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Viernes, 14 de mayo de 2004

TENDENCIAS

La sociedad de los deseos muertos

Las tres cuartas partes de las mujeres del mundo creen que tienen sobrepeso, mucho más de la mitad vive a dieta. ¿Por qué asombrarse entonces de que una enfermedad que puede ser mortal como la anorexia se plantee con un estilo de vida más que persigue el éxito? ¿Acaso no es una manera más de controlar el deseo en pos de una meta, de un poder (ser flaca)? Más de 100 mil sitios en Internet desafían la esquizofrenia social que condena por igual tanto a quienes padecen estas enfermedades como a quienes no persiguen la zanahoria del cuerpo perfecto. Cuidado, el deseo está muriendo.

 Por Soledad Vallejos

Permitime presentarme. Mi nombre, o como los supuestos ‘doctores’ me llaman, es Anorexia. Anorexia Nerviosa es mi nombre completo, pero tú puedes llamarme Anna. Con esperanzas podemos hacernos grandes compañeras. De acá en adelante voy a invertir mucho tiempo en ti y espero lo mismo de tu parte. En el pasado escuchaste a los profesores y a tus papás hablar de ti. Eres ‘tan madura’, ‘inteligente’, y posees ‘tanto potencial’. ¿Dónde tienes todo eso, puedo preguntar? ¡Absolutamente en ninguna parte! ¡No eres perfecta, no tienes fuerza de voluntad y encima gastás tu tiempo en el pensamiento, en la conversación con amigos, en el dibujo...! No vas a permitir tales actos de indulgencia en el futuro. Tus amigos no te entienden. Ellos no son realistas. Cuando la inseguridad silenciosamente roía de distancia tu mente y entonces les preguntaste: ‘¿Ves la grasa?’, y ellos contestaron: ‘¡No, nada que ver!’,tú sabías que ellos estaban mintiendo, sólo yo te digo la verdad. ¡Tus papás! Ni siquiera entraremos en ese tema, sabés que ellos te aman y quieren cuidarte, pero no dejes que te obliguen a hacer otra cosa. Te voy a decir un secreto: profundamente muy adentro, ellos están decepcionados de ti. Su hija, con tanto potencial, se ha convertido en una gracienta (sic), una chica vaga e indigna. Pero estoy a punto de cambiar todo eso. Quieren las posibilidades de Internet que Anna nos escriba una carta para iniciarnos en sus secretos y acercarnos al mundo cercano de Mia, el de los atracones y vómitos autoprovocados de la bulimia. ‘Porque te vas a sentir mejor con vos misma. Porque es bueno tener autocontrol. Porque querés ser perfecta. Porque querés que todos te miren por lo linda que estás. Porque las gordas son feas. Porque a los chicos les gustan las flacas. Porque no serás discriminada.’ Por todo eso y mucho más, en este momento chicas (y chicos) de la Argentina participan de foros virtuales para explicar a pares de España lo maravilloso que puede ser el mate para apagar las demandas de un cuerpo hambriento (‘gran aliado, Anna, te saca el apetito, te idrata, te despierta, te da animo, jeje’ (sic), o annas y mias de México siguen recuentos de kilos en los diarios de colegas de Colombia y suben fotos a la red para compartir “thinspirations”, contar si han resistido la tentación del “selfinjury” en los últimos días y tratar de animarse mutuamente con “pensamientos y poemas”, dietas y consejos para quemar calorías. Se puede llegar a las puertas mismas de la comunidad desde alguna de las cientos de páginas de Internet que prometen cumplir sueños de cinturas etéreas a cambio de unas cuantas pastillas –“más información sobre dietas aquí”–. Un solo click, y el nuevo mantra (que se repite –como corresponde– religiosamente en cada oportunidad) se despliega ante los ojos para obnubilar con todo el peso de una verdad a prueba de refutaciones: “La anorexia no es una enfermedad ni un juego. La anorexia es una habilidad, perfeccionada sólo por unos pocos: los elegidos, los puros, los impecables”.

