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Viernes, 28 de octubre de 2016

VISTO Y LEíDO

Justo te necesitaba

Qué suerte que viniste, una serie de libros de poesía del sello Muchos libros felices, con impronta artesanal y espíritu federal.

 Por Paula Jiménez España

El inolvidable blues de Celeste Carballo, favorito de lxs jóvenes ochentistas, vuelve en el nombre de una serie de libros de poesía: Qué suerte que viniste. Todo un guiño, no solo generacional sino también de género del artista Fabián Muggeri, su editor. Este activista del diseño gráfico LGBT, es entre otras cosas el creador de Muchos días felices, el abultadísimo compendio de felicidades recopiladas desde el año 2010. Con la publicación de Morón, del poeta Juan Fernando García, co-editor junto con Muggeri, aquél proyecto virtual se extiende ahora también al campo editorial a través de MLF (Muchos libros felices), siendo Qué suerte… su primera colección.

De tapas elegantes y sencillas, sobre papel ecológico y de hechura artesanal, estos títulos llevan su marca de modernidad en los detalles: el signo numeral antes del número de serie, la repetición de la primera letra del título en un gráfico sintético y renegrido, una impresión imperfecta, como la de un sello. Porque la pata estética es, sin dudas, parte importante de este proyecto que concibe a la poesía publicada como indisociable del objeto que la soporta. Así es que Viernes de chicas, de Andi Nachón, se acompaña en su interior de los dibujos a todo color de su hijita, que resulta ser una ilustradora extraordinaria. Los siete poemas que conforman esta serie, en los que la poeta dialoga o se refiere a la niña, son tan conmovedores que da pena que el libro tenga un final. “Asciende vapor/ al ritmo de la canción: media lengua compartida casi/ un cuento más del agua y el jabón/ en extensa enumeración gritás pez/ pulpo shampoo, techo y bañera/ uñas violetas señalás de nuevo/ una y otra vez y otra vez y así/ para vos mi deseo: entre vos y yo/ que amor suceda siempre/ a cada encuentro”. En la página siguiente, al lado de una mujercita de pelo verde y orejas animalescas que pasea un perrito del color de su melena, otro de los poemas más sensibles de Nachón dice: “quién de mí me habría dicho este poder/ sanador con un beso/ rozo tu rodilla, limpio/ dolor o la idea/ firme del dolor. Y al fin de cuentas, da igual/ es lo mismo: julio en su esplendor firme te proteja, reina mía/ protectora, de la mano vamos/ hacia todo eso que desborda”. El # 02, corresponde a Oleaje, de la escritora cordobesa radicada en Tierra del Fuego, Niní Bernardello. En este caso no se trata de poemas de estructura tradicional, sino más bien de breves reflexiones líricas de gran intensidad, intervenidas por un diseño que alterna de texto a texto, el margen y el centro de la página. Esa especie de tic tac gráfico parece marcar un discurso sin pretensión de continuidad tópica, pero sí estilística, en el que de una cosa se salta a la otra, como en una lógica inconsciente. Es quizás ese el oleaje al que alude el título: el fluir de un lenguaje que no aspira la comprensión racional ni a la coherencia y que encuentra armonía en lo disímil. En el diseño interior del libro, se repite el dibujo de algo indiscernible, que así como podría parecer un corazón también podríamos ver allí una piedra. “Somos perros apaleados por la pérdida de un temblor vital”, dice Bernardello. El último de estos títulos es en realidad el que inaugura la colección, se llama Zoológico y es una antología curada por Juan Fernando García, con ilustraciones de Francisca Yañez. Obedeciendo a la devoción de ciertos poetas de escribirle a los animales –Olga Orozco, Tedd Hughes o T.S. Elliot dan muestra de esta debilidad–, García reunió poemas de diez argentinxs entre quienes se cuentan Sonia Scarabelli, Alicia Genovese, Alejandro Crotto, Concepción Bertoni y Diana Bellessi, cuyo poema El chanchito, lo muestra escapar del mundanal ruido desesperado: “¡Oh, mi chancho valiente/ de rosado lomo y trompa que corre/ entre los autos// yo quisiera llevarte/ o atravesar con vos al otro lado/ pero huiste// a los campos del oeste / cuando cae la tarde tan veloz, bello/ y asustado!”. Qué pena que el chanchito se haya ido, sí, pero qué suerte que vinieron los poemas.

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