad, pero no es algo que me motive desde las entrañas. Así que cuando no actúo estoy feliz, estoy completa, me siento totalmente relajada. Igual acepto mi estrella y la agradezco, porque yo siempre fui una chica muy, muy depresiva, muy melancólica, me metí en un grupo de teatro para hacer un salvataje emocional

–¿Qué te deprimía?

–Todo, levantarme me deprimía. Muy melancólica, me dolía la vida.

–¿Se te pasó?

–Sí, cuando empecé a crecer y cuando empecé a hacer lo que quería. Sobre todo quería ser mamá. Eso era lo que quería y lo que quiero. Cuando me fui llenando de lo que había deseado desde muy chica, fui mamá, me junté con el hombre indicado, armé esa estructura y entonces me sentí protegida como para salir a buscar, a seguir mi estrella. Y ahí lo disfruté más.

–¿De dónde crees que sale ese deseo tan fuerte de ser madre como horizonte? ¿Tu familia de origen era así?

–No, más o menos. Mi papá era un hombre de la noche, tanguero, y como todos los tangueros se la pasaba afuera. Y mi mamá era enfermera, o sea que a la hora en que ella se levantaba él llegaba Crecí en ese ambiente de mucha carencia, mucha carencia económica aunque nunca me faltó lo escencial, teníamos club, vida deportiva, vida en la calle. Poco convencional porque por mi barrio todas las viejas eran amas de casa; en cambio la mía era muy ella, con mucho carácter, con la idea de mantener la casa, traer el pan. Muy masculina para lo que eran las mujeres en mi entorno. Crecí con esa ambigüedad que me trasmitían los dos y es lo que me construyó…

–O sea que modelaste tu deseo por oposición.

–Mi madre si bien fue madre, había algo más que la motivaba que era su vocación de servicio para el necesitado, encima era geriátrica, una profesión muy dura. Y yo sentía al revés de mi vieja, que lo que más necesitaba era el hogar, la familia. Soy Susanita, bah. Ahora que los chicos están más grandes, no sé…

–Es que la función de madre, aunque nunca se apaga, es corta.

–Sí, pero también la vocación de tener una pareja y de compartir mi vida con alguien, no era sólo la maternidad. Yo siempre fui muy monogámica. Me gusta ser esposa, me gusta ser mujer, me gusta compartir con un hombre la vida.

–Te gusta ser mujer de.

–No, no, porque él es hombre de, también. Nos complementamos muy bien. Igual es una duda que me queda de mi pasado, cómo no haber podido encontrar algo que me llene desde las entrañas.

–Que no es la actuación…

–Y no, tengo que darte la mala noticia de que no.

–Bueno, quiero decirte que la mala noticia no es para mí.

-Sí (se ríe), es peor para mí, seguro. Pero más vale tarde que nunca, así que lo que se viene estará buenísimo. Ahora voy sintiendo otros deseos, no hay más opción que sentirse serena y despierta a lo que vaya surgiendo. También es cierto que esta profesión te obliga a estar haciendo siempre, porque cuando no tenés laburo no generás guita y entonces estás en un círculo que tratamos de seguir manteniendo con Pablo, con la productora, tratar de hacer cosas para que ese círculo nunca se termine. Y ahora la cosa está re difícil.

–¿Por qué exactamente?

–Porque no hay espacios, hay sólo dos canales, si no trabajás en uno, te queda el otro y si no hay ninguno de los dos tenés que rebuscártelas para generar otro tipo de cosas. Las ideas las tenemos. Pero todo está aquietado. No nos desmorona, pero también se fue el socio de Pablo. No creemos que se haya acabado el mundo pero bueno, hay que ver qué herramientas te quedan y cómo seguir manteniendo el movimiento.

–¿El cambio de gobierno los afectó?

–Y, sí, nos mató a todos. Primero fue un dolor profundo que el que no lo siente no lo puede imaginar, sobre todo quienes no comprenden que se pueda sentir un deseo profundo de cambiar las cosas hacia cierto lugar, de dejarle a tus hijos un país distinto. Esa gente que cree que el problema es que se nos acabó el negocio y que a la vez sólo piensa en la guita, que cree lo que le contaron, no entiende que sufrís por la continuidad de todos los logros. También se que estas cosas tienen que ser para bien, que hay que bajar y autocriticarse, replantear, ver en qué se falló y volver renovados, aceitados y con las mejores herramientas. Pero primero reconociendo en qué se equivocó. Y eso está costando, al ser humano en general le cuesta, pero si viéramos lo que se avanza cuando se reconocen los errores…

–¿Siempre tuviste opiniones políticas tan definidas?

