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Viernes, 10 de septiembre de 2004

TEVé

Rosa que te quiero rosa

Dice que no cree en promesas para toda la vida, que esquiva los compromisos formales y que el amor es algo más que una postal con corazoncitos. Pero eligió uno gigante para pararse delante a la hora de conducir su primer programa propio –¿Y a vos quién te ama?– y está segura de haber encontrado a esa persona que por destino le tocaba. Cosas de una rubia de Belgrano.

 Por Sonia Santoro

Se podría decir que Carla Czudnowsky está en su etapa rosa. No es que lo delate ese corazón gigante y primoroso, repleto de flores color rosa, rosa viejo, rosa pálido, rosa casi fucsia y perlas blancas que brillan, como los dientes del malo en los dibujitos animados de ¿Y a vos quién te ama?, el programa que conduce por América. Ella, conocida por ser la notera zarpada de Kaos, que ponía la misma cara de “todo puede ser” cuando rastreaba sexo express en la city o entrevistaba a una madama mientras torturaba a su esclavo, ahora se mete con valores como el amor, la amistad, la emoción, el coraje. No es que haya abandonado el sexo como causa –”no hay nada más divertido que hablar de sexo con tus amigas con todos los detalles”–, pero también hay otras cosas. Y todas esas cosas entran en la categoría más diversa que a nadie se le había ocurrido que podía abarcar el amor a las cuatro de la tarde televisiva: trasplantes de órganos, padres gay que quieren adoptar, travesti que intenta ser aceptada por su madre, ama de casa que le declara su amor al marido en la tapa de un diario, en fin, ¿Y a vos quién te ama? tiene todos los ingredientes del culebrón latinoamericano. Estarán presentes la suegra malvada que roba al nieto, la chica cuya familia no acepta su noviazgo, la mujer abandonada mientras está embarazada, la pareja que perdió a un hijo. Argumentos siempre potenciados con un plus de dramatismo: la embarazada abandonada finalmente tiene un hijo muerto y más tarde pierde a su madre. Pero si es posible, con final feliz: después de todo, encuentra otra pareja y tiene otro hijo, que apenas tiene un mes, y ¡está en el piso para charlar con Carla!. “La realidad supera la ficción, eso sin lugar a dudas”, dice ella, encantada de que su programa reemplace no sólo en el horario a la novela de la tarde. “Cuando era chica me morfaba todas las novelas. La idea es que sea un poco ese concepto de la novela, de la historia de amor, la historia imposible, qué difícil que es, cómo lloro, cómo me emociono y cómo sufro, y se arregló”, se explaya.
Consejo de esta cronista para quien todavía no lo vio: tener un pañuelo tipo sábana bien a mano y no resistirse a la intempestiva presencia del nudo en la garganta o esas lágrimas que luchan por salirse de sus ojos. “Es que está buenísimo llorar. Yo soy una llorona total. No lloro quizás en la vida todo el tiempo pero no hay nada que me guste más que hacer catarsis con la tele o el cine. Siempre hay un motivo real para llorar”, fomenta la conductora.
–Pero pareciera que la búsqueda es provocar el llanto.
No, no todas las notas son de llorar, sí tienen que conmover. También hay secciones que se trata de matarte de risa. El delivery o cuando le declaran casamiento a su pareja delante de todos no tiene que ver con llorar, tiene que ver con la emoción, con los sentimientos, no depende de que llorar esté bueno. Yo creo que tampoco la gente tiene ganas de ver drama todo el tiempo y está bueno el final feliz.
–Es tu costado rosa.
Sí, está bueno porque es algo que lo pude recuperar en mi vida. Yo soy una persona que en ese sentido soy muy auténtica. Creo que sigo siendo yo hablando de otros temas, a veces no tan diferentes.

Se ríe mucho la Czudnowsky –¿Estará ya al nivel de estrellato necesario para eliminar el nombre y anteponer el artículo?–. Le gusta jugar a la barbie que se maquilla por un rato, dice mientras se empolva para las fotos, pero en la calle “soy un escracho”. Se ríe antes, durante y fuera del programa. Tiene una risa sonora y dientes de conejita. Dos ojos celestes como el cielo, que se juntan un poco mientras se acomoda los bucles de risitos de oro frente al espejo de su camarín. “Ronnie (Arias) me dice la Barbra Streisand argentina, por mi nariz, nena”, dice en ese lenguaje tan suyo como de ese grupete de amigos que hizo Kaos, con Juan Castro a la cabeza.
Ahora el público que la sigue es mucho más y más variado. Desde la gente que veía Kaos, que ella define como joven o intelectualmente comprometida, hasta el encargado de la casa y la vecina de la vuelta. “Uno se olvida que es la misma persona que ellos ven en la tele hasta que estás en el supermercado y la chica de caja te habla de la historia de ayer”, sostiene. El termómetro de la calle le dice que la gente tomó bien el cambio de lo que ella supone era “la chica loca” que hacía notas de sexo extremo a la que le habla a la señora que plancha a las tres de la tarde.
–¿Cuál es la apuesta más fuerte de este programa?
Poder hablar de amor, emoción, poder conmover a la gente, poder rescatar valores. Y te lo digo yo (risas). Cuando yo hacía las entrevistas en Kaos me quedaba afuera toda otra parte, que era la parte de la vida de la gente que tenía sexo, y hablando de sentimientos y hablando de amor de pronto empezás a rescatar un montón de valores, ¡uff todo esto también existe!, cuántas veces por día pienso en la gente que quiero, cuántas veces por día en cuántos amigos tengo de verdad, qué haría yo por alguien que amo.
Aunque suene a speech aprendido para vender el programa, de la boca de Czudnowsky no lo parece. Así como es creíble su interés por lograr abrir las cabezas en torno a temas que todavía siguen siendo tabú, como el de las minorías sexuales, sobre todo en ese horario (hasta ahora ocupado por Fulanas, un programa típico para la mujer). Y su preocupación por no atacar a esas señoras que la siguen por primera vez: “Lo que pasa es que yo tengo una cabeza muy abierta en cuanto a las temáticas sexuales, entonces, nada me sorprende, pero tampoco soy un house organ de lo gay o de living la vida loca, soy una periodista que presenta esa historia. Para mí está bueno que el televidente tenga la posibilidad de pensar que para él o para ella no está bien o que les daría miedo. Entonces, es una manera también de ser más flexibles con el espectador, de abrir el debate. Me parece que lo que está bueno de mi programa, a diferencia de los talk shows donde se despedazan los testimoniantes, es que vos abrís al debate y a la reflexión a partir de un tema que te dispara la historia del día”.