“Conoce tus debilidades y evita las tentaciones”
Con el paso de los años, las/os elegidas/os están aprendiendo a contrarrestar la ola de preocupación más o menos globalizada que profesionales de la salud y diversas ONG hicieron oír por el crecimiento de las tasas de desórdenes alimentarios en las últimas décadas. Mientras que la inanición voluntaria ingresa en 1689 al territorio médico como curiosidad (cuando el médico inglés sir Richard Morton la describe con asombro: "No recuerdo haber visto a ningún ser vivo tan degradado y con tal grado de consunción, pero no tenía fiebre, sino por el contrario un considerable frío en el cuerpo") y solamente al iniciar el siglo XX y asociarse con las reflexiones freudianas sobre los trastornos que la envidia de pene podía acarrear a las féminas termina de ser definida como "anorexia nerviosa". La bulimia sólo abandonó su status de conducta sin demasiada carga patológica recién a principios de 1980, cuando el Manual de Psiquiatría Americana la reconoció como desorden psiquiátrico. Es desde entonces, y en paralelo con el crecimiento exponencial de la industria de la moda y la publicidad a la hora de postular y legitimar valores sociales (un cuerpo moderno limpio de olores naturales y vellosidades, exhibible hasta el paroxismo, asexuado para trepar a la cumbre del erotismo deseable y que no cesa de asociar el éxito a la belleza corporal), que los casos de trastornos alimentarios se multiplicaron hasta ser definidos como epidemia por la OMS, que también afirma que el 60 por ciento de la población femenina mundial hace dieta y el 75% se cree con sobrepeso. Mientras que la British Medical Association señala que los cuerpos de las modelos hace 25 años eran 8% inferiores al de la mujer promedio y actualmente son 25% más delgados, se calcula que entre un 5 y un 10% de la población argentina se reparte entre la anorexia y la bulimia, que 9 de cada 10 mujeres de entre 12 y 35 años padecen alguna de las dos, y que 2 de cada 10 mueren por eso. Frente a ese panorama –que instaura una mirada social de condena y compasión hacia quienes ceden bajo el peso del cuerpo ideal–, anoréxicas/os y bulímicas/os han procedido a un desguace minucioso del discurso sobre la enfermedad, a crecer y multiplicarse apropiándose de razonamientos propios de la lucha por los derechos civiles y humanos para reclamar libertades, y para reorganizar un cuerpo de síntomas hasta darle la forma de una doctrina voluntarista, en la que prima la voluntad de (auto)control y el deseo de siempre ir un poco más allá.
"Porque sabés lo que es mejor para vos. Porque si no lo hacés vos, nadie lo va a hacer por vos. Porque te gusta el éxito. Porque tenés fuerza de voluntad para cumplir tus metas." Con ese espíritu fue que la red empezó a poblarse de páginas personales y de pequeños grupos de defensa de la anorexia y la bulimia: en estos días, tipeando "pro anna mia" Google arroja la nada despreciable cifra de 122.000 páginas en inglés y cerca de 6000 en español, mientras que hace sólo un mes no superaban las 100.000 y las 2000, respectivamente.
Iniciado en el mundo anglosajón, el fenómeno de los sites pro anna y mia viene despertando una suerte de movimiento y contramovimiento en Estados Unidos desde el año pasado: haciendo uso de su derecho a restringir contenidos (fundamentalmente por cuestiones legales), las empresas que alojan páginas comenzaron a clausurar sitios denunciados por favorecer la anorexia y la bulimia, con lo cual quienes los habían creado los mudaban a nuevos servidores (profético, un sitio que acaba de desaparecer advertía: "Por cada página cerrada nacen 5, si me cierran ésta volveré a abrir otra, y otra... Siempre podré volver a hacerla. Además, si nos atacan, nos juntamos más"). Esa cadena de prohibiciones y reapariciones –que continuó y continúa–, sin embargo, fue la punta de lanza para demostrar la ingeniosa transformación del discurso de quienes solamente eran tildadas