–Siempre estuve conectada porque mi casa era así, mis viejos eran de mucha conciencia social, siempre hubo quilombo en casa, gente que venía, que se guardaba durante la dictadura aunque yo no entendía del todo que pasaba. Pero el relato del peronismo, del trabajador, la mística de la marcha estaba; y nos hacían partícipes. Pero bueno, en este último tiempo creció mi interés, mi deseo profundo de algo determinado porque alguien vino y empezó a pensar en quienes no se piensa nunca, no piensa nadie. Se empezó a emparejar la cosa, cosas que una siente profundamente por el bien del país se empezaron a concretar. Gente que no tenía derechos ahora los tiene, las travestis que no tenían ninguno ahora tienen su nombre, tienen derechos. Y bueno, cierto relato en el cuál me hacía sentir que tenía que acompañar. Y que siento que tengo que acompañar porque más allá de los errores lo que quiero es lo que venía sucediendo. En materia de reparación también. Mi convicción creció porque vi que los cambios que quería podían hacerse realidad. Sé que había gente que no tenía nada o menos que nada que empezó a estar mejor. Y después todas estas medidas de género, son de avanzada. O repatriar a científicos, la ley de matrimonio igualitario... Me impactó cómo esas leyes impactaron en mis hijos, en mis amigas, en mis amigos; poder dejarles eso para mí es impresionante. También el pago de la deuda y ahora nos vuelven a meter en el FMI. Qué se yo, yo quiero otra cosa para mis hijos, que entiendan que hay muchas maneras de defender su tierra, su lugar, a los demás.

La calle transforma

Cada vez que María Leone se mete en su taller, ahí donde diseña las mejores galas para sus amigas del barrio, donde llora las penas que no quiere mostrar y esconde al enemigo del que está enamorada para comerle la boca, ahí es donde se ve, firme con su puño en alto, la muñequita del dibujante Liniers con la consigna que ahora vuelve a actualizarse: Ni Una Menos, un ícono que se suma a otros que terminan de construir el personaje y cuyo arco se tensa entre el Che Guevara, Eva Perón y una virgencita sin nombre pero a la que a veces se le habla.

–¿Te acordás dónde estabas el 3 de junio del año pasado?

–¡En la Plaza! Fuimos con mis compañeras de elenco, con el elenco de La Leona porque se grabó íntegramente el año pasado. Estabamos todas especialmente movilizadas, nos mancomunaba en algo bien distinto que excedía la feminineidad o el feminismo, estábamos todas muy aguerridas. Mirá, me tomé el subte con las chicas, todas así, del brazo, encontramos montón de compañeras famosas, nadie tuvo ningún prurito ni ninguna vergüenza para ir…

–¿Creés que algo se movió después de esa manifestación?

–Algo en la conciencia popular se movió, hay algo que ya no es aceptado bajo ningún concepto, no creo que ahora nadie justifique que se le pegue a una mujer. Y si lo acepta es porque está bajo alguna situación de violencia o de ignorancia que hace que quien está consciente al lado pueda intervenir como antes no pasaba. Fue un laburo muy bueno de concientización que nos atravesó, porque eran cuadras y cuadras de gente. Se movilizaron los varones, generó algo de mucha fortaleza. Y también de mucha demanda de protección de muchas mujeres que sufren violencia y en esos casos hay que tomar cartas de alguna manera, no sé, creativa y también medidas determinadas por más que suenen hostiles.

–Por tus gestos, parece que de todos modos el sentimiento en la calle era el de sentirse guerrera.

–Es que eso se vibraba en cada encuentro que se producía, había como una cosa de lucha… Los carteles eran muy fuertes, interpelaban, ahora no me acuerdo, pero de mucha determinación de las chicas, me acuerdo uno que decía: “con pollera o pantalón, es mi cuerpo, cabrón”. Y es que es una estructura muy fuerte la que está instalada, el sometimiento a la mujer es algo que todavía se sigue viviendo. De hecho a la presidenta le tiene que haber sido muy difícil, más de un codazo tiene que haber dado para que la escuchen y esto en la política, donde los abusos a veces son más soslayados. Imaginate en otros ámbitos. Pero creo algo se está logrando. Y de hecho la novela refleja estas personalidades femeninas que no se dejan avasallar, ninguna. El otro día estaba mirando la novela y pensaba que deberíamos haber puesto algún personaje un poco más débil, pero ninguna pudo mostrar debilidades. Sí vulnerabilidades lógicas, pero ninguna pudo dejarse arrastrar por eso. El personaje de Mónica Antonópulos es la más débil, casualmente, parece tan avasallante y resulta que es la que no puede vivir sin un chabón que no le da nada.

