Cada noviembre, la edición norteamericana de revista Glamour entrega el galardón “Women of the Year”, que busca reconocer la destacada labor de señoras y señoritas en ciencias, negocios, deportes, artes varias, medicina, educación, política..., amén de resaltar a mujeres extraordinarias que inspiran con su hacer fuera de serie, que batallan contra el sexismo, en favor de la equidad. Conforme su tradición, la edición 2016 incluye nombres notables: la America’s sweetheart Simone Biles, de 19 pirulos, que superó una niñez difícil y devino primera gimnasta en la historia en ganar tres campeonatos mundiales consecutivos, arrasando en los últimos Juegos Olímpicos. O bien Nadia Murad Basee, activista yazidíe, superviviente del cautiverio del Daesh (ISIS), donde fue utilizada como esclava sexual, convirtiéndose -tras su escape- en portavoz de las víctimas de la violencia sexual. O Alicia Garza, Patrisse Cullors y Opal Tometi, fundadoras del movimiento Black Lives Matter, que brega por los derechos civiles de la comunidad afroamericana en Estados Unidos, empezando por el más básico: que lxs negrxs no sean asesinadxs… 
Apenas algunas de las más que justificadas laureadas de este año, cuyas historias se han visto opacadas por otro nombre incluido en la lista de homenajeadas. Un nombre tan sorpresivo que acabó por acaparar la atención de medios a lo largo y ancho, azorados todos porque Glamour decidiera -por primera vez en los 27 años de historia de los mentados laureles- que también un hombre fuera declarado Mujer del Año. Y no precisamente para honrar al género como categoría fluida, cabe aclarar… “Tiempo atrás, nuestro consejo asesor resolvió que incluir a un varón no era prioritario, basando su decisión en que los premios a los hombres no escasean, y que nuestro objetivo era celebrar a las mujeres. Empero, hoy día se hace evidente que ellas quieren -mejor dicho, necesitan- a muchachos en su tribu”, justificó Cindi Leive, jefa de editores de la publicación, antes de anunciar qué señor recibiría la coronita. ¿Y quién fue? Pues, quién más: Bono.   
Ajá, Bono, el cantante irlandés, líder de la banda pop-rock U2, adalid de cuanta causa humanitaria venga a la mente (desde los chicos famélicos de África y las deudas externas de países de Tercer Mundo, hasta la lucha contra la pobreza o el drama de los refugiados, por mencionar unas pocas). Bono, candidato al Nobel en repetidas ocasiones, caballero comendador de honor de la Orden del Imperio Británico, ganador de 22 Grammys, Legión de Honor francesa. Y, desde los pasados días, una de las Mujeres del Año por su -incipiente, verde manzana- preocupación por la desigualdad de género. En defensa del cantor, a comienzo de este año, cuando asistió al Foro Económico Mundial en Davos (donde, oh, oh, solo el 18% de las participantes eran mujeres), ya se había fotografiado con un muñeco de nieve, acompañando la imagen con la frase “El hombre de nieve dice: igualdad de género”… No fue su único, ejem, esfuerzo militante: el pasado 2015, lanzó además la campaña “Poverty is Sexist”, tras anoticiarse de lo que otras/os llevan décadas denunciando: que las mujeres son las más seriamente afectadas por la pobreza.
“La batalla por la equidad no puede ganarse a menos que los hombres la lideremos junto a las mujeres”, declaró don Bono, agregando luego: “Siempre es posible lograr más de lo que se cree posible. Nuestros gobernantes, por caso, son responsables ante todos nosotros. Si no apoyan a mujeres y niñas, hay que quitarlos del cargo”. La prédica (con tufillo paternalista) no cayó precisamente en gracia entre, por ejemplo, periodistas de The Guardian como la lúcida Catherine Bennett, que ni lenta ni perezosa, replicó al ícono pop: “Quizá esté de más aclararlo -salvo que quien me lea trabaje en revista Glamour-, pero cualquier hombre feminista que se ofrece de voluntario para representarnos y no para acompañarnos, o no entiende de qué va el feminismo o se está riendo de nosotras”. Ergo: bienvenidos sean los varones, sus aportes son buenamente apreciados; pero no pretendan darnos voz, que para eso tenemos nuestras propias cuerdas vocales.  
“¿Qué le darán después? ¿La Medalla Fields por su expertise en matemáticas?”, se despacharon -no sin saludables dosis de ironía- indignadas voces en redes. Sumando mensajes como: “¡Menos mal que se lo han otorgado a un hombre cis hétero blanco! No reciben suficiente reconocimiento”, o “Este es otro ejemplo de cómo el varón se queda con el empleo aunque haya mujeres más capacitadas para el mismo trabajo”, o “Si Bono es la mujer del año, me declaro a mí misma la gran cantante de la famosa banda U2”… 
En palabras del sitio Refinery29, “Bono claramente es un activista que cree firmemente en los derechos de las mujeres y aboga por su seguridad, lo cual es estupendo. Tener aliados masculinos puede ser muy útil en la lucha contra la discriminación de género y todo lo que conlleva. Pero no deja de ser solo eso: un aliado; alguien que ha logrado ayudar a las mujeres sentado en su sillón de privilegio. El resto de los nombres que integran la lista, todas ladies extraordinarias, alcanzaron sus éxitos mientras enfrentaron el sexismo día a día y, una vez que se volvieron famosas, lo enfrentaron aún a mayor escala”.