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Viernes, 12 de agosto de 2016

INTERNACIONAL

Una reparación histórica

En una decisión considerada histórica, Africa votó por la prohibición de la ablación femenina, una forma de mutilación gravísima de mujeres y niñas con riesgo de-muerte, pero que también las condena a una vida de enfermedades y les clausura el placer sexual. La iniciativa es producto de la lucha de organizaciones y activistas que intentan poner fin a esta violación flagrante de los derechos de las mujeres.

 Por Roxana Sandá

El Parlamento de la Unión Africana avaló la prohibición de la mutilación genital femenina (MGF), en una iniciativa histórica por frenar esa práctica que se sigue realizando en unos treinta países del continente. La decisión sin precedentes no sólo significa un avance clave en la protección de niñas y mujeres, también es el resultado de las luchas de asociaciones africanas de defensa de los derechos de la mujer y la infancia. Unos 200 millones de mujeres y niñas de entre 4 y 14 años en todo el mundo, según cifras de Unicef, han sufrido la amputación total o parcial del clítoris, o la infibulación, que incluye la extirpación de labios mayores o menores.

En el acuerdo pactado entre miembros del Grupo de Trabajo para la Mujer del Parlamento y representantes del Fondo para la Población de Naciones Unidas (Unfpa) se proyecta un plan de acción enfocado a erradicar la ablación que cada año padecen tres millones de niñas en Africa y Oriente Medio. Los 250 diputados firmantes deberán ahora motorizar la nueva política en cada uno de sus países.

Todos los años la Organización Mundial de la Salud (OMS) remarca en sus informes las consecuencias trágicas de la ablación con riesgo de muerte, y el tendal de enfermedades, traumas y lesiones que causa el procedimiento, realizado en condiciones higiénicas deplorables. Infecciones, quistes, esterilidad y aumento de las complicaciones durante el parto son algunas de las consecuencias a largo plazo además, claro está, del factor clave de la imposibilidad para sentir placer durante el acto sexual, una forma trágica de discriminación ejercida sobre los cuerpos de las mujeres.

Los avances sociales y legislativos en Africa occidental marcan una evolución que podría salvar los destinos de millones de niñas y adolescentes a quienes se las considera “mujeres” en condiciones de ser tomadas por esposas una vez mutiladas. Nigeria prohibió la ablación en todo su territorio en mayo de 2015, mientras que Gambia, una de las geografías emblemáticas, logró anularla en noviembre último. Sin embargo, la prohibición no pudo romper con las intervenciones clandestinas: en Senegal la legislación clausuró la práctica hace años, pero las familias la siguen realizando. “Sólo con el trabajo en las comunidades se podrá dar un cambio real, las leyes son necesarias pero no bastan”, advierte la histórica activista gambiana Issatou Touray.

Sucede que los esfuerzos legislativos chocan contra las presiones de la aceptación cultural, que tabica el crecimiento saludable de niñas. La Ong senegalesa Tostan apuesta por una política de “juramentos”, según la cual mujeres y líderes comunitarios prometen públicamente el abandono de la práctica sostenida por clanes y varones jefes. La directora del Programa contra la Mutilación Genital Femenina, Faiza Jama Mohamed, explica que en Somalía aún hay hombres capaces de asegurar que para ser un verdadero somalí “no puedes casarte con una mujer sin circuncidar”. El país concentra el 98 por ciento de las prácticas, la tasa de prevalencia más alta del mundo. Faiza lucha para reforzar la prohibición o la implementación de legislación específica de la MGF en Kenia, Uganda, Tanzania, Etiopía, Zambia o Malí. Precisamente este último es uno de los países que defienden su legalidad pese al plan de erradicación vigente desde 2010, con una tasa de prevalencia que no decrece. Para la activista feminista Virginia Moukoro, en una década la ablación se convertirá en un mal sueño. Está segura de que “un día será historia, como ocurrió con la práctica de atar los pies a las niñas en Japón”.

La MGF es una práctica tradicional dañina porque priva a mujeres y niñas de los derechos legales reconocidos a la integridad corporal y el acceso a la educación, la salud y la igualdad, suele remarcar Faiza en cada una de sus ponencias. “Provoca devastadoras consecuencias físicas y psicológicas, incluyendo la muerte. En las comunidades donde se practica, con carácter de rito cultural, es un requisito social para el matrimonio, una obligación religiosa, y el pasaporte a la aceptación social de la comunidad de la niña. Se utiliza como una herramienta para oprimir a las mujeres como mujeres, negarles sus derechos sexuales y el acceso a la igualdad, se les impone a las niñas en nombre de la cultura y la religión, infligiendo un sufrimiento innecesario y para toda la vida.” Estima que todas deberían conocer sus derechos y las activistas educar para garantizar que se tomen decisiones informadas, “en vez de haber sido engañadas en el nombre de la cultura o de una mala interpretación de la religión”. Institutos de asistencia y refugios como los de Tasaru o Narok, en Kenia, ofrecen cobijo a las niñas que huyen de la mutilación genital y de matrimonios pactados, dos prácticas tradicionales que suelen ir unidas. “Se constató que a la mutilación genital le sigue el matrimonio y, tras éste, se acaba la educación para las niñas”, detalla la directora del centro y activista fundamental de esa región, Agnes Pareyro.

“Una mujer que sufre una mutilación genital jamás regresará a la normalidad”, explicó este miércoles la ginecóloga nigeriana Olayinka Aina Koso-Thomas, ante un auditorio colmado en la Universidad Autónoma de México (Unam). La médica de 78 años, fundadora del Grupo para la Abolición de Mutilaciones Sexuales, intentó poner en palabras el ritual que destruye la adolescencia de las mujeres. “Es imposible describir el horror de esta práctica. Se llevan a las niñas que serán iniciadas a un lugar apartado junto al río. Las obligan a acostarse en el agua helada con la mitad del cuerpo descubierto. Las tienen fuertemente con las piernas abiertas y entonces la persona encargada de hacer la circuncisión corta el clítoris y los labios menores. El grito de dolor es cada vez más fuerte. No hay una escala de crueldad para medir la agonía.”

Esta vez, la decisión fundamental del Parlamento africano podría terminar con lo que la directora del Programa Universitario de Estudios de Género de la UNAM, Ana Buquet Corleto, define contundente: “El control de la sexualidad de las mujeres, uno de los tantos mecanismos de subordinación femenina”.

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