Su historia comienza en las orillas. “Soy una judía de Belgrano”, agranda ella, entre risas. Hija de un papá contador y una mamá arquitecta, la niña Carla fue a la escuela Nea 2000, “una privada muy progre que parecía la escuela de Majul –dice y pone voz de profesora correcta–, no se queden con lo que les enseñamos, vayan más allá. Estuvo muy bueno porque en esa escuela te incentivaban mucho la parte creativa, teníamos expresión corporal, música, teatro, cine. En el secundario me fui a un colegio del Estado, y también estuvo buenísimo porque tuve una dimensión del mundo real”. Pero rindió 5º año libre porque eso de tener que ir al colegio todos los días a perder el tiempo la aburría.
Por supuesto que sus padres soñaron con tres carreras y diez idiomas, pero ella, con 16 años y varios de danza y flamenco encima, se puso a daraerobics. Después hizo de todo: fue promotora, cocinaba comidas para el fin de semana, vendía con una canastita comida por la calle. Trabajaba para sentirse independiente. Pensaba que en la medida que se generara su plata nadie le iba a cuestionar absolutamente nada.
Mientras, fue gestando su vocación. Le gustaba escribir (acaba de publicar su primer artículo en la revista de Roberto Pettinato; cómo no podía ser de otra forma, sobre un travesti), pero por la radio se había rateado varias veces del colegio. Como no pudo ser locutora –la rebotaron en el Cosal porque pronunciaba las eses demasiado fuerte–, decidió estudiar periodismo. “Igual yo creo que todos los caminos conducen a Roma cuando querés llegar a un lugar. Creo que te abren un camino de contactos para llegar a, pero ahí no aprendí nada de lo que necesitaba aprender porque nadie te enseña a ser productor. El periodismo se aprende haciéndolo.”
–¿Creés en el destino?
Mirá si no voy a creer en el destino. Gracias a una promoción conseguí mi primer trabajo en la Rock and Pop. Estaba haciendo una promoción de cervezas, llegué disfrazada de Mamá Noel y me contrataron para hacer producción. Claro, yo hablo. Entre tanda y tanda se copó Boby Flores, le conté que era periodista y que no trabajaba y lo llamó a Iván Velazco, que en ese momento era el productor, y le dijo “Iván contratala”. Después, trabajando con Juan lo conocí a mi marido. No creo que uno no pueda revertirlo pero, como te digo, la energía no se fija en gastos de producción, cuando te toca, se te cae un piano en la cabeza. Cuando no te toca te caés del séptimo piso no y te morís.
Czudnowsky fue productora del programa de noticias de Canal (á). Hizo informes de sexo para Zoo, programa de Juan Castro, durante dos años y medio. Después hizo documentales para Telefé, Space, I-sat e Infinito. Hasta que empezó Kaos y trabajó dos años más con Castro (mientras empezó a producir sus propios programas de sexo en cable).
–Imposible no tener alguna huella de Castro.
¡Alguna!; escuchame, me enseñó a preparar un informe periodístico, me enseñó a agarrar un micrófono y pararme delante de cámara, sólo me incentivó a crecer todo el tiempo, me presentó a mi marido, me presentó a mis tres íntimos amigos.
–¿Estás casada?
No, no creo en el casamiento. Pero cómo lo llamo, ya no es mi novio, ya hace tres años que vivimos juntos.
–Si tuvieras que hacer un informe de tu historia de amor, ¿cuál sería?.
Yo todavía estaba casada, en las instancias finales, cuando conocí al que hoy es mi marido, y ya había empezado a haber esa electricidad entre los dos, ya él se hacía el amigo y no daba más, pero pude respirar, contar hasta diez y decirle “dame 48 horas, hagamos las cosas bien, dejame resolver” y me separé. Igual podría no haber funcionado, pero no, sinceramente tengo la sensación de que encontré esa persona que me tocaba a mí. De verdad es la vez que estoy más feliz, más plena, no tengo dudas, nunca me aburro... no sé si existen las medias naranjas, pero encontré un compañero alucinante.
–Pero al final, ¿la Czudnowsky cree en el amor para toda la vida?
Nuestros viejos nos enseñaron lo del príncipe azul, que era mentira, pero creo que después nos fuimos para el otro lado: “No existe el amor para toda la vida”. Puede ser, me parece importante valorar el momento, pero me encantaría que fuera para toda la vida. Hay amores de toda la vida, es redifícil porque es un trabajo. Pero apuesto a que sea para toda la vida o para toda la vida que tenga ese amor.
En fin, como pasaría en ¿Y a vos quién te ama?, corte y música: “Hay amores, amores que matan, amores que ríen, amores que amargan”.

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