–La joven rica con tristeza.

–Claro, porque al resto nos ves capaces de ponernos el cuchillo entre los dientes para que no nos toquen nuestros puestos de trabajo ni el de nuestros compañeros, con una sexualidad activa todas, con busca del deseo, de la pasión, a todas nos podés ver así. Aunque no sea políticamente correcto, aunque no esté bien. Porque a las heroínas de televisión se las emblanquece un poco, no cojen, o no son capaces de hacer cosas que no son muy políticas para conseguir lo que quieren. Yo a veces la hubiera hecho menos políticamente correcta a María también…

–¿En qué sentido?

–Como que me hubiera gustado que fuese capaz de pisar el barro para lograr que no le toquen lo propio, algún chamuyo en algún momento podría haber ido menos por derecha, haberme ensuciado un poco.

–Garcharte a Gabriel (el hijo del dueño de la fàbrica), por ejemplo, como dicen en la ficción.

–Bueno, sí, fue un tema de conversación. Pero no, hay cosas que la heroína no puede. Para nosotros era una gran oportunidad mostrar una heroína de carne y hueso. Y de todos modos creo que la mostramos.

–De carne y hueso y netamente peronista.

–Sí, claro, es muy peronista la novela, muy. En uno de los primeros cuadros está el de Eva atrás. Y el de Ni Una Menos, se re ve, en un punto estratégico. Es una pena que no hayamos hablado antes, a ver s encontrábamos un dibujo más combativo, más como María ¿no? que esté un poquito más enojada, porque la verdad es que frente a estas cosas, a que maten mujeres o te hagan callar, por nombrar extremos, hay que estar enojada. Pero igual el contexto estuvo y cuenta lo que hay que contar. Y sí, es re peronista la novela, la defensa de los derechos de los trabajadores, la dignidad del trabajo, la dignidad de la vida misma, el amor por la familia, el respeto; cosas que yo tengo asociadas con el peronismo.

–Y también es bastante católica.

–Y sí, eso es lo que le queda de la italiana (se besa una medalla imaginaria), hay ahí como una mezcla porque también aparece el aborto.

–Con toda intención, porque una de las protagonistas -Antonopulos- no va una si no dos veces a hacerse un aborto.

–Sí, y fue muy gráfico todo. Porque parece que va y viene pero en realidad se hace el aborto cuando está en un lugar que siente seguro. Pero nunca hubo dudas ¡Por favor! ¡cómo no iba a abortar! queríamos mostrarlo, aprovechar el momento aunque se nos viniera todo encima. Es lo que haría cualquier mina en una circunstancia así, con la situación de esta mujer, y mostrar la posibilidad de decidir y dónde pueden hacerlo ciertas personas, porque se ve que le pide ayuda a mi hermana (Dolores Fonzi en la ficción) y ella la lleva a un lugar de mala muerte del barrio que le da miedo y está bien que le de miedo.

–Hay un lindo contrapunto entre Fonzi y vos.

–Es el personaje que más me gusta, le dice a María todo lo que nadie le dice: que deja a los pibes, que se cree que es Evita… me mata.

–¿Hubo intención de mostrar la clandestinidad en entornos menos favorecidos?

–Y sí, los autores tienen mucho barrio y saben cómo contar estas cosas. Claro que hubo intención de contar el peso de la clandestinidad y también de la diferencia de clase.

–Y la violencia machista aparece aunque enseguida se reconoce y se repele.

–Aparece todo y la verdad impacta siempre, no hay con qué darle.

–La reacción de tu personaje a la violencia machista es muy tajante, más que lo que suele verse en la vida cotidiana

–Teníamos que aprovechar el momento de poder contar que cualquier detalle menor habla de la violencia y que está bueno resolverlo en ese momento, apenas sucede. Eso es lo que quisimos contar. A veces las ficciones atraviesan más rápido que los discursos más armados para quienes tienen pocos recursos culturales. Entonces desde la ficción podés bajar alguna línea. A la vez te digo que siento otra conciencia en las nuevas generaciones. Tienen más capacidad de pararse en otro lugar. Si yo veo entre mis amigas, hay de todo, en general todas han aguantado algún tipo de violencia, inclusive violencia psicológica, intelectual, eso de que te hagan creer que el otro siempre sabe más que vos. A mi con mi pareja me ha pasado estar en situaciones en donde por el carácter de él y mi carácter la última palabra la tenía siempre él y con el tiempo me he dado cuenta de que no es fructífero para la pareja porque se van a acumulando residuos de las cosas más pequeñas como las discusiones de pareja. Pero una puede fortalecerse y ponerse a la misma altura, nadie es más fuerte que nadie, nadie es más inteligente que nadie. Es muy profundo el tema si te lo ponés a pensar.

