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Viernes, 19 de agosto de 2016

ESCENAS I

Iluminada de sabiduría

En La voluntad, de César Brie, Simone Weil es una joven arrebatada por la iluminación del conocimiento.

 Por Alejandra Varela

En el École Normale Supérieure hablaban de su precocidad. Simone de Beauvoir la observaba como a un ser incomprensible. A la admiración se unía algo más sensorial, el pavor que produce hacer de una idea el efecto más palpable de la propia vida.

Simone Weil encontraba en cada acto un llamado a la indagación filosófica. No era una devota del masoquismo como alguna lectura psicoanalítica quiso definirla. Era una mujer capaz de la más abundante empatía. Esa condición es llevada a escena por César Brie en un formato narrativo, en un procedimiento distanciado que contribuye a analizar esta facultad de forma expositiva.

No hay sobrecarga emotiva en La voluntad. En la interpretación de Florencia Michalewicz, cada situación está envuelta en una trama de reflexiones que expresan la inspiración que Weil encontraba en los griegos. Ella era una clásica en su manera de entender la religiosidad como mito y de observar la cotidianidad como la escritura de un tratado ético donde una ejecución descolocada, capaz de poner en crisis la propia salvación, es la partícula que desarma la obediencia. La búsqueda de una manera de actuar que implicara la punzada de una idea nueva pero que, a su vez, hiciera del propio cuerpo un espacio de tensión con la palabra que se proclama, la convierten en una figura compleja, que tal vez alcance una leve inscripción de mártir pero no puede habitar por mucho tiempo ese rótulo sin que se sospeche alguna insuficiencia.

La libertad es el eco en la cabeza de Weil, la fuerza como protagonista de La Ilíada que ella descubrió en el poema de Homero porque era una lectora vanguardista que sabía escribir con ese ritmo donde la pericia lógica se mezclaba con espiritualidad y lirismo. Allí Michalewicz asume una voz que se deleita en la sabiduría. Una Weil deseosa de hacer sonar sus frases precisas. Decir lo que piensa, asimilar la política de Weil a la dramaturgia para darle un protagonismo implacable a su pensamiento, implica aceptar que esa entrega a la guerra, a ser operaria en una fábrica, a convertirse en campesina, es el resultado de una decisión que la asimila a la heroína clásica.

Pertenecer a un lugar de privilegio, ser la mejor cuando Nizan, Sarte, de Beauvoir estaban allí, sagaces y con mayor hedonismo, hacer una crítica del marxismo con un poco más de veinte años y descifrar que en ese lenguaje hay iniciativa, una mirada que analiza lo real como si lo desarmara mil veces para arrancarle todas las fallas, hace que cada decisión, especialmente aquellas que parecen un descenso, la propia borradura de la identidad, obliguen al entorno a preguntarse sobre su sentido.

La libertad puede ser sombría y Weil elige ser una obrera de Renault para conocer de manera exageradamente empírica qué es eso de la cadena de montaje, de qué se trata la explotación. La escena se revela en una secuencia de acciones donde la actriz se vuelve impulso mecánico. Weil recibe la marca de la esclavitud. Escribe con ese daño. Nunca se olvida que ella fue también una turba impersonal, perdida en los tiempos obligados de su trabajo de operaria.

Hay algo en el personaje de Briony, en la novela Expiación de Ian McEwan que se alimenta de la brillantez severa de Weil. Existe una culpa que hay que limpiar y la reparación que parece instrumentarse en el cuerpo, queda dibujada en esa persistencia de escribir como el modo de intervenir sobre lo real, cambiar las condiciones objetivas con una subjetividad siempre en disidencia.

Brie no quiso mostrar el paroxismo de esa chica que experimentó el cristianismo como la fe indisoluble de los esclavos. Weil es, en la composición de Michalewicz , una agudeza feroz que ultraja la realidad con sus ojos de santa, un cuerpo gozoso en su desaforada clarividencia que no puede amilanarse frente a las precariedades de la vida.

La voluntad, escrita y dirigida por César Brie, con las actuaciones de Florencia Michalewicz y Brie, se presenta los martes a las 20.30 en Timbre 4, los viernes a las 23 en El galpón de Guevara y los sábados a las 19 en el Centro Cultural Recoleta.

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