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Viernes, 12 de agosto de 2016

COSAS VEDERES

No te registro

La crítica se las arregla para esquivar sin elegancia las reseñas de las obras de escritoras. Algo que podía intuirse pero que ahora se reveló después de un análisis exhaustivo de medios en Australia, Estados Unidos y Gran Bretaña, entre otros países. La indiferencia, en números.

 Por Guadalupe Treibel

En su afán por incentivar la participación femenina en las letras y dar visibilidad a la labor de escritoras locales, la organización australiana Stella –así bautizada en homenaje a la querida y reputada escritora feminista Stella Maria Sarah Miles Franklin, especialmente conocida por su novela autobiográfica My Brilliant Career– realiza todo tipo de actividades. Desde programar visitas a colegios para que niñas y adolescentes de distintas edades hablen con referentes literarias hasta talleres para que peques ejerciten la pluma creativa, además de campamentos temáticos que incluyen tópicos como género y diversidad, amén de permitir la lectura crítica de seleccionados tomos. Sin dejar de mencionar la organización de book clubs, donde se recomiendan valiosas autoras contemporáneas, o, desde 2013, la entrega del distinguido Premio Stella, que celebra la escritura de las mujeres australianas y aboga por un profundo cambio cultural. Empero, no conformes con las actividades previamente mencionadas, las inquietas e inclaudicables damiselas de Stella realizan otra importante labor: analizar anualmente si las principales publicaciones del país (diarios, revistas, suplementos) ofrecen misma atención y mismo espacio a escritoras mujeres que a sus colegas masculinos. Y como la misoginia es un pulpo con demasiados brazos, la respuesta es prácticamente evidente: no, no lo hacen.

“En Australia, un estudio ha demostrado que el pasado año prácticamente todas las publicaciones ha privilegiado las críticas y los comentarios de libros de varones que los de mujeres”, anota el newspaper brit The Guardian, en referencia a los resultados arrojados por el trabajo de Stella. Resultados a los que las muchachas han arribado tras examinar el Sydney Morning Herald, el Sydney Review of Books, el Australian Book Review, entre tantísimos otros. Otros como la Australian Financial Review magazine, donde solo el 17% del total de reseñas correspondía a autoras; a diferencia de la revista Books+Publishing –caso excepcional–, que dedicó el 65% de sus comentarios del 2015 a obras de damas. Para el resto, el porcentaje varía levemente, oscilando entre el 35 y 40% para libros con firma femenina.

Lo curioso, según destaca The Guardian, es que las mujeres representan ¡dos tercios! del total de escritores de la susodicha nación; y, así y todo, a pesar de ser amplia mayoría, reciben menos cobertura del grueso mediático. Finalmente, sumando además información provista por la Universidad de Macquarie, en Sídney, los datos –que acentúan aún más la disparidad– no mienten: del total de autores con obra publicada en el país oceánico, casi el 70 % son señoras y señoritas… Empero, los críticos australianos varones son más propensos a reseñar libros de autores varones australianos, apenas destinando entre el 4 y el 15% de sus notas a cubrir lanzamientos con gancho femenino. ¿La gravedad del caso (además de lo evidente, explicitado)? Que, como el informe subraya, “es una tendencia que perpetúa cierto persistente prejuicio cultural: que mientras los libros de autores hombres son universales, las mujeres solo escriben para mujeres”. Un mito falaz y ciertamente pernicioso que de ningún modo se reduce al territorio australiano…

Al menos, pareciera haber tenue lucecita al final del túnel en el caso del susodicho país. Más no fuera, a decir de Veronica Sullivan, miembro central de la organización Stella. “En los últimos años, muchos editores literarios se han comprometido a mejorar la cobertura que brindan a libros escritos por mujeres. Además, los mismos lectores están más atentos, llevando sus propios recuentos, compartiendo sus conclusiones en redes sociales, con el fin de mantener vivo este debate. Por otra parte, sé a ciencia cierta que críticos de renombre y alto perfil han hecho la promesa, en forma privada, de que solo harán reviews de literatura femenina durante un año, en un esfuerzo por corregir el desequilibrio presente”, asegura doña Sullivan, convencida de que “hay mayor consciencia de la disparidad de género”, en buena parte por los informes que, año tras año, su institución ha publicado.

Cabe destacar, por cierto, que no es la primera vez que estudios arriban a conclusiones similares, incluso fuera de las fronteras australianas. De hecho, la organización norteamericana en defensa de las mujeres en la literatura VIDA ha publicado repetidos informes denunciando que, aunque ha habido mejoras en la balanza, las autoras aún están menos representadas en los textos publicados por los diarios y revistas más relevantes de Estados Unidos y Gran Bretaña. De igual modo, también ha reportado que la cantidad de críticas firmadas por periodistas mujeres especializadas es considerablemente menor que las de sus compañeros hombres… Un estado de situación que explica –con cifras, además de la consabida y extendida idea de que “las letras continúan siendo un club de chicos”– porque aún en tiempos recientes autoras como Joanne Rowling, Catherine Nichols, Erika Leonard o Christina Lynch y Meg Howrey optaron por inicialar ambiguamente sus firmas, bajo la lamentable promesa de sus editores -en ocasiones, incluso el desdeñable requerimiento- de que solo de ese modo podrían ser tomadas en serio...

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