Apenas comienza a moverse parece activar el impulso de un recuerdo. La vejez es esa escritura que se ha borroneado tantas veces que la piel se dobla para tapar lo corregido. Pero cuando un cuerpo no se entrega, no quiere detenerse, surge otra calidad sin definición, una voluntad de hacer presente el pasado en escena como acción, entonces lo previsible se subleva como abundancia de vida.

El biodrama busca pensar las posibilidades narrativas que genera lo real instalado en un espacio tan artificioso como es un escenario. No se trata de otra versión del realismo, su propósito es situar a sujetos (no necesariamente actores) en una forma documental donde puedan presentarse sin ser completamente absorbidxs por la voz de un autor/a.

En Fuerza de gravedad la estructura se complejiza al existir una narradora que ofrece la biografía de sus retratadxs, mientras ellxs intervienen para pasar de la tercera a la primera persona. Sus carreras profesionales, la llegada a la Argentina en la infancia desde Europa, se convierten en materia de investigación para Damiana Poggi, la directora que recopiló fotos y cartas, documentos que le dan a estxs ex primerxs bailarinxs del Teatro Colón un carácter histórico. Pero el dato no se limita a la enunciación. Los actos no llegan a construir una trama, funcionan como imágenes que describen las distintas gradaciones del tiempo incrustado en la mecánica de sus movimientos.

Mientras los hechos aparecen primero como cronología y después como una suerte de asociación que busca reconstruir cierta espontaneidad, nunca mencionan lo que su cuerpo es capaz de hacer. Ese es un apunte que queda como otra línea del relato para que el/la espectador/a explore.

La narradora evidencia el formato teatral de lo que allí sucede y, de ese modo, lo testimonial parece volverse ficción. Si el teatro documental corre el riesgo de ser explicativo, el trabajo de Poggi se articula en diferentes niveles donde se recuperan temporalidades entre el presente de la escena y el video como expresión de un episodio evocado del que los intérpretes se vuelven testigos.

Donde supuestamente no sería necesario actuar, ni asumir un personaje, la confidencia pública puede construir una forma dramática propia que se manifiesta como consecuencia de habitar ese dispositivo. Cuando la cámara toma un primer plano de Stella Maris y su cara ocupa la pantalla blanca, surge una verdad que la descubre.

La mirada funciona como un recurso estructural. La narradora los observa y confecciona sus perfiles, como la corporización de la directora que necesita contemplar el objeto de su estudio. Pero en la voluntad de exposición que lxs bailarinxs convierten en tema, hay algo que cuestiona la apreciación disminuida de la vejez asentada socialmente. El relato de los personajes no intenta hacer de su singularidad la manifestación de una idea. El texto está acotado a lo biográfico porque cualquier opinión surgirá de la yuxtaposición de todas las secuencias.

Entonces el teatro documental opera como un contexto donde toda declaración se vuelve espectáculo. La simple traslación de lo real no facilita la presentación como lo opuesto a la representación y esa tensión política tampoco parece ser el propósito de Poggi al decidirse por el biodrama. En Fuerza de gravedad esas particularidades están resguardadas por una dramaturgia que ayuda a abordarlas con cierto extrañamiento, como en el distanciamiento brechtiano donde la urgencia por desligarse de todas las reproducciones sociales hacía del teatro una máquina de pensamiento.

Fuerza de gravead, escrita y dirigida por Damiana Poggi, con la interpretación de Galina Gladinkova, Stella Maris Isoldi, Cecilia Blanco y Roberto Dimitrievich, se presenta los jueves 21 y 28 de julio, a las 21, en el Centro Cultural de la Cooperación.