de víctimas con cierto grado de inocencia. Hacia fines del año pasado, un grupo de "personas pro anna mia" colgó un petitorio para iniciar debates y recolectar firmas virtuales que presentar en el mundo real: "¡Permitan las páginas pro anorexia!". Rankeado por www.go.petition.com en el top ten (ocupa el séptimo puesto con 7198 adherentes, superado por movidas de defensores de animales diversos y demandas para que Bob Esponja y otro dibujo animado no sean sacados del aire), algunas líneas demuestran cómo el argumento liberal, la protesta antisistema con deseos de asimilación y hasta los derechos de minorías empiezan a ser integrados con usos inimaginables: "Este petitorio es para apoyar los derechos de los anoréxicos a expresar en Internet sus opiniones sobre su enfermedad/estilo de vida. Deseamos que se nos permita crear sites para expresar por qué, como comunidad, se nos debería permitir discutir y expresar nuestra enfermedad/estilo de vida en Internet, así como proveer links para recuperar sites, sin que nuestros sitios sean borrados sin nuestro permiso o nuestro conocimiento. (...) Si tenemos una enfermedad, algo que depende del punto de vista de cada uno, ¿entonces por qué no se nos permite discutir sobre ella hasta que podamos recuperarnos? (...) Creemos que llevamos un estilo de vida, y no que estamos sucumbiendo a una enfermedad. Estén de acuerdo o no, por favor dejen a quienes somos adultos vivir de esta manera. Nos protege la Carta de Derechos, y nuestros derechos están siendo violados. La sociedad dice que apoyar los desórdenes alimentarios es políticamente incorrecto; aun así, en la mayoría de las tiendas la ropa va del talle 0 al 12, cuando la mujer norteamericana promedio es talle 14. Al revés de lo que sucede con la acción afirmativa, se hace poco para proteger a las mujeres de talles mayores al 12 de humillaciones por sus tamaños, y tampoco se hace nada respecto de la policía moral y al cambio del punto de vista de la sociedad sobre la delgadez y la belleza. Hasta que esto cambie, queremos nuestro derecho para opinar sobre cómo vivir con la imagen de belleza que la sociedad nos impone, y cómo intentamos alcanzarla (...) Somos productos de la sociedad, y hasta que la sociedad haga esfuerzos verdaderos, no limitándose a decir lo que es políticamente correcto sino aumentando el talle del modelo de belleza para cambiar las cualidades del cuerpo perfecto, reclamamos el derecho a hacer sitios y comunidades y listas de correo en Internet (...) No podemos 'curarnos' hasta que queramos, así que por favor no nos digan que intentemos esforzarnos para recuperarnos, o que nos callemos; no es la manera de aproximarnos a estos problemas".
Entonces, las y los pro anna y pro mia escriben, cuchichean, trafican secretos, confiesan debilidades del espíritu que se encarnarán en sus cuerpos, pero también se fortalecen con el aliento de quien se sabe en un camino: son "los elegidos". Es por eso que cada página cuenta con una pequeña introducción, una advertencia para disuadir a profanos, como la de "just anorexia", un site que recientemente fue dado de baja: "Quizás ahora mismo esté indignado/a... ¿¿¿¿Cómo puede alguien crear una página para impulsar la anorexia???? Debes pensar que soy una especie de asesina (...) Yo no tengo bulimia ni anorexia por culpa de ninguna página, ni de ningún anuncio de Calvin Klein. La anorexia y la bulimia son enfermedades. Y graves, lo reconozco. Pero pueden convertirse en estilos de vida (...) hay millones de personas como yo (...) Estas páginas han hecho mucho por mí, porque he encontrado lo que necesitaba: apoyo. Mi vida no ha cambiado mucho... no soy más pro-anna que antes, sólo que ahora no me siento sola... Siento que tengo un lugar donde expresarme, donde conocer a gente que se siente como yo. Si no eres anoréxica, no entres... no quiero ni periodistas ni curiosos ni personas que quieran perder 2 kilos... La anorexia no se hace, se nace".

