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Viernes, 30 de abril de 2004

OPERA

Don Giovanni y sus tres mujeres

El mito medieval del experto e insaciable seductor de mujeres que recreó Mozart en la que se llamó la “ópera de las óperas” vuelve a escena en el Teatro Avenida. Una oportunidad para que el elenco de Juventus Lyrica reflexione sobre los personajes que encarnan –bajo la régie de Ana D’Anna y la dirección musical de Antonio Russo– y encuentren paralelos, a veces escalofriantes, con la vida moderna.

 Por Moira Soto

Siete roperos ambulantes van configurando la base escenográfica de la nueva puesta en escena del Don Giovanni de Mozart, que se presenta hoy en el Teatro Avenida. Siete roperos que guardan indicios, despojos de las ¿víctimas? del infatigable seductor surgido de leyendas medievales europeas a las que el fraile Gabriel Téllez (Tirso de Molina) dio forma teatral por primera vez en El burlador de Sevilla y convidado de piedra (1630), origen de múltiples versiones, adaptaciones, reescrituras, tratados... Entre las piezas musicales que inspiró, antes de la magna ópera de Mozart, se puede citar el ballet Don Juan (1761) de Gluck, y dos siglos después, La carrera del libertino, de Stravinsky. El libreto de Il disoluto punito, ossia il Don Giovanni –tal el título original de este dramma giocoso mozartiano– es de Lorenzo Da Ponte y contiene elementos de El burlador... y de algunas de sus versiones literarias.
La producción de Juventus Lyrica abre hoy a las 20.30 y se ofrecerá el domingo 2 de mayo a las 17.30, el jueves 6 y el sábado 8, a las 20.30, con entradas desde $ 5. Integran los dos elencos (“ambos del mismo nivel”, aclara la régisseur) Lucas Debevec-Mayer y Fernando Gras (Don Giovanni), Mario De Salvo y Nahuel Di Pierro (Leporello); María José Siri y Teresa Musacchio (Doña Ana); Carla Filipcic-Holm y Lara Mauro (Doña Elvira); Carlos Ullán y Carlos Natale (Don Ottavio); Sonia Stelman y Virginia Savastano (Zerlina), Maximiliano Michailovsky, Sebastián Angulegui y Mariano Fernández Bustinza (Masetto); Gui Gallardo y Alejandro Di Nardo (Comendador). La dirección orquestal es de Antonio María Russo y la puesta en escena de Ana D’Anna. A continuación, algunos de los intérpretes, el director musical y la régisseur hablan sobre los personajes femeninos, el genio inconmensurable de Mozart, el misterio de Don Giovanni, ese cazador–seductor-conquistador-licencioso-insaciable...

Carla Filipcic-Holm
(una Doña Elvira)
“Doña Elvira es, en definitiva, una mujer enamorada: a una le ha pasado esto de amar, que te traicionen y no puedas creerlo. Si has idealizado a la persona amada y te engañás a vos misma, podés seguir, aun pasándote lo peor, dispuesta a perdonar al menor gesto de disculpa. Creo que Doña Elvira debe inspirar una profunda tristeza, es un drama sin salida el suyo. Si el público se conmueve, puede llegar a sentir lo que ella siente, que va muy en serio. Porque la Zerlina, el Masetto o el Leporello están puestos para hacer reír un poco, aunque ellos también sufren a su turno. A su vez, Doña Elvira tiene una luz, un encanto, merece que la gente la ame, me interesa mucho lograr esto, que no me es fácil, de verdad. Estoy en ese camino y me encanta: como mujer, ella me parece un personaje maravilloso. ¿A quién de nosotras no le ha pasado esto de estar enamorada de un tipo, que es como un malvado y no podés cortar? Te quedás pendiente de que te llame para salir corriendo. Doña Elvira está convencida de que él va a volver con ella. Hace escenas para provocarlo, se enoja, pero va a buscarlo. Don Giovanni es terrible, imparable. Yo amo esta ópera integralmente. Para los que estamos arriba del escenario, él tiene que ser un tipo superatractivo, absolutamente irresistible, carismático, encantador, a la vez que un villano, un perverso. Pero yo como personaje no puedo ver claramente los aspectos negativos: cuando él me rechaza, me maltrata, yo vuelvo a insistir. Me pasa lo que a algunas mujeres golpeadas: lo justifico, busco excusas. Pobre Doña Elvira, está entregada, es la altruista que precisa el egoísta.”