–¿El Ni Una Menos también se metió en tu casa, se conversó con tus hijos?

– No sé si se conversó pero sí estoy atenta. Aunque en casa todos tienen que hacer todo el otro día fue buenísimo porque yo le decía que apague la televisión y ella me decía ‘por qué, si Luca la tiene prendida hasta las 12’. ¡Bueno pero vos sos mujer!, le dije (se muere de risa) y me contestó: Y qué tiene que ver que sea mujer, así con los brazos en jarra, a los gritos. Y todo lo que pude hacer es decirle que tenía razón. Pero mirame a mí, sacando eso de que ella es mujer, realmente, ¿¡qué tiene que ver?! Pero todavía siento que se la cuida más a la mujer, me me fijo mucho en la ropa, pero sobre todo por el temor de que no se de cuenta lo que está floreciendo en ella y lo que genera alrededor. Y tampoco voy a permitir que por como se viste tenga ciertos miedos e inseguridades.

–¿Cómo podrías evitar su inseguridad?

–No, qué se yo. Igual vienen empoderadas estas generaciones, se ponen cualquier cosa y no les importa y me encanta, les chupa un huevo. Yo andaba siempre con el sueter en la cintura, iba a bailar tapándome el culo, pero era mi propia represión, también por lo que mi vieja me decía.

–Te bajaba línea sobre qué cuerpo tendrías que tener.

–Ya con la mirada me bajaba línea. Y ahora es re canchera, eh. Ya no me puede reprimir.

–Vos tenés algún prurito con la palabra feminista, ¿no?

–Como con la palabra machista

–Pero no son lo mismo.

–No, ¿no?

–Y no, el machismo es un sistema de dominación y el feminismo una herramienta política para la emancipación.

–¿Y vos en qué ves mi prurito?

-Recién hiciste un comentario en relación a que no iban a la marcha del 3J por una cuestión feminista.

–¡Ah! Mirá. Por ahí una asocia el feminismo con una pasión o un fanatismo –y no estaría mal, la verdad– que por ahí se cree de corazón, y lo entiendo porque yo también tengo pasiones. Pero la verdad es que “la feminista extrema” en este tiempo ha dejado cosechas en las cosas de todos los días, en los momentos en que se ha manifestado. Dejó por ejemplo todo esto que sucedió en la marcha del 3 de junio. Todo eso es producto de que una mina o muchas minas con potencial muy fuerte para expresar lo que siente a través del feminismo pudo decir cosas que no se podían permitir. Y desde ahí las que no nos sentíamos feministas también lo pudimos decir. Lo que pasa es que a veces hay palabras que cuestan, que no las decís para no quedar estigmatizada.

–Es que hay preconceptos muy fuertes, también me preguntaste recién si había hombres en la fiesta de Las12.

–(Carcajadas) Tenés razón. Tenés razón.

–Y no, no queremos matar a los hombres…

–Los queremos también, ¿no? (más risas) Y bueno, es lo que ocurre con la profundidad del sentimiento, que hay cosas que te quedan de ciertos hábitos instalados que por suerte no son tan fuertes como para no cuestionarlos, sacárselos de encima. Por ejemplo esto que te decía de las discusiones en pareja, que por ahí una se calla de más para… O yo, hablo por mí. Como que soy fiaca para las discusiones y me doy cuenta con el tiempo de que necesito mi voz, sobre todo para la pareja, para todo lo demás también, pero me cuesta menos. Bueno, por ahí me hago feminista.

–Dale, vos podés, es liberador. Podés leer Las12...

–(Se ríe) Dale, pasame textos, estoy con tiempo ahora, es mi oportunidad. Por ahí les mejoro la vida a las generaciones por venir, ya desde niños, porque a mí me flashea cómo desde adolecentes hay libertad para vestirse como quieren, amar a quien quieren. Por eso hay que tratar de empezar a cambiar desde chiquitos. Es una lucha, creo que esta conciencia que está empezando a aparecer en todas nosotras cada vez se va a ir desarrollando más. Yo no soy la misma. Soy una mujer grande y me doy cuenta de que hay conceptos que no van más y los quiero cambiar, de verdad. Quiero transformarme en alguien mejor. Así que estas marchas hay que seguir haciéndolas, todos los años. Fue increíble, muy poderoso, ojalá lo podamos seguir.

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Imagen: Jose Nicolini
 
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