“No amo lo que soy. Amo lo que seré y tendré”
Traspasar el umbral es encontrar un universo paralelo, con sus propias mitologías, sus "10 mandamientos", sus dietas para iniciarse, "secretos", "thinspirations" (imágenes de mujeres delgadísimas a manera de meta, que tanto pueden ser modelos, actrices o personajes de dibujos animados), confesiones sobre transgresiones o alegrías porque la balanza indica menos peso cada vez. “Éxito”, “sacrificio”, “batalla”, “ganar”, “alcanzar”, “ambiciones”, “superar fracasos”, “excelente”, “perseverancia”, “voluntad indomable”, “esperanza”, “trabajo”, “gloria”, “futuro”, “ideales”, se reproducen como talismanes que guiarán a quienes plantean dudas sobre los métodos o sus fines. Los caminos se afinan, merced a consejos prácticos para, por ejemplo, disimular frente a la familia (decir siempre que se ha comido en otro lado, guardar bolsas para vomitar en la habitación, usar gotas que disfrazan la irritación de los ojos) o forzar al cuerpo aún más recurriendo a estrategias paralelas (tomar agua fría y no abrigarse en invierno para que el cuerpo queme más calorías). Frente a ese campo de batalla en que se convierte el propio cuerpo, se abre un abismo para quienes "abandonen" el camino: si no se logran vencer las debilidades (“es posible tener que librar una batalla más de una vez para ganarla”), lo que espera es “resignación”, “suicidio cotidiano”, “perdedores” (que son “los que desde un principio no quisieron ganar”). Explícitamente con la comida como el “enemigo” y la tentación a vencer, una pro-anna argentina recomienda “ir proponiéndose metas chiquitas. Todos los días tomate un tiempo, cerrá los ojos e imaginate más delgada, con más energía y con una ropa nueva maravillosa o mirá fotos de modelos flakísimas”, “empezá a desconfiar de todos los alimentos”, “¡mantenete siempre en movimiento!” (memorable: “Limpiá la casa, poné música y bailá, lo que sea, el mayor tiempo que puedas”), “pensá en 24 horas” (“Tu nueva forma de comer debes visualizarla como un proyecto de 24 horas tras 24 horas. ¡Como es el plan de los Alcohólicos Anónimos, y que tiene tan buen resultado!”). Porque para obtener un cuerpo angélico ante todo hace falta disciplina.