Lara Mauro
(otra Doña Elvira)
“Doña Elvira es muy osada para la época, capaz de seguir a Don Giovanni por toda España. Su amor es incondicional, aunque él le sea infiel un millón de veces. De todas las mujeres de esta ópera, creo que es la que más profundamente ama al protagonista. Hacia el final, a pesar de todo lo que él le hizo, ella pide piedad. Yo creo que en el fondo él la quiere. O hubo algo muy fuerte y ella quedó muy marcada. Es un rol que adoro, el primero que hice con la Juventus cuando surgió el grupo y muchos comprendimos que era una gran oportunidad para formarnos y estar arriba del escenario, cantar ópera en un lugar que no fuera el Colón (donde, por otra parte, yo estudié, hice una maestría, y también actúo). Pero es tan bueno tener otro sitio como el Avenida, donde viene tanta gente joven, un público tan abierto a cosas no convencionales.
Doña Elvira rompe todos los esquemas. Viaja sola, con su criada, y no le importa nada el qué dirán. Y cada vez que él le dice algo, la toca, la mina se derrite, para decirlo en buen porteño. Para mí no es nada irreal este personaje: mirá a María Callas, vamos, se murió por este hombre Onassis que no la merecía. Salvando las distancias, me ha pasado a mí también cuando era más chica: enamorarme de alguien que no iba, que cuando estaba lejos de él, repasaba las razones para dejarlo; y cuando lo veía, me olvidaba de todas mis críticas. Una cosa es la razón y otra, el corazón. Doña Elvira es de una pieza, en cambio, la que se aprovecha un poco de la situación, creo que hace un doble juego, es la Doña Ana. Yo no creo que no se haya dado cuenta, cuando está con Don Giovanni, disfrazado, que no era su novio Ottavio el que se acostó con ella... Después, claro, se hace la víctima. Es interesante porque este episodio realza aún más el poder de conquista del Don Juan. Pero yo no lo puedo criticar, porque soy su incondicional: mi Elvira lo va a seguir a muerte, y seguirá pensando en él cuando entre al convento.
Don Giovanni sabe hacer muy bien algo que a todas nos gusta y nos ha gustado en todas las épocas: la cosa de la conquista, el cortejo. Por supuesto, es el fruto prohibido. Pero él tiene que seguir buscando, no se sabe bien qué: ¿una madre?, ¿una amante? Se encuentra con Doña Elvira, que es de las mujeres que aman demasiado, una loca de amor. Ella se juega y me parece bárbaro. Me fascina componer un personaje de tantos contrastes, que tiene emociones tan fuertes. Para mí es ideal, porque no soy de pararme a cantar, me gusta actuar, expresarme con el cuerpo. Aunque por supuesto vocalmente es muy exigente. Ana nos da una mano gigante en la parte de la actuación; el maestro Russo, en lo musical. Tengo una tranquilidad grande porque hemos trabajado mucho y bien.”

Virginia Savastano
(Zerlina)
“Zerlina ama de verdad a Masetto, pero es una mujer y puede dividir su corazón, que se siente atraído por todo lo que le ofrece Don Giovanni. Ella es coqueta, no vamos a negarlo. Muy humana, en algún momento se deja llevar por circunstancias que no buscó. En la ópera, Zerlina representa a un sector social por el que Mozart tenía mucha simpatía: la clase trabajadora, más auténtica que la clase alta, siempre cuidando las apariencias. Zerlina, después de haber estado con Don Giovanni, no tiene ningún problema en volver con Masetto y decirle: ‘No me tocó la punta de los dedos’... Como no se sabe qué pasó realmente, hay que creerle a Zerlina.
Ella fluyó de mi propia personalidad. Creo que Zerlina es un poco la mujer que todas llevamos adentro. Tiene sentimientos muy diversos en una mezcla colorida y llena de vida. Y Don Giovanni es todavía más complejo que Zerlina, aunque creo que guardan alguna semejanza. Reconozcámoslo: Don Giovanni sabe perfectamente lo que ella quiere oír. A mí me conquistaría, seguro que sabría qué decirme para engancharme (risas). A Zerlina le halaga la vanidad, le promete el oro y el moro. La tentación es muy fuerte, a ella se le mueve el piso, pero tampoco quiere ser burlada, no es ninguna tonta.
Para la composición, las dificultades fueron sobre todo a nivel corporal, gestual, porque Zerlina tiene que diferenciarse de Doña Ana y de Doña Elvira, que están muy definidas. Es ambiguo el momento en que Zerlina grita pidiendo ayuda. ¿Qué es lo que la hace cambiar de parecer? Quizás en ese instante, con su sentido común, se ilumina y se da cuenta de que una vez que se entregue, todo se termina... Esos cambios de humor, esos matices, son muy sutiles. Vengo trabajando este personaje desde hace dos meses con Ana D’Anna, una maestra, y todavía no lo conozco del todo.”

