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Viernes, 9 de septiembre de 2016

MUSICA

El canto como oxígeno

La violonchelista y cantante franco-argelina Nesrine Belmokh se presenta en Buenos Aires con su power trío que fusiona música étnica, soul y canción francesa.

 Por Dolores Curia

La relación de la cantante y multi-instrumentalista franco-argelina Nesrine Belmokh con la música empezó temprano: a los cuatro. Poco después hubo un profesor de primaria que prestó atención, vio que la niña tenía oído y les recomendó a los padres que la anotaran en una escuela especializada cuanto antes. En casa, la familia escuchaba las más inhallables combinaciones de música argelina y música negra norteamericana. En el aula y con lxs amigxs del barrio donde creció, Nesrine tocaba música árabe-andaluza, típica del norte de África, con mandolina y voz. Con la misma precocidad llegó el cello. Desde entonces, confluyen en Nesrine varias vidas. Como violonchelista, lleva una larga carrera en el mundo de la música clásica. Fue seleccionada para integrar la Orquesta de la Ópera Reina Sofía de Valencia. El año pasado, se sumó a la West Eastern Divan Orchestra de Daniel Barenboim y ese mismo año, participó en el espectáculo del Cirque du Soleil que se llama Amaluna.

El trío NES, con el que se la podrá ver en Argentina este fin de semana, es su proyecto más personal. En él la acompañan dos españoles: Matthieu Saglio (cello) y David Gadea (percusión). Allí, interpreta temas en inglés, español, francés y árabe. El francés y el árabe son sus dos idiomas maternos y el inglés es el idioma que remite a gran parte de la música que siempre ha escuchado. No es su primer proyecto por fuera de la música clásica. Antes formaba parte de Diablito Tango, un trío que es el antecesor de NES. En él Nesrine revivía clásicos del género y no tan clásicos, con un criterio que parecía querer decir que el único requisito para versionarlos era que el intérprete original ya no estuviera entre nosotrxs. Carlos Gardel se codeaba entonces con Serge Gainsbourg y Amy Winehouse.

En un departamento de techos altos, remodelado y demasiado impecable para ser calificado de bohemio, lleno de instrumentos y de velas, NES graba sus temas. Están en el barrio de Ruzafa, en Valencia, que antes de la conquista cristiana fue el hogar de grandes poetas del mundo árabe y que hoy es el corazón cosmopolita del arte joven y la trasnoche valenciana. Un caldo de cultivo del que se ha venido nutriendo el trío en gestas y colaboraciones con escritores, más y más músicxs, directores de cine y hasta lxs diseñadores que hoy hacen los vestuarios con los que Nesrine se sube al escenario. En NES coinciden elementos de todas esas vidas e inspiraciones que hay en Nesrine: una fusión de música étnica, de las gargantas y el carisma de las divas negras de soul y de la canción francesa. En algunas de las letras que Nesrine escribe junto a Matthieu la identidad es un tema al que siempre vuelven. También, los modos de hacer comunidad, la patria como espacio imaginario que nunca está en un mismo lugar, el exotismo como trampa multicultural y, siempre, la creación en medio de esa forma de habitar un poco desorientada, un poco tensa. Con su voz cálida de acento indescifrable, ¿Nesrine se estará hablando de ella misma? ¿A la herencia argelina? ¿A toda Europa? El punto es que la mezcla está en el ADN tanto de NES, como de su virtuosísima cantante, como de la efervescente ciudad española que vio nacer a este trío, por eso la pregunta recurrente es ésa, la de cómo vivir juntos. Para lo que Nesrine a veces arriesga una respuesta que hace pie en el lenguaje universal: “La música es mi oxígeno”, insiste el estribillo del tema “Bye bye”, que dice que en medio de tanta confusión, mejor cantar.

NES se presenta junto a Segal & Sissoko en el ciclo Foco francés este sábado a las 21 en la Usina del Arte, Caffarena 1. CABA.

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