“No consideres doloroso lo que es bueno para ti”
Las anoréxicas y bulímicas vienen inscribiéndose en la historia de Occidente desde mucho antes de que sus desórdenes alimentarios pasaran a formar parte del saber médico. Cuando Santa Liberata renunció a la potestad de alimentarse, se rebelaba contra un cuerpo, el suyo, que había sido violado por el rey moro de Sicilia con quien su padre, el rey de Portugal, la había casado. Como a tantas otras mujeres nobles de la Edad Media, la deshonra de haber tenido contactos carnales (y sin su consentimiento) le dejaba pocas opciones (la muerte para recuperar el honor, la vida en la oscuridad y humillada) y ella eligió inventarse una tercera: tomar cabal posesión de aquello que había sido usurpado sin su permiso y destruirlo. Si no se respetaba su voluntad de no conceder placeres sensuales, lograría acabar con aquello de ella que otros registraban como deseable. Literalmente, Santa Liberata iba camino a morir de hambre, pero su padre la crucificó poco antes. Santa Catalina de Siena, analfabeta y mística, Doctora de la Iglesia que a su muerte fue desmembrada (para que los fragmentos de su cuerpo pasaran a formar parte de las reliquias que el catolicismo exhibe ante sus fieles en algunas basílicas), comenzó a demostrar cierta aversión por los alimentos en su infancia, pasó la adolescencia en base a una dieta de hierbas y pan y luego ingresó a la orden de las Dominicas. Como consejera de Gregorio IX, acompañaba sus virtudes cristianas con la exhibición de una devoción desbordada: en lugar de ayunos de una semana, ayunos de un mes; en lugar de autoflagelaciones simbólicas, daños corporales severos. Fue así como llegó a impresionar vivamente a altos jerarcas del clero y fue así como ganó un lugar de devota entre las devotas. El olor de santidad y sus señas difícilmente puedan ser negados como una serie de tácticas de una débil frente a las estrategias de la institución: en sus arrebatos místicos, Santa Catalina llegaba más lejos no sólo que las hermanas de su orden, sino también que los hombres mejor posicionados en la Iglesia; sus visiones, tal como las dictó a un monje encargado de dejarlas asentadas para la posteridad, incluyeron contactos con la Virgen María y una escena nupcial con el Hijo de Dios, que como símbolo de su unión le entregó un anillo confeccionado con piel de su prepucio. Sin embargo, en la lucha por la unificación del papado que se abrió con la muerte de Gregorio IX, el nombramiento de Urbano VI como Papa y el de Clemente VII como antipapa, Catalina desesperó. Al no obtener éxito en evitar sublevamientos contra Urbano, le envió una carta para notificarle que terminaría con su propia vida por él y por la Iglesia. Dejó de comer definitivamente y murió tres meses después.
En estos casos, la decisión de desconocer la necesidad del alimento difícilmente podría desligarse del empleo de ese control sobre el cuerpo como un paso más hacia el poder (social, en el caso de Liberata, simbólico y jerárquico en el de Catalina) que, de otra manera, sería negado. A la vista de casos como éstos, podría arriesgarse que allí donde hay una ruptura revestida de significados no tan legitimados socialmente debería haber, al menos, un objetivo más o menos subversivo. Sin embargo, no es tan sencillo llevar el razonamiento a los grupos pro anna y pro mia. Aunque la primera regla de todo estudio de algo sea renunciar a asumir como coherentes y pertinentes los dichos que ese algo sostiene sobre sí, difícil evitar la tentación de indagar en los motivos que pro annas y pro mias dicen tener para dedicarse a su "estilo de vida": "queremos ser como ellas" (las "típicas tías con un cuerpo 10", "porque le demostrarás a todos quién es la mejor", "porque el sueño de toda mujer es la delgadez", "porque todos elogiarán tu cuerpo y te preguntarán cómo hiciste para tenerlo así", "porque te compararán con esa persona que siempre has envidiado", "porque serás la más linda de todas tus amigas". Demasiado explícito para sonar verosímil, pero las listas de metas, los diarios íntimos que se publican on-line, los pequeños relatos y conflictos que socializan develan, a cada línea, el sueño fundamental: acercarse lo más posible a un modelo de éxito, traducido en los cuerpos y la estética dominante.
Lo que parece mover a estos grupos, más que el hambre de símbolos y estímulos que postulaba Silvia Bleichmar en Santa anorexia (una hipótesis por demás arriesgada, teniendo en cuenta que la ortografía y la habilidad escrita de quienes llevan adelante las páginas dificulta pensarlas como personas con ciertas competencias), es una inquietud profunda por acomodarse en un mundo que –intuyen– se les abrirá de par en par con sólo tener la apariencia adecuada. Es extremar el "autocontrol" para llegar al poder tal como está constituido, y no tomarlo por asalto para transformarlo.
"Lleno tu mente de pensamientos sobre la comida, el peso, las calorías, y las cosas sobre las que vale la pena pensar –explica anna en la carta con que se presenta a las profanas–. Como ahora ya estoy dentro tuyo, estoy en tu cabeza, en tu corazón y en tu alma, el hambre te duele fingido, para no sentir que soy yo, dentro tuyo. Bastante pronto, ya te digo no sólo que hacer con la comida, sino que hacer TODO el tiempo. Los pensamientos de odio, bronca, tristeza, la desesperación y la soledad pueden cesar porque me los llevo y lleno tu cabeza del contar metódico de calorías. Me llevo tu lucha por encajar con chicos de tu edad y la lucha tentativa a favor de uno mismo también. Ahora soy tu única amiga y por favor la única que necesitás. Tengo un punto débil. Pero no tenemos que decírselo a nadie. Si decidís no aguantar más, tenderle la mano a alguien y decirle cómo te hago vivir, todo el infierno se acabará, pero vas a perder tú. Nadie tiene que averiguarlo, nadie puede romper esta cáscara de la que te cubrí. Casi te creé esta flaca perfección. Eres mía y sólo mía. Sin mí, no eres nada. Entonces tienes que aguantar. No hagas caso a comentarios de otros. Pasalos por alto, olvidate de cada uno que intente alejarte de mí. Soy tu mejor aliada, y tengo de intensión (sic) de mantenerlo así. Sinceramente, Anna."

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