María José Siri
(Doña Ana)
“Mi personaje va decreciendo en el transcurso de la ópera, se va anulando, enmarmolando como la estatua del padre. Es la hija del Comendador, una figura social importante. La relación con Don Giovanni la transforma. No queda claro hasta dónde llegan, pero desde la actuación hay que transmitir que él despertó algo en ella: deseos, quizás amor. El padre quiere defender el honor de la hija y muere al enfrentarse con Don Giovanni. Doña Ana sufre a dos puntas: carga con el remordimiento de esa muerte, y se va enterando de las correrías de Don Giovanni. Ella tiene un prometido formal, Don Ottavio, pero desde que conoce al seductor no vuelve a ser la misma. Va congelando sus sentimientos, sus movimientos, se va secando. Creo que se alivia cuando el Comendador regresa como estatua y se lleva a Don Giovanni, pero ya no puede volver atrás, algo se quebró en ella. Como es una persona culta, rica, refinada, debe sofocar sus emociones.
Es arduo pero apasionante componer un personaje tan intenso que tiene que ir decreciendo en todo sentido hasta quedar inmóvil al final. Don Giovanni no tiene escrúpulos de ninguna clase, es puro egocentrismo. Deja flotando muchas incógnitas: ¿sólo le gusta el proceso de conquista y se aburre después de lograr la rendición? ¿Es realmente un superhombre capaz de estar con varias mujeres por noche? Le gustan las casadas, las solteras, las nobles, las campesinas... ¿Cuál es la búsqueda de Don Giovanni? ¿Acaso hasta duda de su propia sexualidad?”

Lucas Debevec-Mayer
(Don Giovanni)
“Creo que se suele poner el acento en la moralidad de Don Giovanni, y me parece que este personaje ofrece un espectro más amplio. Una de las cosas que yo intento desarrollar, que creo que simboliza esta ópera, es esa búsqueda incesante, insaciable del ser humano. Claro que la forma en que él la lleva quizás no sea la más recomendable... Es una paradoja terrible que Don Giovanni despierte en las mujeres pasiones tan intensas para luego frustrarlas. Pero creo que en ese camino él quiere alcanzar una satisfacción más allá de lo sexual. Prefiero no juzgarlo, dejar que vaya manifestándose. Don Giovanni tiene una línea, un estilo que sostiene todo el tiempo, una especie de fidelidad a sí mismo. Acaso quiere encontrar alguna forma de felicidad, pero se queda en la superficie, entonces no puede alcanzar algo que lo trascienda. Sin duda, es un gran conocedor de la psicología femenina: al encarar a una mujer, él ya sabe previamente por dónde ir de acuerdo a la condición civil, social, nunca repite el mismo verso. Creo que esta puesta va a revelar parte del misterio de este personaje que ha atravesado los siglos, y sigue seduciendo en este caso magníficamente retratado por la música de Mozart.”

Antonio María Russo
(dirección orquestal)
“Es La Opera, así, con mayúsculas. Una obra de arte tan perfecta, tan adelantada, donde todo fluye con asombrosa naturalidad. El poder de síntesis de Mozart hace que describa una situación –cómica, dramática– en cuatro compases. Hice esta ópera hace cinco años y la estoy redescubriendo nota a nota. Es como levantarme todos los días y mirar la bóveda de la Capilla Sixtina. Aunque no me puedo identificar con el Don Giovanni, es la glorificación del ego con menosprecio de todos los que lo rodean. Pero es un ser polifacético, lo suyo va más allá de la conquista de mujeres. El está en contra de la sociedad, desestructura todo lo que le exige la nobleza española de la época. En cuanto a los personajes femeninos, son como siempre mirados con especial interés por Mozart, bien diferenciados entre sí.”

Ana D’Anna
(régie)
“Los roperos son las cajas donde los seres humanos guardan las ropas con las que se muestran socialmente. Es esta obra, particularmente, cambio de ropa, cambio de identidad: el criado Leporello se transforma en Don Giovanni, y al revés, por medio de la vestimenta. En mi pueblo, todos los amantes se han escondido en el ropero, un elemento del dormitorio menos obvio que la cama, es un lugar íntimo, lleno de secretos, oscuro. Todos en algún rincón de este mueblo escondemos algo que no le mostramos a nadie, nos olvidamos cosas que redescubrimos al cabo del tiempo. Además están los espejos que nos reflejan. Don Giovanni es una obra surrealista sobre la oscuridad que todos tenemos adentro. Hay un momento para mí en que estos muebles van dejando de ser roperos sobre el escenario: se vuelven casas, panteones...
Este Don Giovanni se acerca al Don Juan, el poema de Lord Byron, también nos basamos en el Diario de un seductor de Kierkegaard, por esa cosa tangencial que tiene el protagonista de la ópera. Para mí, este personaje es un mito, representa esa parte sombría del ser humano que busca en otros vida, existencia, como si tuviese algo vampírico. Como el Fausto, desarrolla una especie de rebeldía contra las normas morales, sociales. Todos los personajes crean a Don Giovanni. A ellas les atrae lo clandestino, lo ilícito. En resumen, la fantasía. Don Juan tiene mucho que ver con la fantasía, por eso el teatro dentro del teatro en la ópera, el disfraz, la imitación. La suspensión de la incredulidad: Doña Elvira pide a Dios que proteja su credulidad, ella prefiere seguir creyendo en Don Giovanni.”

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Zerlina (Sonia Stelman) y Don Giovanni ( Lucas Debevec-Mayer).
 
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